10 ago 2016

En relación con el CompARTE POR LA HUMANIDAD

Crónica personal del CompArte

Por Claudia Molinari. Agosto del 2016.

No sé si empezar por el principio o por el final. Les voy a contar mi versión del CompArte. Los compas, siempre tan lúcidos y trabajadores, ahora se han vuelto artistas y fue muy hermoso su fruto, cultivo del arte, del que nos dieron una probadita. Fue un ejercicio auto reflexivo impresionante, lo que los zapatistas compartieron con los espectadores. Mucho que aprender, caminar y resistir queda todavía.

El EZLN convocó a un festival para compartir actos y obras artísticas, que tuvo lugar del 23 al 30 de julio de este año que corre, año 16 del posapocalipsis now. Nos dimos cita cientos de artistas de México y de muchas partes del mundo. La onda ocurrió en el CIDECI de San Cristóbal de Las Casas y en el Caracol de Oventik, en Los Altos de Chiapas. Hubo mucha música, teatro, danza, poesía, libros, cine documental y experimental, gráfica, bordado, talleres rete variados, desde tango hasta cómo hacer libros, unos mil quinientos actos se inscribieron al festival. Recuerdo lo bonito del tono de los Coros de Acteal, de un cantante de Córdoba, un documental sobre Siria, del colectivo Página Negra, la presentación de la editorial Quimantú de Chile, la película Extracto de maguey, de Denise Cazés y a Juan Villoro leyendo a un escritor de la frontera bien chingón, En el principio, fue José Alfredo Jiménez, rezaba su evangelio y brotaba la risa del auditorio. Y conforme pasaron los días, el festival fue cobrando fama en los andadores y cafés de San Cristóbal y mucha más gente fue llegando para visitar y acudir al “evento”, hasta que el último día hubo colas largas en la calle no pavimentada de las orillas de la colonia Maravilla, de gente que debía registrarse para lograr entrar a la Universidad de la Tierra a averiguar de qué iba ese CompArte.



La vibra de los artistas estaba chida, aunque no faltaron los cuates engreídos que pretendieron tener un escenario de lucha para su ego, digo, para su arte de revolucionarios indispensables que cotizan en La Condesa o en Bohedo, la mayoría de la gente quería aprender y compartir algo y había mucha comunicación horizontal. Y no se diga, cuando los zapatistas mostraron sus números artísticos, los invitados urbanos tuvimos frente a nosotros un despliegue de originalidad y talento poca madre, aunque, me parece que no todos los asistentes pudieron verlo, pues no pocos, andaban en la playa y solo cazaban fotos tras sus lentes ciegas. Pero, les decía, la atmósfera era agradable y sonrisiva, en el festival, el cielo siempre terminaba por escampar la tierra y los soles radiaron por esas fechas. De tal suerte, los poetas invisibles, nos sentíamos como peces en el agua. El agua dulce que de pronto se amargaba, con los coletazos de la realidad terrestre.

Mientras duró el CompArte, ocurrieron tres gravísimos acontecimientos en Los Altos de Chiapas: Primero, un día después de que varios colectivos y artistas que estaban ya en San Cristóbal, esperando el inicio del festival, acudieron al campamento de maestros en la carretera, para apoyar su causa (es decir la derogación de la Reforma Educativa), ocurrió un desalojo del plantón de los maestros de la CNTE, ordenado por el gobierno, con paramilitares y policías, , en la carretera de paga que de San Cristóbal sale a Tuxtla. Esa misma tarde del 20 de julio, los maestros recuperaron y montaron de nuevo el bloqueo carretero, sobre sus tiendas incendiadas y destruidas, al tiempo en que un grupo de gente no identificada pero todos ellos muy jóvenes con los rostros cubiertos, incluso niños de los que venden chicles en las calles, entraron de manera colérica al edificio que fuera hasta hace pocos años, la presidencia municipal de San Cristóbal, en pleno centro de la ciudad. Prendieron fuego a los canceles de madera que resguardaban el edificio en restauración y construcción de un museo al parecer privado, provocando gran pira que se dejaba ver a varias cuadras desde el andador de Santo Domingo. Me llamó la atención que estos jóvenes izaron una bandera rojinegra y tocaron la campana en lo alto del edificio, como un símbolo de la incipiente victoria. Nadie se atrevió a impedir esa espontánea muestra de rabia.

