21 jul 2017

Algunas miradas desde el walmapu


El jueves 6 de julio en la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez se realizó el foro “Mirar hacia el walmapu. Aprendizajes urgentes desde lo mapuche”. Esto a poco más de un mes del asesinato de Luis Marileo y Patricio Gónzalez, a manos del ex Capitán de carabineros Ignacio Gallegos Pereira (goo.gl/5ad1Nz), hecho al que durante la actividad se hizo alusión en más de una ocasión.

Dicha instancia reunió a los ponentes Claudio Alvarado Lincopi, historiador miembro de la Comunidad de Historia Mapuche, Patricia Lienlaf, abogada y vocera de la organización mapuche Meli Wizan Mapu y Claudia Zapata, académica de la Universidad de Chile e historiadora especialista en pensamiento indígena. Puesto que algunas de las ideas allí expuestas llamaron mi atención, destacaré las que he considerado más oportunas.

En primer lugar, la referencia de Alvarado Lincopi al Monumento a la Araucanía —escultura de Guillermo Meriño Pedrero, ubicada en el medio de la plaza de armas de la ciudad de Temuco—, para quien dicha obra parece expresar de forma emblemática la accidentada identidad presente en Chile. 

El monumento se conforma de cinco «personajes históricos»: una machi, un soldado del Ejército chileno (en particular, de la denominada Pacificación de la Araucanía), un colono europeo en labores de agricultor, así como también Alonso de Ercilla y Caupolicán. Lo particular, es el carácter arbitrario presente en la representación del roles: la machi, espiritualizada a más no poder; el soldado chileno, en posición de descanso; el colono, de expresión plácida, sembrando; Alonso de Ercilla, solemne, en cualidad de fundador. Caupolicán por último, se muestra alerta. Para Alvarado, todas son formas de ocultar las funciones políticas que han desempeñado y desempeñan los personajes allí presentes, así como las diversas relaciones entre éstos, que plantean conflictos presentes hasta la actualidad. O dicho en otros términos que retratan una historia que forzosamente se plantea oficial. 

En imagen: Monumento a la Araucanía. Creemos que no es casual que el Monumento haya sido inaugurado en una ceremonia encabezada por Augusto Pinochet, quien con motivo de ésta realizó su última visita a Temuco antes de ceder su puesto meses más tarde.
Son múltiples las lecturas que pueden realizarse al respecto, no siendo mi interés agotarlas. Me quedo con la problematización de Alvarado enunciada al principio. Pues a partir de ésta, se da cuenta como en nuestra sociedad, en lo que a «chilenidad» refiere, se presentan al menos tres problemáticas. Por una parte, la lógica colonial reforzada a través del duro neoliberalismo existente en la región. Por otra, un mestizaje cuyos ribetes son más conservadores que progresistas. Por último, la ambigua multiculturalidad como programa de integración no es más que una discriminación positiva. La misma multiculturalidad que absorbe lo indígena y lo expulsa despolitizado.

En definitiva, para Alvarado, el denominado “conflicto mapuche” es más bien un conflicto chileno, de modo tal que no compete tan sólo al Estado resolverlo, sino que fundamentalmente es responsabilidad de la nuestra heterogénea sociedad civil el hacerlo.

Para Patricia Lienlaf, la condición social del mapuche, que hace algunas décadas era sinónimo de flojera y alcoholismo —si no es que lo sigue siendo—, durante la década de los 90’ pasó a vincularse con el «terrorismo», debido a los diversos hechos que en la legítima defensa comenzaron a realizarse desde aquel entonces. No obstante, para Lienlaf actualmente los medios de comunicación dominantes se han esforzado en reducir aquella condición social a mera delincuencia común, negando así el acento político que antes supuso la condición de terrorismo.

Esto se debe por una parte, a la creciente legitimidad social hacia la reivindicación mapuche en Chile, y por otra, a las diversas condenas internacionales que ha recibido la justicia chilena. Hoy en día la prisión preventiva no es sino una condena anticipada para el pueblo mapuche. Es cuestión de ver cómo están de racializadas las cárceles, al decir de Rita Laura Segato.

Por su parte Claudia Zapata, a propósito de un encuentro de intelectuales, señaló como la vieja izquierda, así como gran parte de la que se dice nueva, se encuentra todavía limitada en su relación con el pueblo mapuche, entendiendo sus reivindicaciones como una lucha “identitaria” más por ser conducida, y reduciéndolas a una dimensión puramente  cultural, aun cuando la cultura no pueda desligarse de la dimensión política ni de cualquier otra.

Además, Zapata —quien recordemos, es profesora— es enfática al referirse al medio académico y su tratamiento de la cuestión indígena. Para ella, conceptualizaciones tales como «colonialidad» o «decolonialidad» reducen la problemática a la epistemología, sin aportar en modo alguno con conocimientos oportunos a la sociedad civil, si es que para el medio estudiantil.

Por último, señalo que durante las intervenciones, se solicitó libros que interpelasen a la sociedad civil desde una autoría mapuche. Los libros señalados por los ponentes fueron Recado confidencial a los chilenos (1999), la primera obra en prosa de Elicura Chihuailaf, así como Escucha winka (2006), realizado por tres historiadores y un sociólogo mapuche. He adjuntado dichas obras en PDF, compartidas a través de Google Drive para su libre descarga.


Por Ignacio Andrés
América Leatina desde Abajo