15 mar 2023

Una remembranza fílmica y algo más

Hace algunos meses la Editorial Quimantú lanzó “Escenas perdidas: una historia del departamento de cine y televisión de la Central Única de Trabajadores, CUT (1970-1973)” de Felipe Montalva Peroni[1] en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Además del autor contamos con la participación de Mario Ramos, Isabel Mardones y Martín Farías. El presente artículo resume brevemente la jornada y se refiere a parte del libro.

Imagen 1. Fotograma de Un Verano Feliz. Recuperado de https://unveranofeliz.cl/

Durante dicha jornada, Mario, editor de Quimantú, indicó que se trata de la segunda visita por parte de la editorial al Museo de la Memoria. La primera fue con motivo del lanzamiento de Contra Bachelet y otros. Algunas historias sobre el golpe militar al interior de las Fuerzas Armadas y de Orden[2] que recoge el testimonio y destino de militares y policías leales al gobierno de la Unidad Popular. Durante esa conmovedora jornada se contó con la participación de Ernesto Galaz, excomandante de la Fuerza Aérea que tuvo que pasar cinco años en la cárcel antes de salir de país. A propósito de ello, Mario reconoce lo difícil de retratar estas historias cuyo peso histórico se entronca con lo emotivo. Agrega así que la Unidad Popular no se sostuvo en ciertos liderazgos, sino que su base estuvo compuesta de miles de protagonistas. Asimismo, que el negacionismo no compete solo a las derechas. La Concertación cumplió y el actual gobierno cumplen un importante rol al respecto.

Para Isabel Mardones[3] —coautora junto a Mónica Villarroel de Señales Contra el Olvido. Cine chileno recobrado— se trata de un sólido trabajo de investigación, a pesar de contar con un escaso material fílmico, lo que realza su valía. Son relatos cruzados por el golpe y el exilio que retratan una escena líquida, debido al intercambio de tareas y donde el rol de colectivo realizador solía subsumir a los de director, productor, guionista, montajista y otros. El producto final de Felipe es una mezcla de crónica, reflexiones personales y entrevistas.

Por su lado Martín Farías[4] destacó la estructura del texto: no es un relato lineal, está configurado a modo de escenas que se intercalan con comentarios insertos de Felipe, los que, a la usanza de Bertolt Brecht, buscan provocar una reflexión más profunda sobre lo leído. El autor tampoco cae en la habitual idealización acrítica de la Unidad Popular. Por sobre una mirada nostálgica de esta muestra muchas de sus tensiones y contradicciones. Destaca las palabras de Lito Morris: “Lo que quiero destacar de Un Verano Feliz es que es un cine que tiene como protagonista y destinatario a la clase trabajadora, partiendo del entendido que el cine ha sido y sigue siendo un quehacer de una clase media (más tirada para alta) intelectual. (…) Todo esto como preámbulo para entender lo valiosa que es porque se enmarca en el auge del gobierno popular de Salvador Allende, y su realización fluye la representación de la realidad con actores profesionales inmersos documentalmente en una realidad en desarrollo”.

Imagen 2. Fotograma de Un Verano Feliz. Recuperado de https://unveranofeliz.cl/

Escenas perdidas

El libro recoge el desarrollo del Departamento de Cine y TV de la Central Única de Trabajadores (CUT), tras ocho años de investigación en donde el autor entrevistó a algunos partícipes (y sobrevivientes) del grupo fílmico que le dio vida. Del Departamento el autor enfatiza desde el primer momento que “no está vinculado con la academia como fue el Centro Experimental de Cine de la Universidad de Chile, el Instituto Fílmico de la Escuela de Artes de la Comunicación de la Pontificia Universidad Católica o el Departamento de Cine de la Universidad Técnica del Estado (UTE). Tampoco es un grupo de personas interesadas en generar un Nuevo Cine Latinoamericano, como el Cine Club de Viña del Mar y su efímera Escuela de Cine. Mucho menos una iniciativa estatal como fue Chile Films. Más bien, se trata del brazo de una organización sindical, la más importante en aquellos años. Un brazo cultural.”