Luego escuché y leí que según los que hicieron los destrozos en el ex palacio, fueron un grupo de choque, provocadores, pero no. Esa tarde salimos por el pan y presenciamos la historia. Nos dimos cuenta que eran chavos del pueblo los que hablaban con fuego en ese momento y que la revuelta nacional podía comenzar ya en cualquier chico rato. Ese día ahí quedó, en un instante de rebelión, una fiesta fugaz de coraje y frustración de los chavos que no ven un futuro para ellos en la educación privada, y que resisten al deterioro de la vida pública de México. Esa tarde grité a un costado de catedral, tres veces: ¡Revolución! Luego hablé un poco con doña Berta Nava, que de pronto y con sorpresa descubrí ahí parada, muy cerca de donde me encontraba contemplando, igual de estupefacta que ella, la segunda toma simbólica del municipio de San Cristóbal de Las Casas, después de 1994. Dejo constancia. No me despedí de Bertha, porque un ruido estrepitoso salió del edificio tomado y todos salimos corriendo, lo que fue un susto nomás, seguramente adentro, algo se desplomó…

El tercer acontecimiento político paralelo al CompArte, ocurrió en el municipio de San Juan Chamula y fue el asesinato de su presidente municipal y al menos cuatro personas más, la mañana del 23 de julio. Un hecho insólito, aunque previsible, algo atroz, resultado de la injerencia y compra de votos de los partidos políticos en Chiapas, que trae como una consecuencia, la necesidad del K de la militarización a mediano plazo de la región donde se asienta uno de los caracoles zapatistas y la división entre personas y pueblos. A pesar de tanta marea, el festival CampArte terminó con éxito y feliz. Los zapatistas pueden sentirse muy contentos de lo bien que les salió y de lo chingón que estuvo.

Sin embargo, a pesar de los ejercicios de paz y libertad, como el CompArte, la situación de confrontación y violencia sigue tensando en este país. No se diga la grosera demanda a gente bien picuda, como el Dr. Aguayo y la periodista Carmen Arirtegui, por pensar y comunicar la situación de nuestro país. La tormenta ha comenzado. Los compas lo saben, ellos habían planeado ir todos a San Cristóbal para el festival, pero al final decidieron no ir y brindar los recursos ahorrados para el viaje y la estancia en Jovel, a los maestros en lucha de Chiapas. Supongo que estamos en alerta roja, pero muchos (incluidos ellos, los convocantes zapatistas) logramos llegar a celebrar y a inventar un acto poético y político que nos transfiguró, nos conmovió y nos llenó de energía dichosa, trascendente y levantisca… ¡Natetera ba compañer@s!



El cierre del CompArte fue espectacular, un concierto muy divertido y en momentos muy combativo, que comenzó como a las 3 de la tarde del sábado 30, con varios cantantes y grupos, algunos muy buenos, como los de Makila 69, de Guatemala; interesante un grupo de jóvenes roqueras zapatistas, cuya banda se llama Autonomía y Resistencia, que cantaron una sola canción de la que recuerdo el coro que decía: “sin mujer no hay revolución”. El maestro Oscar Chávez cantó también un par de canciones, entre ellas la más famosa de Los Caifanes (la película…), arropado por la banda de Panteón Rococó, que se aventó un conciertazo, con alma y corazón, además cantaron un par de rolas con Roco Pachucote, que le puso más cándela al ambiente. Panteón Rococó fue el grupo que cerró el festival CompArte, todos lo esperábamos desde la mañana, además cayó un chingo de gente de Sancris y ese día llegaron montón de chavos zapatistas al CIDECI; fue imposible evitarlo, a pesar de tanta vibra carnalesca, se armó el slam, una marea de jóvenes en éxtasis brincando. Igual y estaban advertidos por el doctor Shenka que si alguien caía, lo levantaran y a seguirle, ay si, que si mejor un meneíto de fraternidad religiosa. En un momento de este concierto las voces de Zapata Vive deben haber llegado como eco hasta Siria. Los Tercios Compas batallaron muchísimo para proteger a su camarógrafo en medio del slam, nos cuidamos, si, y la risa loca. Este hiperactivo cierre cumplió su función de rito cósmico, de paso, siempre de paso. Todos los que participamos, quedamos como células en su templo de cuerpo extasiado, átomos unidos por la música, la causa, la buena onda! Según lo programado, el concierto terminó sobre las 10 de la noche y todos pa su taza. Sin alcohol y sin drogas, cuadrándonos a los compas. Afuera, en la calle, se sentía un viento frio, desos que arrastran un poco de bosque en su soplido. Caminamos varias cuadras, alguien nos dio raite, un poeta coleto, que dice que entró a la presentación de la editorial y le gustó. Me pregunté, qué harían después de trabajar sobre el escenario y bajo las luces los de Panteón Rococó, cenarían con el Comandante Tacho o se reventarían gustosos, o vámonos a dormir. Llegamos temprano a casa y nos dormimos todos bien contentos y bienvibrados, cansados pero satisfechos por los éxitos obtenidos. La fiesta del barrio de Mexicanos sonó toda la noche tras la ventana…

