Crónica personal del CompArte
Por Claudia Molinari.
Agosto del 2016.
No sé si empezar por el principio o por el final. Les voy a
contar mi versión del CompArte. Los compas, siempre tan lúcidos y trabajadores,
ahora se han vuelto artistas y fue muy hermoso su fruto, cultivo del arte, del
que nos dieron una probadita. Fue un ejercicio auto reflexivo impresionante, lo
que los zapatistas compartieron con los espectadores. Mucho que aprender,
caminar y resistir queda todavía.
El EZLN convocó a un festival para compartir actos y obras
artísticas, que tuvo lugar del 23 al 30 de julio de este año que corre, año 16
del posapocalipsis now. Nos dimos
cita cientos de artistas de México y de muchas partes del mundo. La onda
ocurrió en el CIDECI de San Cristóbal de Las Casas y en el Caracol de Oventik,
en Los Altos de Chiapas. Hubo mucha música, teatro, danza, poesía, libros, cine
documental y experimental, gráfica, bordado, talleres rete variados, desde
tango hasta cómo hacer libros, unos mil quinientos actos se inscribieron al
festival. Recuerdo lo bonito del tono de los Coros de Acteal, de un cantante de
Córdoba, un documental sobre Siria, del colectivo Página Negra, la presentación
de la editorial Quimantú de Chile, la película Extracto de maguey, de Denise Cazés y a Juan Villoro leyendo a un
escritor de la frontera bien chingón, En
el principio, fue José Alfredo Jiménez, rezaba su evangelio y brotaba la
risa del auditorio. Y conforme pasaron los días, el festival fue cobrando fama
en los andadores y cafés de San Cristóbal y mucha más gente fue llegando para
visitar y acudir al “evento”, hasta que el último día hubo colas largas en la
calle no pavimentada de las orillas de la colonia Maravilla, de gente que debía
registrarse para lograr entrar a la Universidad de la Tierra a averiguar de qué
iba ese CompArte.
La vibra de los artistas estaba chida, aunque no faltaron
los cuates engreídos que pretendieron tener un escenario de lucha para su ego,
digo, para su arte de revolucionarios indispensables que cotizan en La Condesa
o en Bohedo, la mayoría de la gente quería aprender y compartir algo y había
mucha comunicación horizontal. Y no se diga, cuando los zapatistas mostraron
sus números artísticos, los invitados urbanos tuvimos frente a nosotros un
despliegue de originalidad y talento poca madre, aunque, me parece que no todos
los asistentes pudieron verlo, pues no pocos, andaban en la playa y solo
cazaban fotos tras sus lentes ciegas. Pero, les decía, la atmósfera era
agradable y sonrisiva, en el festival, el cielo siempre terminaba por escampar
la tierra y los soles radiaron por esas fechas. De tal suerte, los poetas
invisibles, nos sentíamos como peces en el agua. El agua dulce que de pronto se
amargaba, con los coletazos de la realidad terrestre.
Mientras duró el CompArte, ocurrieron tres gravísimos
acontecimientos en Los Altos de Chiapas: Primero, un día después de que varios
colectivos y artistas que estaban ya en San Cristóbal, esperando el inicio del
festival, acudieron al campamento de maestros en la carretera, para apoyar su
causa (es decir la derogación de la Reforma Educativa), ocurrió un desalojo del
plantón de los maestros de la CNTE, ordenado por el gobierno, con paramilitares
y policías, , en la carretera de paga que de San Cristóbal sale a Tuxtla. Esa
misma tarde del 20 de julio, los maestros recuperaron y montaron de nuevo el
bloqueo carretero, sobre sus tiendas incendiadas y destruidas, al tiempo en que
un grupo de gente no identificada pero todos ellos muy jóvenes con los rostros
cubiertos, incluso niños de los que venden chicles en las calles, entraron de
manera colérica al edificio que fuera hasta hace pocos años, la presidencia
municipal de San Cristóbal, en pleno centro de la ciudad. Prendieron fuego a
los canceles de madera que resguardaban el edificio en restauración y
construcción de un museo al parecer privado, provocando gran pira que se dejaba
ver a varias cuadras desde el andador de Santo Domingo. Me llamó la atención
que estos jóvenes izaron una bandera rojinegra y tocaron la campana en lo alto
del edificio, como un símbolo de la incipiente victoria. Nadie se atrevió a
impedir esa espontánea muestra de rabia.
