Hace poco más de una semana fue lanzado Antonio Gramsci: aproximaciones y (re)lecturas desde América Latina en el Museo del Estallido Social[1]. Contamos con la participación del coordinador del libro, Hernán Ouviña, así como también con las apreciaciones de Verónica Huerta Forch de la Asamblea Empart[2] y Pancha Fernández Droguett, del Movimiento por el Agua y los Territorios[3] y la Escuela Campesina de Curaco de Vélez[4].
El libro, que corresponde a una edición mancomunada entre Editorial Quimantú, Muchos Mundos Ediciones[5] (Argentina) y Desde el Margen[6] (Ecuador), es en términos de Hernán, una introducción al pensamiento de Gramsci con cierta densidad conceptual, pero con vocación pedagógica y destinada a la formación política. Cuenta con numerosas ilustraciones y trece capítulos que, desde la diversidad autoral, temática y de enfoque, examinan la validez del autor sardo en tres fases de su mayúscula obra. Un primer momento que gira en torno al auge de masas, situado el denominado “bieno rojo”; un segundo de reflujo que registra los periplos de Gramsi en su período de autocrítica y replanteo acerca de un contexto donde ya no se vive un ascenso revolucionario, hasta su detención; y por último, un tercero que si bien se enmarca en la derrota dará luz a los célebres “Cuadernos de la cárcel” y no equivale a un pensamiento que reniegue de la necesidad de la ruptura ni del cuestionamiento al capitalismo como sistema.
Verónica destacó el aspecto gráfico presente en este trabajo, como también sus primeras lecturas del autor italiano para los debates de su época estudiantil, que coincidió con el período de renovación socialista y transición pactada en Chile. Estos usos y abusos de Gramsci como “teórico de los consensos” nuevamente resurgieron conforme la revuelta se debilitaba. Cerró con una cita de Josefina Torres, autora ecuatoriana presente en el libro: “Así, habitando desde los márgenes nos reconocemos los pueblos de nuestra América, del Abya Yala, de los sures subalternizados en pie de lucha, comprometidos en la construcción colectiva de “un mundo en el que quepan muchos mundos”, a veces con victorias, a veces con derrotas. Obstinados/as estamos en vivir la historia que queremos contar, y por ello Gramsci se vuelve más actual que nunca, no como recetario, no como dogma, sino como quien escucha al compañero que, desde su mirada crítica, nos permite enrumbar camino, fortalecer la voluntad y avanzar en el ser común de nuestra necesidad de liberación”
Pancha también leyó tempranamente a Gramsci a través de talleres de formación estudiantil. Allí el autor sardo demostraba una particularidad que llamó su atención: su condición de militante que conjugaba impresiones y análisis en la primera línea de los hechos. De igual manera, revisitó la revuelta y centró sus reflexiones en ámbitos como el Estado y la hegemonía, la autonomía y la nueva institucionalidad anticapitalista, la espontaneidad y el fascismo, que tan presentes están en el autor de los Quaderni.
Para Hernán la revuelta fue un parteaguas no solo en Chile, sino un hito que conmocionó a toda nuestra región. Él se encontraba en Chile al comienzo del estallido, y la proliferación de estas fuertes dinámicas asamblearias y espontáneas no fueron una cuestión azarosa.
Rememoró la crisis del 2001 en Argentina en donde hubo un interés en recuperar un Gramsci ya no derrotista, por lo cual se armó un seminario que, en paralelo a la militancia piquetera y a otras iniciativas gestadas desde abajo, sirvió de precedente para comenzar a indagar en el autor italiano y generar más espacios de formación y praxis, de estudio e investigación militante. Para ese entonces también aparecieron otras dos descomunales figuras: Rosa Luxemburgo y José Carlos Mariátegui. Tres intelectuales orgánicos con discapacidades y defectos múltiples, que coincidieron en una admirable actitud vital frente a escenarios difíciles donde no había garantía de triunfo, aunque tampoco inevitabilidad de la derrota. Algo no menor en autores cuyas obras nos sirven al momento de pensar la revolución en el presente, a nivel local y como proceso cotidiano, en una clave que Hernán caracterizó como “bifacética”: de impugnación del orden dominante y a la vez de autoafirmación de lo nuevo; en tanto crítica radical de todo lo existente y creación colectiva de la sociedad futura, aquí y ahora, desde la centralidad de lo comunitario.
