13 nov 2021

A propósito del lanzamiento del “La Unidad Popular y la revolución en Chile”

El 4 de noviembre fue lanzado “La Unidad Popular y la revolución en Chile” de Mario Garcés en el Centro Cultural de España. Con el máximo de público permitido según el aforo actual, asistimos a una emotiva jornada que contó con la moderación de Silvia Aguilera[1] para una mesa conformada por Diego Aillapán Callejas[2], Cristina Moyano Barahona[3], y Julio Pinto Vallejos[4], además de la música del dúo Coulon/Azán.

Recuperado de https://lom.cl/products/la-unidad-popular-y-la-revolucion-en-chile

“La Unidad Popular y la revolución en Chile” es un libro cuya publicación fue prevista para el año pasado (en el marco del cincuentenario de la Unidad Popular), posponiéndose debido a la situación sanitaria. En cuanto a la presentación reciente, Aguilera comenzó destacando algunos logros del proceso chileno, presentes en las 40 medidas del programa de gobierno popular[5]: la nacionalización (o chilenización) del cobre, la estatización de la banca, la profundización de la reforma agraria y un nuevo trazado urbano que satisfizo la necesidad de vivienda[6].

Por su lado, Aillapán Callejas partió considerando el asesinato de Yordan Llempi Machacanen[7], perpetrado por infantes de marina el día anterior al lanzamiento y que tuvo lugar en la localidad de Huentelolén (Región del Biobío), actualmente bajo el estado de excepción constitucional del mal gobierno de Piñera. Luego, a propósito del libro, relató que su primer acercamiento a la Unidad Popular fueron las protestas del once de septiembre que interrumpían la cotidianeidad de los espacios de trabajo y estudio, y que más tarde, como historiador, siempre le llamó la atención la relación excepcional entre la institucionalidad y los sectores populares. En relación a la contingencia, llamó a prestar atención las tácticas de la derecha desestabilizadora que hemos visto resurgir en el último período.

Moyano reconoce que tuvo la posibilidad de revisar el borrador de libro, y con ello, constató las dificultades de lograr una panorámica general de la Unidad Popular. Lo habitual es encontrar estudios monográficos o visiones fragmentarias al respecto: análisis en torno a lo cultural, lo estrictamente político, el proceso de las tomas y lavida en poblaciones, etcétera.

El autor mira y recuerda sin que la ética ni la tragedia limite las posibilidades de análisis, y si bien ofrece un texto compuesto en prosa tradicional, lo intercala con imágenes, fotografías, testimonios y códigos QR. Al respecto, Moyano considera que hay un lente claramente identificable. “No hay imágenes que no están cargadas de intereses. [Hay] maneras en las que uno no solo decide captar la realidad, sino que guardarla para fines que seguramente nunca tuvieron como objetivo estar en este libro. La imagen nos potencia la propia imaginación histórica desde el presente. Nos transporta quizá más directamente que la prosa, a un pasado que quedó plasmado en una foto, a la que normalmente le damos mayor crédito de representación de realidad que a la propia escritura. Como fuente, como verdad de lo ocurrido, aunque metodológicamente sabemos que la imagen no nos transporta al pasado vivido ni a la realidad, sino que colabora también en su construcción”, señala.

Para Pinto, previo a esta publicación, uno de los libros que mejor ofrece una visión panóramica al respecto es el libro de Peter Winn, “Weavers of Revolution. The Yarur Workers and Chile's Road to Socialism” publicado por la Universidad de Oxford y a la que Pinto tuvo acceso en una edición en portugués y que en 2004 será traducida y publicada por Editorial LOM[8].

Hay tres capítulos en particular en los que se detiene Pinto. El primero es “Porque esta vez no se trata de cambiar a un presidente”, en particular a su subcapítulo “La cultura se expande y se diversifica de norte a sur”, que demuestra la explosión en esta área que supuso el período, un fenómeno que seguirá siendo revisitado en las décadas venideras. También “Fidel Castro visita Chile”, que el autor usa de pretexto para entender cómo era visto el proceso por uno de los líderes más importantes de la región, haciéndole justicia a un proceso lejano en forma y territorio del que transcurría en Cuba. Por último, “La revolución desde abajo”, en específico el subcapítulo “Las mujeres en la Unidad Popular”, en donde quizá más se da cuenta de los silencios e inconsistencias de un proceso que se declaraba emancipatorio.