Luego escuché y leí que según los que hicieron los destrozos
en el ex palacio, fueron un grupo de choque, provocadores, pero no. Esa tarde
salimos por el pan y presenciamos la historia. Nos dimos cuenta que eran chavos
del pueblo los que hablaban con fuego en ese momento y que la revuelta nacional
podía comenzar ya en cualquier chico rato. Ese día ahí quedó, en un instante de
rebelión, una fiesta fugaz de coraje y frustración de los chavos que no ven un
futuro para ellos en la educación privada, y que resisten al deterioro de la
vida pública de México. Esa tarde grité a un costado de catedral, tres veces: ¡Revolución!
Luego hablé un poco con doña Berta Nava, que de pronto y con sorpresa descubrí
ahí parada, muy cerca de donde me encontraba contemplando, igual de estupefacta
que ella, la segunda toma simbólica del municipio de San Cristóbal de Las
Casas, después de 1994. Dejo constancia. No me despedí de Bertha, porque un
ruido estrepitoso salió del edificio tomado y todos salimos corriendo, lo que
fue un susto nomás, seguramente adentro, algo se desplomó…
El tercer acontecimiento político paralelo al CompArte,
ocurrió en el municipio de San Juan Chamula y fue el asesinato de su presidente
municipal y al menos cuatro personas más, la mañana del 23 de julio. Un hecho
insólito, aunque previsible, algo atroz, resultado de la injerencia y compra de
votos de los partidos políticos en Chiapas, que trae como una consecuencia, la
necesidad del K de la militarización a mediano plazo de la región donde se
asienta uno de los caracoles zapatistas y la división entre personas y pueblos.
A pesar de tanta marea, el festival CampArte terminó con éxito y feliz. Los zapatistas
pueden sentirse muy contentos de lo bien que les salió y de lo chingón que
estuvo.
Sin embargo, a pesar de los ejercicios de paz y libertad,
como el CompArte, la situación de confrontación y violencia sigue tensando en
este país. No se diga la grosera demanda a gente bien picuda, como el Dr.
Aguayo y la periodista Carmen Arirtegui, por pensar y comunicar la situación de
nuestro país. La tormenta ha comenzado. Los compas lo saben, ellos habían
planeado ir todos a San Cristóbal para el festival, pero al final decidieron no
ir y brindar los recursos ahorrados para el viaje y la estancia en Jovel, a los
maestros en lucha de Chiapas. Supongo que estamos en alerta roja, pero muchos
(incluidos ellos, los convocantes zapatistas) logramos llegar a celebrar y a
inventar un acto poético y político que nos transfiguró, nos conmovió y nos
llenó de energía dichosa, trascendente y levantisca… ¡Natetera ba compañer@s!