Cada una de las experiencias fílmicas citadas anteriormente son revisadas por el autor en mayor o menor grado, a través de entrevistas a quienes gestaron las mismas. El nudo no es solo su relación con el Departamento, puesto que se da cabida a una mirada retrospectiva con la Unidad Popular: sus avances, las dificultades y contradicciones del proceso, los sueños materializados y también los que quedaron violentamente suspendidos por el golpe de Estado.

A propósito del Departamento, también indica: “Es signo de la época. Entender el cine como una herramienta. Los soviéticos lo hicieron rápidamente. El nazismo también. Ingleses y estadounidenses harían lo suyo, además”. Durante esta convulsa época en América Latina “hubo planteos programáticos. En Argentina, los casos de Fernando Birri y la Escuela de Cine Documental de Santa Fe, o el ‘Tercer Cine’ de Octavio Gettino y Pino Solanas. También lo desarrollado por el grupo Cine de la Base, con Raymundo Gleizer, militante del PRT-ERP […]. En Brasil, el Cinema Novo y la ‘Estética del Hambre’ de Glauber Rocha. En Bolivia, Jorge Sanjinés y el grupo Uyama. En Cuba, Luis García Espinosa y su desafiante proclama ‘Por un Cine Imperfecto’. Los cineastas chilenos no se quedaron atrás. Estuvieron las miradas de Aldo Francia, Raúl Ruiz, Miguel Littín y el Manifiesto de Cineastas de la UP”.

Al sumario anterior se suma un breve examen de “Ventana sindical”, programa televisivo de la CUT que apostó por abordar la compleja contingencia política del país, y con ello, una problemática más que vigente: la disputa de los medios de comunicación, manejados en su grueso por una minoría reaccionaria.

Asimismo, contamos con la revisión del Nuevo Teatro Popular, nacido de la comisión de teatro de la CUT junto a la UTE y que tomó su nombre del Teatre National Populaire francés. Su impronta estuvo fuertemente influenciada por Bertolt Brecht y su “concepción del teatro como herramienta de cuestionamiento social”. El grupo conformado en su mayor parte por actores jóvenes y comprometidos interpretará —con la dirección del ruso Alexander Sacha Manlay— a lo largo del país la obra La maldición de la palabra de Manuel Garrido, obrero que formó parte división de comunicaciones del Instituto de Desarrollo Agropecuario y también produjo como artista multifacético: dibujante, titiritero y como también se aprecia, dramaturgo. Esta obra tendrá una versión fílmica homónima, el único largometraje del Departamento, aunque su cinta no sobrevivirá a la dictadura como tampoco lo harán muchos negativos y copias de otros filmes. No obstante, La Maldición de la Palabra será montada en plena dictadura por el Taller 666[5], bajo la dirección de Nelson Brodt.

También se repasa la visita del cantante y actor estadounidense Dean Reed a Chile, cuyo compromiso político le acercó a la Unidad Popular e inclusive rodó para la CUT. Tras un fallido estreno la cinta original se perdió aunque se rescataron algunas imágenes que el norteamericano se llevó a la República Democrática Alemana, donde se radicó hasta sus últimos. Parte de este material puede verse en los documentales An American Rebel (1985) y Der Rote Elvis (2006).

Junto a todo lo anterior, se comenta la participación de Chile en el Festival de Cine Documental de Leipzig, inaugurado con A Valparaíso de Joris Ivens y cuya proyección estuvo a cargo de Chris Marker[6]. A esta película se le sumarán varias de suelo nacional, las que obtendrán diversos reconocimientos. A lo largo de los años en dicho certamen se exhibieron Banderas del Pueblo (Sergio Bravo), Aquí vivieron (Pedro Chaskel y Héctor Ríos), Desnutrición infantil (Álvaro Ramírez), Venceremos (Pedro Chaskel y Ríos), Brigada Ramona Parra (Álvaro Ramírez), Reportaje a Lota (Diego Bonacina y José Román), Descomedidos y Chascones (Carlos Flores Delpino), El sueldo de Chile (Hernando Balmaceda), Pintando con el pueblo (Leonardo Céspedes), No es hora de llorar (Pedro Chaskel y Luis Alberto Sanz), Dean Reed (José Román), Entre ponerle y no ponerle (Héctor Ríos), la película animada Pulpomomios de Chile (Antonio Ottone y Osky), El desafío (José Román y Bonacina), entre otras.  Son proyectadas también la película documental Un verano feliz de Alejandro Segovia, Una Universidad sirve a Chile, realizada por el departamento de la Universidad Técnica del Estado. Y Encuentro, realizada por el Departamento de Cine de la CUT.