Por último, Garcés reconoció que lo original es la construcción y la narrativa propuesta, ante la multitud de estudios previos y fuentes al respecto. Comenta que durante una conversación con Peter Winn, con quién es cercano, este le consultó si se podía establecer alguna relación entre la Unidad Popular y la revuelta de octubre. La respuesta de Garcés fue positiva, toda vez que la Unidad Popular es un proceso interrumpido en el Estado y la revuelta, una movilización en contra de este organismo y la casta política, proponiéndose por entre otros aspectos, la recuperación de la democracia y el cambio de la constitución dictatorial El estallido sería un llamado a recuperar dicha democracia. La actual crisis se resolverá, concluye Garcés según “la capacidad de la sociedad de construir un Estado que sea legítimamente democrático”.

Sin quitarle mérito al proceso de investigación, síntesis y edición, creemos reconocer algunos problemas en torno a esta publicación. Por un lado, a pesar de que se caracterizó como un libro “no para la academia o especialistas, un instrumento para la sociedad chilena”, al decir de Pinto, lo cierto es que esto contrasta con su actual valor de $39.000 CLP (49,29 USD). Aunque creemos que el resultado de la edición lo vale, en vez de ofrecer “tres libros en uno” como planteó el mismo, se podría haber optado por opciones que abaratasen su coste, una condición inexcusable al momento de acercarlo al público general.

Por otro lado, percibimos una interpretación —ya sea por clara reivindicación u omisión— en torno a la Convención Constitucional como desenlace o cristalización de la revuelta. Consideramos esto como un grave reduccionismo en el que suelen incurrir tanto el gobierno como los practicantes (parlamentarios, un sector importante de partidos políticos también extraparlamentarios y dirigentes sociales) de una práctica política que busca ser abolida.

En ningún caso se trata de renunciar al mejoramiento en las condiciones de vida de las y los trabajadores que probablemente signifique una nueva constitución, sino que, mantener la misma solo como un punto de apoyo, un eslabón si se quiere, que facilite la subversión del orden social existente. Por ello, llama la atención que el foco sea la convención sin tocar lo concerniente a la movilización popular todavía en curso —desde la protesta hasta la organización territorial y sectorial—, a pesar de la represión sistemática y el encarcelamiento, y especialmente en el lanzamiento de un libro de la Unidad Popular, la que a pesar de todas sus luces, nos demostró de diversas formas los límites de la institucionalidad.

Por Ignacio Andrés
América Leatina desde Abajo
San Bernardo, Santiago de Chile, 11 de noviembre de 2021

Notas

[1] Editora. Titulada en Pedagogía en Historia, Universidad Raúl Silva Henríquez. Cofundadora de LOM ediciones (1990). Cofundadora y subdirectora de la Revista Rocinante, publicación mensual de cultura y política (1998- 2005). Miembro de la primera red de Editores Independientes de Hispanoamérica (2000). Cofundadora de la Asociación de Editores de Chile (2001). Fuente: https://lom.cl/pages/comite-editorial

[2] Poblador de Lo Hermida y profesor de Historia. Integrante del Taller de Memorias Populares Lo Hermida (https://www.instagram.com/historiaymemoriaslohermida/) y del Núcleo de Historia Social Popular de la Universidad de Chile (https://historiasocialpopular.cl/).

[3] Licenciada en Educación en Historia y Geografía (2000) y Magíster en Historia, mención Historia de Chile (2005) por la Universidad de Santiago de Chile. Obtuvo el Doctorado en Historia, mención Historia de Chile, por la Universidad de Chile (2007) y realizó el Posdoctorado en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile (2009). Fuente: https://historia.usach.cl/cristina-moyano-barahona


[4] Premio Nacional de Historia (2016). Director del Programa de Doctorado en Historia de la Universidad de Santiago de Chile y se ha desempeñado como Académico del Departamento de Historia de esta Universidad desde la década del ochenta, ejerciendo docencia en diferentes Universidades nacionales y extranjeras. Es parte del Comité Científico de la revista Historia y del Comité Editorial de LOM, siendo el encargado de la Colección Historia de esta última editorial. Ha sido evaluador de manuscritos para la Duke University Press (2013) y la Oxford University Press (2014), y es integrante del Comité de Humanidades de la CNA desde el 2013. Fuente: https://historia.usach.cl/julio-pinto-vallejos


[6] Trazado que en Santiago y otras ciudades importantes del país que, según se señaló, en tres años de gobierno inconcluso valió la construcción de 158.628 viviendas de calidad, con un promedio anual de 52.876 casas que contrasta con el total de casas construidas bajo el gobierno de Alessandri y de Frei.