El cierre del CompArte fue espectacular, un concierto muy
divertido y en momentos muy combativo, que comenzó como a las 3 de la tarde del
sábado 30, con varios cantantes y grupos, algunos muy buenos, como los de
Makila 69, de Guatemala; interesante un grupo de jóvenes roqueras zapatistas,
cuya banda se llama Autonomía y
Resistencia, que cantaron una sola canción de la que recuerdo el coro que
decía: “sin mujer no hay revolución”. El maestro Oscar Chávez cantó también un
par de canciones, entre ellas la más famosa de Los Caifanes (la película…),
arropado por la banda de Panteón Rococó, que se aventó un conciertazo, con alma
y corazón, además cantaron un par de rolas con Roco Pachucote, que le puso más
cándela al ambiente. Panteón Rococó fue el grupo que cerró el festival
CompArte, todos lo esperábamos desde la mañana, además cayó un chingo de gente
de Sancris y ese día llegaron montón de chavos zapatistas al CIDECI; fue
imposible evitarlo, a pesar de tanta vibra carnalesca, se armó el slam, una
marea de jóvenes en éxtasis brincando. Igual y estaban advertidos por el doctor
Shenka que si alguien caía, lo levantaran y a seguirle, ay si, que si mejor un
meneíto de fraternidad religiosa. En un momento de este concierto las voces de
Zapata Vive deben haber llegado como eco hasta Siria. Los Tercios Compas
batallaron muchísimo para proteger a su camarógrafo en medio del slam, nos
cuidamos, si, y la risa loca. Este hiperactivo cierre cumplió su función de
rito cósmico, de paso, siempre de paso. Todos los que participamos, quedamos
como células en su templo de cuerpo extasiado, átomos unidos por la música, la
causa, la buena onda! Según lo programado, el concierto terminó sobre las 10 de
la noche y todos pa su taza. Sin alcohol y sin drogas, cuadrándonos a los
compas. Afuera, en la calle, se sentía un viento frio, desos que arrastran un
poco de bosque en su soplido. Caminamos varias cuadras, alguien nos dio raite,
un poeta coleto, que dice que entró a la presentación de la editorial y le
gustó. Me pregunté, qué harían después de trabajar sobre el escenario y bajo
las luces los de Panteón Rococó, cenarían con el Comandante Tacho o se
reventarían gustosos, o vámonos a dormir. Llegamos temprano a casa y nos
dormimos todos bien contentos y bienvibrados,
cansados pero satisfechos por los éxitos obtenidos. La fiesta del barrio de
Mexicanos sonó toda la noche tras la ventana…
Dos días después, el lunes 1 de agosto, los de Panteón
quedaron atrapados en el bloque al aeropuerto, realizado por los maestros de la
Coordinadora y no llegaron a tiempo para tomar su vuelo a la ciudad de México.
Lo supimos por la noche, buscando información sobre el hecho, que solo
encontramos en Radio Pozol, incluso habían entrevistado a uno de los miembros
de la famosa banda chilanga, que decía pues ni modo, ahora nos tocó a nosotros...
Nosotros también teníamos un vuelo que tomar ese día, el
festival terminó el sábado y el domingo aprovechamos para ver a unas amigas de
Amatenango, hicimos el equipaje por la noche. Estábamos desayunando cuando
llegó el taxista con una hora de anticipación por nosotros. Yo salgo a ver por
qué tan temprano con mermelada en los labios. Total que el chofer me dice que todos los accesos al aeropuerto están
bloqueados por los maestros desde las 6 de la mañana (chispas y yo ni en
cuenta), pero, que él conoce un camino que no está tapado, lo malo que es
tardado, hay que dar mucha vuelta, que habría que salir ya y que por no menos
de mil pesos… ¡Tómala con leche! No
tengo esa cantidad, así que ahí termina nuestro contrato, le agradezco haberme
avisado, respondo. El tiempo se aceleró a partir de ese momento. Regresé a
nuestra casita alquilada para la ocasión y apuré a la tribu de invisibles con
la que viajé, debíamos partir cuanto antes en dirección a Tuxtla Gutiérrez,
para intentar allá conseguir un taxi que nos llevase, de perdida a donde estaba
el bloqueo, para intentar entrar caminando al aeropuerto, tras vencer un par de
kilómetros bajo el sol de plomo de los valles centrales de Chiapas, a 37 grados
centígrados. No me preocupaban los maestros, quienes con toda seguridad
permitirían el paso a pie y ayudarían con las maletas, sino los granaderos y el
contratiempo y nuestro niño pequeño que no debe tomar calor. Incertidumbre y
poquísimo dinero, ese era, en todo caso, el verdadero problema, la falta mía de
dinero, que ya solo tenía 500 pesos, y eso porque me prestaron, lo
indispensable para llegar al aeropuerto y tomar el vuelo de regreso a la ciudad
monstruo. Ni un solo taxi en Ciudad Real quería llevar pasajeros al aeropuerto.