La visita de Hernán también se enmarcó en la Feria del Libro Internacional de Recoleta y parte de la Escuela Latinoamericana de Formación Política Rosa Luxemburgo[7]. Como era de esperar, cuando coincidimos en algún espacio aprovechamos de conversar un poco ―principalmente sobre la actualidad chilena y argentina―, y tras su regreso a Buenos Aires nos compartió la siguiente reflexión:
Tuve la oportunidad de estar en una coyuntura muy significativa como fue de conmemoración de los 50 años del golpe. Algo que me llamó la atención y celebro es que la infinidad de actividades y eventos que se realizaron en simultáneo, no pusieron el foco exclusivamente en ese momento trágico del 11 de septiembre, sino también en el proceso previo signado por el triunfo de la Unidad Popular y en toda la experimentación social, política, educativa, económica y cultural que se vivió durante los 1000 días que duró el gobierno de Allende, que como sabemos excedió a una apuesta meramente gubernamental e incluso estatal, habilitando dinámicas de autoorganización de lo más variadas.
Exhumar aquellas iniciativas desde abajo y vinculadas con el poder popular, dotar de relevancia a las prácticas y repertorios de lucha en poblaciones, universidades y fábricas, dar cuenta y rescatar del olvido las lecturas y reflexiones que se hicieron al calor de los procesos de resistencia y de autoafirmación, en torno a los desafíos y dilemas de la transición al socialismo en aquel tiempo histórico excepcional y de enorme movilización, es algo clave para nuestro presente. Y por supuesto, también sopesar las limitaciones propias del proyecto encarnado en la Unidad Popular y balancear por qué el golpe triunfo y no tuvo casi resistencia organizada por parte del activismo y de las organizaciones de la izquierda.
Analizar de manera fraterna y autocrítica los motivos de ese “desarme” de la revolución, en términos no solo político-militares sino de un pensamiento estratégico que trascienda el coyunturalismo y la mirada puramente centrada en la disputa institucional, hoy resulta más necesario que nunca. Por otro lado, me causó mucha bronca la repudiable la actitud del presidente Gabriel Boric, quien por esos días no tuvo mejor idea que reunirse con Sebastián Piñera y calificarlo como un “demócrata”. Es una afrenta a todas y todos los asesinados, encarcelados, torturados y violentados durante la revuelta. No solo el actual gobierno no ha dinamizado la liberación de los presos políticos, sino que incluso mantiene militarizado el Wallmapu y asume una parte importante de la agenda más conservadora como propia, lo que pavimenta el terreno para el crecimiento de una extrema derecha que ha tomado ya desde hace un tiempo la iniciativa política.
Creo que estamos ante un escenario de inestabilidad hegemónica y de crisis, tanto en Chile como en Argentina, donde se evidencia el fracaso de gobiernos que solo muy tenuemente podemos caracterizar como “progresistas”, ya que han terminado emulando las lógicas más perversas de continuidad y reactualización del neoliberalismo, lo que refuerza un sentido de frustración, malestar y descontento en una parte importante de la población, que es capitalizado por sectores ultraderechistas.
Frente a este contexto tan complejo, revisitar a Gramsci y a sus conceptos nos parece imprescindible, siempre y cuando ejercitemos lo que él solía denominar “traducibilidad de lenguajes”, es decir, resignificar y actualizar sus propuestas a partir de los desafíos y dilemas de nuestra realidad. Más que aplicarlo, es preciso aclimatarlo, hacerlo dialogar con las luchas y territorios que habitamos. Necesitamos un Gramsci piquetero, poblador, asambleario, anticapitalista, antipatriarcal y antiracista, no sectario ni posibilista, que articule campo y ciudad, el poder popular y el autogobierno en cada barrio o ámbito local, con la disputa contracultural y pedagógica a gran escala, que apunte a construir una nueva subjetividad emancipatoria en base al buen vivir y a la autodefensa de la vida en todas sus formas. En este sentido, creo que reinstalar el debate en torno a la necesidad del socialismo como horizonte también es urgente en Abya Yala. Eso sí: será un socialismo en el que quepan muchos socialismos.
Por Ignacio Andrés
Codigua, Melipilla, 17 de septiembre de 2023
Codigua, Melipilla, 17 de septiembre de 2023
Notas:
[1]https://museodelestallidosocial.org/
[2]https://www.instagram.com/atempart/
[3]https://aguayterritorios.cl/
[4]https://www.instagram.com/biblioteca_comunitaria_esc/
[5]https://muchosmundosediciones.wordpress.com/
[6]https://www.instagram.com/desdeelmargen/?hl=es-la
[7]https://www.uar.cl/estudia-en-la-uar-cursos-y-talleres-pensamiento-critico-y-marxismos/
[1]https://museodelestallidosocial.org/
[2]https://www.instagram.com/atempart/
[3]https://aguayterritorios.cl/
[4]https://www.instagram.com/biblioteca_comunitaria_esc/
[5]https://muchosmundosediciones.wordpress.com/
[6]https://www.instagram.com/desdeelmargen/?hl=es-la
[7]https://www.uar.cl/estudia-en-la-uar-cursos-y-talleres-pensamiento-critico-y-marxismos/
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