Dos días después, el lunes 1 de agosto, los de Panteón quedaron atrapados en el bloque al aeropuerto, realizado por los maestros de la Coordinadora y no llegaron a tiempo para tomar su vuelo a la ciudad de México. Lo supimos por la noche, buscando información sobre el hecho, que solo encontramos en Radio Pozol, incluso habían entrevistado a uno de los miembros de la famosa banda chilanga, que decía pues ni modo, ahora nos tocó a nosotros...

Nosotros también teníamos un vuelo que tomar ese día, el festival terminó el sábado y el domingo aprovechamos para ver a unas amigas de Amatenango, hicimos el equipaje por la noche. Estábamos desayunando cuando llegó el taxista con una hora de anticipación por nosotros. Yo salgo a ver por qué tan temprano con mermelada en los labios. Total que el chofer me dice que todos los accesos al aeropuerto están bloqueados por los maestros desde las 6 de la mañana (chispas y yo ni en cuenta), pero, que él conoce un camino que no está tapado, lo malo que es tardado, hay que dar mucha vuelta, que habría que salir ya y que por no menos de mil pesos… ¡Tómala con leche! No tengo esa cantidad, así que ahí termina nuestro contrato, le agradezco haberme avisado, respondo. El tiempo se aceleró a partir de ese momento. Regresé a nuestra casita alquilada para la ocasión y apuré a la tribu de invisibles con la que viajé, debíamos partir cuanto antes en dirección a Tuxtla Gutiérrez, para intentar allá conseguir un taxi que nos llevase, de perdida a donde estaba el bloqueo, para intentar entrar caminando al aeropuerto, tras vencer un par de kilómetros bajo el sol de plomo de los valles centrales de Chiapas, a 37 grados centígrados. No me preocupaban los maestros, quienes con toda seguridad permitirían el paso a pie y ayudarían con las maletas, sino los granaderos y el contratiempo y nuestro niño pequeño que no debe tomar calor. Incertidumbre y poquísimo dinero, ese era, en todo caso, el verdadero problema, la falta mía de dinero, que ya solo tenía 500 pesos, y eso porque me prestaron, lo indispensable para llegar al aeropuerto y tomar el vuelo de regreso a la ciudad monstruo. Ni un solo taxi en Ciudad Real quería llevar pasajeros al aeropuerto. Atravesamos la pequeña urbe con mochilas y maletas, ningún exceso de peso, solo viajamos con lo que nuestro cuerpo pueda cargar. Tomamos un camión Avisa, la línea de los más pobres, donde viajan trabajadores e indígenas, que por lo mismo es más lento y va haciendo paradas insólitas por la carretera. Dentro del camión en un asiento trasero, yo iba sintiendo el aire frio por la ventanilla abierta y disfrutando secretamente el verde paisaje, preparando mi mente para la vida fuera de guion. En esas, Denise me propuso que en vez de ir hasta Tuxtla, nos bajáramos antes, donde la carretera entronca con el camino al aeropuerto que queda a unos veinte kilómetros, y ya ahí, arreglárnosla para conseguir un raite, un taxi, una combi o lo que pasara. Nos la jugamos. Va. Nos bajamos. Apenas se siente el golpe del calor matinal, no aun acabando de bajar del camión de viejo modelo, con las maletas hacia el puente, pasa un taxi rojo de los del aeropuerto, cuyo taxista nos interpela: ¿Van al aeropuerto? Los llevo ¿Nos dejará en el bloqueo? No, directo hasta allá, pero por caminos ejidales, así que vamos a tardar una hora, o poco más, ¿Cuánto?  Trescientos pesos ¡Hecho!