Atravesamos la pequeña urbe con mochilas y maletas, ningún exceso de peso, solo
viajamos con lo que nuestro cuerpo pueda cargar. Tomamos un camión Avisa, la
línea de los más pobres, donde viajan trabajadores e indígenas, que por lo
mismo es más lento y va haciendo paradas insólitas por la carretera. Dentro del
camión en un asiento trasero, yo iba sintiendo el aire frio por la ventanilla
abierta y disfrutando secretamente el verde paisaje, preparando mi mente para
la vida fuera de guion. En esas, Denise me propuso que en vez de ir hasta
Tuxtla, nos bajáramos antes, donde la carretera entronca con el camino al
aeropuerto que queda a unos veinte kilómetros, y ya ahí, arreglárnosla para
conseguir un raite, un taxi, una
combi o lo que pasara. Nos la jugamos. Va. Nos bajamos. Apenas se siente el
golpe del calor matinal, no aun acabando de bajar del camión de viejo modelo,
con las maletas hacia el puente, pasa un taxi rojo de los del aeropuerto, cuyo
taxista nos interpela: ¿Van al aeropuerto? Los llevo —¿Nos dejará en el bloqueo? —No, directo
hasta allá, pero por caminos ejidales, así que vamos a tardar una hora, o poco
más, —¿Cuánto?
—Trescientos pesos —¡Hecho!
De pronto y rápidamente estábamos en un taxi oficial, barato
y en caminos vecinales de tierra, en dirección a la mismísima puerta del
aeropuerto internacional de Tuxtla Gutiérrez… ¿Cómo pasó?, ¿Qué sincronía de
nuestras vidas llevó a que un taxi nos encontrara a nosotros y nos montara en
un minuto? ¿Suerte, mexicanismos, el rezo de un arcángel, coincidencias
armónicas, estadística, fuerzas de la memoria cuidando nuestros pasos, la
huella de un jaguar en mis pisadas, los zapatistas y doña Bertha riéndose con
nosotros, simple posibilidad histórica, la simple necesidad de chambear de un
taxista? Leí en La Jornada que mil
quinientas personas fueron afectadas con el dichoso bloqueo, desde el avión
pudimos ver la larga fila de autos y camiones atrapados sobre la carretera. Y
pensar que el recorrido previo a abordar el jet había sido infrarrealista, como
de acto poético. El taxista condujo amablemente por veredas de terracería,
pasamos incluso por enfrente de su casa, y nos presentó a su esposa y sus dos
niñas. Claro, él era nativo de este pueblo sobre el cual se construyó el nuevo
aeropuerto de Chiapas en 2005, por eso él conocía ese camino ahora secreto y
solitario, porque de ser ejidatario pasó a ser taxista concesionado del
aeropuerto. Atravesamos por encima del Río Santo Domingo y fuimos bordeando
literalmente los terrenos del aeropuerto, que incluye no sé cuántas hectáreas y
que colinda con el panteón humilde, solitario, como abandonado, que perece
aplastado por la frontera de las pistas aéreas del futuro. Pasamos varias
curvitas hasta llegar a un túnel, literalmente, un borde al lado del drenaje,
por el que apenas si cupimos con el carro, y milagrosamente, aparecimos del
otro lado. Hasta la puerta nos dejó el taxista, que dijo que él de todos modos
tenía que llegar a su base y a quien agradecimos y bendecimos antes de
despedirnos. Lo más cómico, aun me quedaban cien pesos en la cartera. La
terminal estaba semi vacía, con militares y algunos policías resguardando sus
interiores. Llaman las bocinas a abordar. Adiós Chiapas, suerte a los maestros
y a los pasajeros en tránsito, que no llegaron al abordaje, suspendidos por la
desobediencia civil de un movimiento contra la privatización de la educación en
México, ¡suerte! ¡Hasta Siempre Zapatistas!