Un verano feliz es la que servirá de base para la investigación del autor. Retrata una experiencia de balneario popular, como coloquialmente se le denominó a las Villas de Turismo Social que materializaron una de las medidas del gobierno de Allende, quien se referirá a esto en su primer mensaje al Congreso Pleno cuando en el inciso sobre la Política de turismo sostiene que “es necesario que el turismo se despoje de su carácter de actividad elitaria, a la cual han tenido acceso, hasta antes del Gobierno de la Unidad Popular, solo las minorías con capacidad económica suficiente para poder pagar un turismo de lujo y sin contenido social”[7].

Junto a este filme, sobre las Villas también se realizaron los cortometrajes El derecho al descanso (1970), producido por la Oficina de Información y Radiodifusión de la Presidencia (OIR) y dirigida por Adolfo Silva, Balnearios populares (1972) de Luigi Hernández, ambas disponibles en internet.

La Villa de turismo social seleccionada para Un verano feliz fue la que tomó el nombre de Carlos Cortés Díaz, un obrero, dirigente sindical de la construcción y minería, quien ejercía como ministro de Vivienda y Urbanismo para el momento de su deceso en 1971. Se levantó en un predio de cercano a las Rocas de Santo Domingo, cerca de la ciudad costera de San Antonio.

Imagen 3. Portada del libro. Recuperado de https://www.quimantu.cl/libro/escenas-perdidas/

Cabe destacar que el mismo 11 de septiembre de 1973 los militares invadieron la Villa. Como una cruel paradoja de la barbarie humana el recinto es transformado primero en una escuela de adiestramiento para la DINA[8] y luego en un centro de detención, tortura y asesinato. En simultáneo el recinto servirá de esparcimiento para los comandos represivos de la dictadura y sus familias.

En los noventa, en pleno curso de transición pactada, varios terrenos ocupados por el Ejército (para las prácticas señaladas anteriormente) fueron vendidos a particulares. Y el predio en las Rocas de Santo Domingo en cuestión probablemente hubiese tenido un destino similar de no ser por el enorme esfuerzo de la Fundación por la Memoria de San Antonio. A pesar de todos los obstáculos puestos por la institucionalidad castrense, finalmente se pudo lograr que el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) declarara el predio como Sitio de Memoria. Una mínima cuota de justicia para un esfuerzo mayúsculo, cuyo valor resalta más conforme reconocemos el manto de impunidad que cubre a la gran mayoría de perpetradores de crímenes de lesa humanidad (y sus cómplices) que operaron en la antigua Villa de turismo social Carlos Cortés, así como también los diversos beneficios que poseen los pocos que cumplen una pena efectiva. Lo anterior tampoco cierra el campo de disputa sobre la memoria.

A modo de conclusión, aunque la producción cultural en la Unidad Popular goza de un amplio reconocimiento a nivel local e internacional, creemos que este es insuficiente al momento de abordar el grueso abanico de hitos e iniciativas concretadas o no durante en el proceso. Sospechamos que esto quizá se deba al hábito heredado de centralizar ciertos referentes que, muy de seguro en contra de la voluntad y obra de estos mismos, terminaron eclipsando a otros igualmente necesarios para configurar una mirada profunda del período. Por ello es nuestra responsabilidad indagar por entre estas labores omitidas, lo que de cierta manera nos permitirá medir la real dimensión de inestimables gestas como las del Departamento de Cine y TV de la Central Única de Trabajadores, entregándoles su merecido lugar en la historia viva, que sigue a la espera de su aplicación en la praxis emancipatoria del presente.