De pronto y rápidamente estábamos en un taxi oficial, barato y en caminos vecinales de tierra, en dirección a la mismísima puerta del aeropuerto internacional de Tuxtla Gutiérrez… ¿Cómo pasó?, ¿Qué sincronía de nuestras vidas llevó a que un taxi nos encontrara a nosotros y nos montara en un minuto? ¿Suerte, mexicanismos, el rezo de un arcángel, coincidencias armónicas, estadística, fuerzas de la memoria cuidando nuestros pasos, la huella de un jaguar en mis pisadas, los zapatistas y doña Bertha riéndose con nosotros, simple posibilidad histórica, la simple necesidad de chambear de un taxista? Leí en La Jornada que mil quinientas personas fueron afectadas con el dichoso bloqueo, desde el avión pudimos ver la larga fila de autos y camiones atrapados sobre la carretera. Y pensar que el recorrido previo a abordar el jet había sido infrarrealista, como de acto poético. El taxista condujo amablemente por veredas de terracería, pasamos incluso por enfrente de su casa, y nos presentó a su esposa y sus dos niñas. Claro, él era nativo de este pueblo sobre el cual se construyó el nuevo aeropuerto de Chiapas en 2005, por eso él conocía ese camino ahora secreto y solitario, porque de ser ejidatario pasó a ser taxista concesionado del aeropuerto. Atravesamos por encima del Río Santo Domingo y fuimos bordeando literalmente los terrenos del aeropuerto, que incluye no sé cuántas hectáreas y que colinda con el panteón humilde, solitario, como abandonado, que perece aplastado por la frontera de las pistas aéreas del futuro. Pasamos varias curvitas hasta llegar a un túnel, literalmente, un borde al lado del drenaje, por el que apenas si cupimos con el carro, y milagrosamente, aparecimos del otro lado. Hasta la puerta nos dejó el taxista, que dijo que él de todos modos tenía que llegar a su base y a quien agradecimos y bendecimos antes de despedirnos. Lo más cómico, aun me quedaban cien pesos en la cartera. La terminal estaba semi vacía, con militares y algunos policías resguardando sus interiores. Llaman las bocinas a abordar. Adiós Chiapas, suerte a los maestros y a los pasajeros en tránsito, que no llegaron al abordaje, suspendidos por la desobediencia civil de un movimiento contra la privatización de la educación en México, ¡suerte! ¡Hasta Siempre Zapatistas!

Como empecé por el final, me falta contar que el Colectivo Espejo Somos compartió un acto literario y regaló a los asistentes, varios ejemplares de libros que hemos publicado como editorial, en un performance poético, que tuvo lugar el día 26 de julio, a las 16:30 horas, en el Salón del Seminario, en la Universidad de la Tierra. Participamos: el poeta invisible, Xun Betán, Denise Cazés, el dibujante Filo y Claudia Molinari. La fecha decía 26, día 26, un número que dispara la alarma de la memoria del nuevo tiempo y suena la palabra Ayotzinapa. Dedicamos ese acto poético a doña Bertha Nava, nuestra invitada de honor, para quien leímos el poema Canto irrevocable, del maestro José Revueltas. Escritor, esté último, que no podía faltar a tan importante reunión de artistas revolucionarios y al que evoqué para que nos iluminara con su tierna luz de verdades duras y dolorosas como piedras de rio, y Revueltas estuvo con nosotros, se hizo notar, más de unos ojos se iluminaron al mencionar su nombre y dejamos de sentirnos solos.

Xun leyó en tsotsil y en español, varios poemas suyos, algunos publicados en el libro Poetas invisibles Experimento de transculturación poética, del año 2014. Denise leyó su Crónica poética sobre La escuelita zapatista, incluida en el mismo libro y el poeta invisible, con su máscara de espiral y de luchador, declamó el Manifiesto de la Liga de Eskritores Ensayistas, del 2014. Luego presentamos el libro Semillalibro Sbek´vun La teoría sobre la Hidra y cómo destruirla construyendo la autonomía (notas sobre el seminario zapatista), que publicamos el año pasado y abordamos sobre todo el tema de la traducción de conceptos teóricos y la relación con la lucha de los compas, ya que se trata de un libro bilingüe (español-tsotsil), que expone la idea zapatista de la lucha, explayamos como ejemplo, el concepto de autonomía.

El performance poético estuvo interesante y los escuchas hicieron muchas preguntas, luego, los libros volaron y algunos camaradas nos los truequearon por otros libros y postales padrísimos que ellos hicieron. Este fue el objetivo, plantear un posicionamiento estético y político, hacer poesía y divulgar la teoría sobre la Hidra y nuestra humilde aportación al leerescribir sobre el asunto al producir este librito, que aunque con pequeños errores, es una edición artística y creativa, que aborda un tema necesario y de actualidad, con herramientas sofisticadas y complejas. Agradecemos a todos los que acudieron a nuestro performance, y muy especialmente a los responsables de la organización, jóvenes adherentes de la Sexta y al Dr. Raymundo con la gente del CIDECI, que apoyaron logísticamente la realización del festival y lograron llevarlo a buen puerto. ¡Felicidades!

Queda por resaltar la participación de los artistas zapatistas, quienes se presentaron el viernes 29 en el Caracol de Oventik. 