Como empecé por el final, me falta contar que el Colectivo Espejo Somos compartió un
acto literario y regaló a los asistentes, varios ejemplares de libros que hemos
publicado como editorial, en un performance poético, que tuvo lugar el día 26
de julio, a las 16:30 horas, en el Salón del Seminario, en la Universidad de la
Tierra. Participamos: el poeta invisible, Xun Betán, Denise Cazés, el dibujante
Filo y Claudia Molinari. La fecha decía 26, día 26, un número que dispara la
alarma de la memoria del nuevo tiempo y suena la palabra Ayotzinapa. Dedicamos
ese acto poético a doña Bertha Nava, nuestra invitada de honor, para quien
leímos el poema Canto irrevocable,
del maestro José Revueltas. Escritor, esté último, que no podía faltar a tan
importante reunión de artistas revolucionarios y al que evoqué para que nos
iluminara con su tierna luz de verdades duras y dolorosas como piedras de rio,
y Revueltas estuvo con nosotros, se hizo notar, más de unos ojos se iluminaron
al mencionar su nombre y dejamos de sentirnos solos.
Xun leyó en tsotsil y en español, varios poemas suyos,
algunos publicados en el libro Poetas
invisibles Experimento de transculturación poética, del año 2014. Denise
leyó su Crónica poética sobre La escuelita zapatista, incluida en el mismo
libro y el poeta invisible, con su máscara de espiral y de luchador, declamó el
Manifiesto de la Liga de Eskritores
Ensayistas, del 2014. Luego presentamos el libro Semillalibro Sbek´vun La teoría sobre la Hidra y cómo destruirla
construyendo la autonomía (notas sobre el seminario zapatista), que
publicamos el año pasado y abordamos sobre todo el tema de la traducción de
conceptos teóricos y la relación con la lucha de los compas, ya que se trata de
un libro bilingüe (español-tsotsil), que expone la idea zapatista de la lucha,
explayamos como ejemplo, el concepto de autonomía.
El performance poético estuvo interesante y los escuchas
hicieron muchas preguntas, luego, los libros volaron y algunos camaradas nos
los truequearon por otros libros y
postales padrísimos que ellos hicieron. Este fue el objetivo, plantear un
posicionamiento estético y político, hacer poesía y divulgar la teoría sobre la
Hidra y nuestra humilde aportación al leerescribir
sobre el asunto al producir este librito, que aunque con pequeños errores, es
una edición artística y creativa, que aborda un tema necesario y de actualidad,
con herramientas sofisticadas y complejas. Agradecemos a todos los que
acudieron a nuestro performance, y muy especialmente a los responsables de la
organización, jóvenes adherentes de la Sexta y al Dr. Raymundo con la gente del
CIDECI, que apoyaron logísticamente la realización del festival y lograron
llevarlo a buen puerto. ¡Felicidades!
Queda por resaltar la participación de los artistas
zapatistas, quienes se presentaron el viernes 29 en el Caracol de Oventik.
Hasta ahí llegamos los invisibles, pasados algunos minutos después del horario
de la cita, las 10 de la mañana. El maíz está jiloteando y huele a elotito el
campo. Para llegar, tomamos un colectivo en el mercado, la ruta Bochil La
Tijera. Municipios de Chamula y San Andrés Larráinzar, paisaje de tintes verdes
y aire ligero de montañas, milpas crecidas por todos lados, cruces y
capillitas. Una hora de camino y ya estamos en frente. Se extiende una fila
larga de personas afuera de la puerta del Caracol, hay que registrarse e
identificarse para entrar. Mientras hacemos la cola conversamos con una chica
brasileña y una mujer porteña, de Buenos Aires, quien nos dijo que fue
desaparecida durante la dictadura. A dónde van los desaparecidos, no le
pregunté... Lamentamos los retrocesos en el Cono Sur con tipos como Macri y
Temer, comentamos algo sobre qué pasó en Chamula, sobre la misma compartición.