Por Ignacio Andrés
San Bernardo, Santiago de Chile, 7 de marzo de 2023

 


[1] Periodista y realizador audiovisual. Ha escrito para medios de Chile, México y Argentina. Dirigió los documentales Txageltü (2018) y Últimas Escenas (2021). Recibió el premio Periodismo y Memoria en 2018, otorgado por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. En 2020, su investigación sobre el Departamento de Cine y TV de la Central Única de Trabajadores (CUT) recibió la Mención Honrosa en el premio Escrituras de la Memoria. En 2021, junto a Daniela Segovia Vásquez, coordinó el rescate y restauración de la película Un Verano Feliz, de Alejandro Segovia (1972). De tal proceso emergió, además, el cortometraje Encontrados de un Verano. En 2022, realizó la serie documental Lugares de memorias/ Memorias de Lugares sobre la experiencia de los balnearios populares durante el gobierno de la UP, en el litoral de la región de Valparaíso. El autor considera que dichas faenas son engranajes de un mecanismo mayor, aún por perfeccionar. Fuente: Escenas perdidas: una historia del departamento de cine y televisión de la Central Única de Trabajadores, CUT (1970-1973)

[3] Periodista de la Universidad Católica. Con una beca del gobierno alemán (DAAD) estuvo un año en la Escuela de Cine y TV de München, Alemania (1987-1988). Desde 2003 es la encargada de la Cinemateca del Goethe Institut de Santiago. Colaboró en la publicación de la Cineteca Nacional Imágenes de Chile en el mundo (2008) para ubicar acervo audiovisual chileno en archivos germanos. Ha sido jurado en varios festivales de cine en Chile y en Alemania. Fuente: https://lafuga.cl/autor/isabel-mardones/437

[4] Doctor en Música por la Universidad de Edimburgo, Escocia, Máster en Documental Creativo de la Universidad Autónoma de Barcelona, Magíster en Musicología por la Universidad de Chile y Profesor de Educación Musical de la UMCE. Su investigación se centra en los vínculos de la música con el cine y el teatro con énfasis en aspectos de identidad y política. Actualmente trabajo como investigador postdoctoral en el Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile. Fuente: https://martinfarias.cl/

[6] Uno de los cineastas más importantes del siglo XX. Dueño de una poética muy personal y cuya cinematografía se desarrolla en torno al ensayo y la reflexión sobre la imagen. Realizó películas fundamentales del cine moderno como “La Jetée” (1962) o “Sans Soleil” (1983). Chris Marker es quien escribe el texto de la película “A Valparaíso” que el cineasta holandés filmase en Chile y que montara en Francia. Es ahí cuando comienza una ambigua relación con Chile, que le significa visitar el país como parte del equipo de filmación de “Estado de Sitio”, thriller político que realiza el cineasta Costa Gavras con el apoyo de la Unidad Popular. Marker sería también uno de los financistas de la película “La Batalla de Chile” de Patricio Guzmán, la que debió terminarse fuera del país tras la llegada de los militares al poder en 1973, y que es considerado hasta el día de hoy el documental más importante producido en el país. En 2012 se estrena “Marker 72” del cineasta Miguel Ángel Vidaurre, documental sobre la enigmática visita del cineasta en los años setenta al país. Fuente: http://cinetecavirtual.uchile.cl/cineteca/index.php/Detail/entities/57

[7] VII. - POLITICA DE TURISMO INTRODUCCION ... - Salvador Allende. Fuente: https://www.yumpu.com/es/document/view/25967818/vii-politica-de-turismo-introduccion-salvador-allende

[8] La violación sistemática de los derechos humanos se llevó a cabo a través de los órganos estatales ya existentes (Fuerzas Armadas, Carabineros de Chile, Policía de Investigaciones), mientras que otros fueron creados especialmente para tal efecto, como fue el caso de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA, 1974-1977), Comando Conjunto (1975-1977) y Central Nacional de Informaciones (CNI, 1977-1990, sucesora de la DINA). Entre 1974 a 1977, la DINA, al mando del coronel Manuel Contreras, actuó en forma selectiva y sistemática atacando a los dirigentes de los partidos políticos de izquierda que se encontraban en la clandestinidad, lo que elevó la cifra de detenidos desaparecidos a 1.102 en 1977. Desde 1978 en adelante, la represión tomaría cauces más institucionalizados, manteniéndose la violación sistemática de los derechos humanos hasta el fin del régimen militar, como una forma de reprimir los movimientos políticos y sociales que protestaban por el retorno a la democracia. Fuente: https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-92415.html

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