Hasta ahí llegamos los invisibles, pasados algunos minutos después del horario de la cita, las 10 de la mañana. El maíz está jiloteando y huele a elotito el campo. Para llegar, tomamos un colectivo en el mercado, la ruta Bochil La Tijera. Municipios de Chamula y San Andrés Larráinzar, paisaje de tintes verdes y aire ligero de montañas, milpas crecidas por todos lados, cruces y capillitas. Una hora de camino y ya estamos en frente. Se extiende una fila larga de personas afuera de la puerta del Caracol, hay que registrarse e identificarse para entrar. Mientras hacemos la cola conversamos con una chica brasileña y una mujer porteña, de Buenos Aires, quien nos dijo que fue desaparecida durante la dictadura. A dónde van los desaparecidos, no le pregunté... Lamentamos los retrocesos en el Cono Sur con tipos como Macri y Temer, comentamos algo sobre qué pasó en Chamula, sobre la misma compartición. Al fin pasamos el filtro del registro y la credencial, entramos por la rampa empinada de cerrito pavimentado al Caracol; todos los zapatistas, llevan el rostro cubierto. Nos dispersamos. Ya no las volvimos a topar. Es preciso guardar silencio para escuchar, en el fondo de la curva está al micrófono el Sub Comandante Moisés. Decidimos ir a sentarnos cerca. Hay poca sombra, el terreno es un plano de monte, hay encinos, al fondo un escenario del tamaño de una cancha, o aún más grande, un cinturón humano lo rodea, la milicia zapatista, decenas de muchachos parados, que permanecieron la jornada entera ahí, bajo el sol y luego bajo la lluvia, con su pasamontañas y su uniforme; a mí, ellos me impresionaron con su disciplina, una actitud que deja ver el convencimiento de su causa comunitaria: saber que deben proteger a los suyos, real y simbólicamente, los tenía ahí inmóviles. Volvemos a la voz, el sub comandante Moi llama al pueblo de México para organizarnos y luchar para tener un nuestro sistema de gobierno propio, si no, nos va a pasar a llevar la tormenta, dijo. Una vez terminado este discurso inaugural, ocurrió la presentación, uno a uno, de todos los grupos y personas de los colectivos zapatistas. Hubo canciones, declamaciones de versos de su autoría, teatro, danzas, artes gráficas, fueron siete horas seguidas de presentaciones de números artísticos de quienes se declararon orgullosamente zapatistas, y que provenías de varias regiones, como Rubén Jaramillo, Salvador, Pancho Villa. 



A mí me gustaron todos los números, procuré poner atención a cada uno, pero lograrlo requería también de concentración y respeto. Una pieza de baile representaba un monstruo, la Hidra, con muchas cabezas, bestia a la que los danzantes derrotan y finalmente queman, otra danza simbolizaba el ciclo de la milpa. Una puesta en escena representó el momento en que los gobiernos se pusieron de acuerdo para desarrollar el paramilitarismo en Chiapas y cómo la gente del municipio de Chenalhó, les impidió establecerse ahí a los militares, presuntos salvadores de los pueblos. Todo el arte zapatista es auto referencial, los espectadores aprendimos de historia, del origen de los zapatistas, del maltrato en las fincas, de la resistencia de hoy, de cómo eran antes los abuelos, de cómo son hoy las mujeres, de qué tan claro lo tienen las comunidades zapatistas, quiénes son, qué quisieran ser. En su arte, los zapatistas se están buscando, se están construyendo, se están respondiendo sobre la existencia, sobre antes y sobre mañana. El asunto terminó con baile general, sonrisas y miraditas otra vez. Con gran admiración les agradezco este bello acto poético y su invitación a participar y compartir, nunca tuvo más contenido esta palabra. Ahora sabemos que tendremos que dar nuestra vida, si queremos y respetamos a nuestra vida, porque nuestros versos comienzan siempre con interrogantes, a pesar de tener la certeza de venir desde la oscura historia a inventar la autonomía corazón del pueblo, y saber que el mismo corazón nos late y que seguiremos adelante compañeros… De hecho, el CompArte no ha terminado, falta lo que falta… todavía están programados cuatro encuentros más en los Caracoles de Francisco Barrios, La Garrucha, Morelia y La Realidad, para este mes de agosto. El arte es la herramienta para entender e inventar los mundos que habitamos, para conocernos y cuestionarnos, para transmutar el dolor en belleza. Para transgredir fronteras y retar a la muerte.

Poetas y poetos de todos los países, ¡Uníos!



Por Claudia Molinari. Versión original aquí. Fotografías por Ignacio Pardo Vásquez.

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