El jueves 6 de julio en
la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez se realizó el foro “Mirar
hacia el walmapu. Aprendizajes urgentes desde lo mapuche”. Esto a poco más de un
mes del asesinato de Luis Marileo y Patricio Gónzalez, a manos del ex Capitán
de carabineros Ignacio Gallegos Pereira (goo.gl/5ad1Nz),
hecho al que durante la actividad se hizo alusión en más de una ocasión.
Dicha instancia reunió a
los ponentes Claudio Alvarado Lincopi, historiador miembro de la Comunidad de
Historia Mapuche, Patricia Lienlaf, abogada y vocera de la organización mapuche
Meli Wizan Mapu y Claudia Zapata, académica de la Universidad de Chile e
historiadora especialista en pensamiento indígena. Puesto que algunas de las
ideas allí expuestas llamaron mi atención, destacaré las que he considerado más
oportunas.
En primer lugar, la
referencia de Alvarado Lincopi al Monumento
a la Araucanía —escultura de Guillermo Meriño Pedrero, ubicada en el medio
de la plaza de armas de la ciudad de Temuco—, para quien dicha obra parece
expresar de forma emblemática la accidentada identidad presente en Chile.
El monumento se conforma
de cinco «personajes históricos»: una machi, un soldado
del Ejército chileno (en particular, de la denominada Pacificación de la
Araucanía), un colono europeo en labores de agricultor, así como también Alonso
de Ercilla y Caupolicán. Lo particular, es el carácter arbitrario presente en
la representación del roles: la machi, espiritualizada a más no poder; el
soldado chileno, en posición de descanso; el colono, de expresión plácida,
sembrando; Alonso de Ercilla, solemne, en cualidad de fundador. Caupolicán por
último, se muestra alerta. Para Alvarado, todas son formas de ocultar las funciones
políticas que han desempeñado y desempeñan los personajes allí presentes, así
como las diversas relaciones entre éstos, que plantean conflictos presentes
hasta la actualidad. O dicho en otros términos que retratan una historia que
forzosamente se plantea oficial.
Son múltiples las
lecturas que pueden realizarse al respecto, no siendo mi interés agotarlas. Me
quedo con la problematización de Alvarado enunciada al principio. Pues a partir
de ésta, se da cuenta como en nuestra sociedad, en lo que a «chilenidad» refiere, se presentan al
menos tres problemáticas. Por una parte, la lógica colonial reforzada a través
del duro neoliberalismo existente en la región. Por otra, un mestizaje cuyos
ribetes son más conservadores que progresistas. Por último, la ambigua multiculturalidad
como programa de integración no es más que una discriminación positiva. La
misma multiculturalidad que absorbe lo indígena y lo expulsa despolitizado.
En definitiva, para
Alvarado, el denominado “conflicto mapuche” es más bien un conflicto chileno,
de modo tal que no compete tan sólo al Estado resolverlo, sino que fundamentalmente
es responsabilidad de la nuestra heterogénea sociedad civil el hacerlo.
Para Patricia Lienlaf, la
condición social del mapuche, que hace algunas décadas era sinónimo de flojera
y alcoholismo —si no es que lo sigue siendo—, durante la década de los 90’ pasó
a vincularse con el «terrorismo»,
debido a los diversos hechos que en la legítima defensa comenzaron a realizarse
desde aquel entonces. No obstante, para Lienlaf actualmente los medios de
comunicación dominantes se han esforzado en reducir aquella condición social a mera
delincuencia común, negando así el acento político que antes supuso la condición
de terrorismo.
Esto se debe por una
parte, a la creciente legitimidad social hacia la reivindicación mapuche en
Chile, y por otra, a las diversas condenas internacionales que ha recibido la
justicia chilena. Hoy en día la prisión preventiva no es sino una condena anticipada
para el pueblo mapuche. Es cuestión de ver cómo están de racializadas las
cárceles, al decir de Rita Laura Segato.
Por su parte Claudia
Zapata, a propósito de un encuentro de intelectuales, señaló como la vieja
izquierda, así como gran parte de la que se dice nueva, se encuentra todavía limitada
en su relación con el pueblo mapuche, entendiendo sus reivindicaciones como una
lucha “identitaria” más por ser conducida, y reduciéndolas a una dimensión
puramente cultural, aun cuando la
cultura no pueda desligarse de la dimensión política ni de cualquier otra.
Además, Zapata —quien
recordemos, es profesora— es enfática al referirse al medio académico y su
tratamiento de la cuestión indígena. Para ella, conceptualizaciones tales como «colonialidad» o «decolonialidad» reducen la problemática a la epistemología, sin aportar en modo
alguno con conocimientos oportunos a la sociedad civil, si es que para el medio
estudiantil.
Por
último, señalo que durante las intervenciones, se solicitó libros que
interpelasen a la sociedad civil desde una autoría mapuche. Los libros
señalados por los ponentes fueron Recado
confidencial a los chilenos (1999), la primera obra en prosa de Elicura
Chihuailaf, así como Escucha winka (2006),
realizado por tres historiadores y un sociólogo mapuche. He adjuntado dichas
obras en PDF, compartidas a través de Google Drive para su libre descarga.
Por Ignacio Andrés
América Leatina desde Abajo