Al fin pasamos el filtro del registro y la credencial, entramos por la rampa empinada
de cerrito pavimentado al Caracol; todos los zapatistas, llevan el rostro
cubierto. Nos dispersamos. Ya no las volvimos a topar. Es preciso guardar
silencio para escuchar, en el fondo de la curva está al micrófono el Sub
Comandante Moisés. Decidimos ir a sentarnos cerca. Hay poca sombra, el terreno
es un plano de monte, hay encinos, al fondo un escenario del tamaño de una
cancha, o aún más grande, un cinturón humano lo rodea, la milicia zapatista,
decenas de muchachos parados, que permanecieron la jornada entera ahí, bajo el
sol y luego bajo la lluvia, con su pasamontañas y su uniforme; a mí, ellos me
impresionaron con su disciplina, una actitud que deja ver el convencimiento de
su causa comunitaria: saber que deben proteger a los suyos, real y simbólicamente,
los tenía ahí inmóviles. Volvemos a la voz, el sub comandante Moi llama al pueblo de México para
organizarnos y luchar para tener un nuestro sistema de gobierno propio, si no,
nos va a pasar a llevar la tormenta, dijo. Una vez terminado este discurso
inaugural, ocurrió la presentación, uno a uno, de todos los grupos y personas
de los colectivos zapatistas. Hubo canciones, declamaciones de versos de su
autoría, teatro, danzas, artes gráficas, fueron siete horas seguidas de
presentaciones de números artísticos de quienes se declararon orgullosamente zapatistas, y que
provenías de varias regiones, como Rubén Jaramillo, Salvador, Pancho Villa.
A mí
me gustaron todos los números, procuré poner atención a cada uno, pero lograrlo
requería también de concentración y respeto. Una pieza de baile representaba un
monstruo, la Hidra, con muchas cabezas, bestia a la que los danzantes derrotan
y finalmente queman, otra danza simbolizaba el ciclo de la milpa. Una puesta en
escena representó el momento en que los gobiernos se pusieron de acuerdo para
desarrollar el paramilitarismo en Chiapas y cómo la gente del municipio de
Chenalhó, les impidió establecerse ahí a los militares, presuntos salvadores de
los pueblos. Todo el arte zapatista es auto referencial, los espectadores
aprendimos de historia, del origen de los zapatistas, del maltrato en las
fincas, de la resistencia de hoy, de cómo eran antes los abuelos, de cómo son
hoy las mujeres, de qué tan claro lo tienen las comunidades zapatistas, quiénes
son, qué quisieran ser. En su arte, los zapatistas se están buscando, se están
construyendo, se están respondiendo sobre la existencia, sobre antes y sobre
mañana. El asunto terminó con baile general, sonrisas y miraditas otra vez. Con
gran admiración les agradezco este bello acto poético y su invitación a
participar y compartir, nunca tuvo más contenido esta palabra. Ahora sabemos
que tendremos que dar nuestra vida, si queremos y respetamos a nuestra vida,
porque nuestros versos comienzan siempre con interrogantes, a pesar de tener la
certeza de venir desde la oscura historia a inventar la autonomía corazón del
pueblo, y saber que el mismo corazón nos late y que seguiremos adelante
compañeros… De hecho, el CompArte no ha terminado, falta lo que falta… todavía están programados cuatro encuentros más
en los Caracoles de Francisco Barrios, La Garrucha, Morelia y La Realidad, para
este mes de agosto. El arte es la herramienta para entender e inventar los
mundos que habitamos, para conocernos y cuestionarnos, para transmutar el dolor
en belleza. Para transgredir fronteras y retar a la muerte.
Poetas y poetos de todos
los países, ¡Uníos!
Por Claudia Molinari. Versión original aquí. Fotografías por Ignacio Pardo Vásquez.
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