5 nov 2021

Y el zapatismo se hizo a la mar n°2; Encuentro con Hernán Ouviña

A principios de septiembre nos reunimos con Hernán Ouviña[1], quien además de observar las implicancias de la gira zapatista en curso y la actual inestabilidad hegemónica en Latinoamérica, también delineó algunos posibles escenarios ante la crisis civilizatoria y, por consiguiente, la urgencia de romper con ciertos síndromes de la izquierda, entre otros aspectos.

Imagen: Alejandra Espinoza Venegas (@alejandra.milena_)

En 2006 el EZLN lanzó “La otra campaña”, una iniciativa que, a partir de una pedagogía de la pregunta, recorrió el México profundo, oprimido y en resistencia. Tras una prolongada escucha fueron cartografiadas luchas en donde se identificaron las múltiples ruedas que hacen girar el perverso sistema del capitalismo: explotación, despojo de derechos y territorios, patriarcado, homofobia y xenofobia, militarización y violación sistemática de los derechos humanos.

Las experiencias retratadas develaron algo vital que a veces solemos olvidar. No solo las distintas formas de desprecio coincidían, sino que implicaron en muchos casos una autoafirmación que devino en organización y movilización, del mismo modo que las nuevas formas de represión del mal gobierno conllevaban nuevas formas de defensa comunitaria. Conforme la iniciativa zapatista siguió su curso, nos demostró la posibilidad de realizar una plataforma unitaria que permitiera la articulación de diversas organizaciones, sin la búsqueda de homogeneidad, hegemonía o vanguardismo alguno. Un proceso en donde la diversidad es una potencia para los espacios transversales que lo componen. Después de todo, debemos perderle el miedo a la unidad.

Lo anterior, como sabemos, es más difícil decirlo que hacerlo. La enorme capacidad de reinvención y cuasi-omnipresencia del capitalismo —presentes en la metáfora de la Hidra capitalista planteada por el zapatismo— remite también al hecho de que tenemos introyectado el sistema. Por ello, debemos acabar con la subjetividad neoliberal que nos ha condicionado desde nuestra infancia y organiza gran parte de nuestra cotidianeidad. Esto lo demuestra la crisis actual, en donde a las revueltas populares se ha sumado una pandemia (un orden que ha sido alterado en algunos casos como Colombia) con trágicas consecuencias. Con todo, no hay que olvidar que, al decir de Gramsci, las crisis pueden servir de escuelas a cielo abierto.

Él mismo plantea en los Cuadernos de la Cárcel que “la crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados”[2]. Es decir, una crisis orgánica no garantiza por si sola una movilización popular que transforme la sociedad hacia la izquierda. Por el contrario, como nos demuestran las sociedades contemporáneas latinoamericanas, las crisis pueden ser respondidas desde arriba y terminar asumiendo una forma regresiva, toda vez que los miedos e incertidumbres facilitan el ascenso de gobiernos fascistoides. Y es que ante izquierdas institucionalizadas que se posicionan tibias e izquierdas sectarias que se arrinconan, las derechas de retórica “antisistémica” toman fuerza y se buscan posicionar como tercera fuerza.

Boaventura de Sousa Santos en su Reinventar la democracia formula un nuevo fascismo, el societal. Este no supone “un regreso al fascismo de los años treinta y cuarenta. No se trata como entonces, de un régimen político sino de un régimen social y de civilización. El fascismo societal no sacrifica la democracia ante las exigencias del capitalismo sino que la fomenta hasta el punto en que ya no resulta necesario, ni siquiera conveniente, sacrificarla para promover el capitalismo. Se trata, por lo tanto, de un fascismo pluralista y, por ello, de una nueva forma de fascismo”[3].

Además del neofascismo, otro de los escenarios pospándemicos para la crisis civilizatoria presente es la aparición del estatismo autoritario, diferente al Estado fascista, puesto que supone una derrota histórica previa del movimiento popular. Involucra todo un dispositivo institucional preventivo frente al ascenso de las luchas populares y los peligros que representa para la hegemonía. Se trata de una ruptura interna, un desdoblamiento entre un Estado oficial y un dispositivo paralelo de intensificado control estatal de cada esfera de la vida socioeconómica, combinado con el agudo declive de las instituciones políticas democráticas y una restricción multiforme de las llamadas libertades formales.

Latinoamérica también evidencia que el neoliberalismo no es un recetario de política económica, remite a una integralidad que va más de allá de un menor o mayor intervencionismo del Estado. Durante el ciclo progresista se sostuvo que, reemplazando la élite gubernamental de derecha por un partido o coalición progresista, se podía superar este sistema y se acuñó el concepto de “posneoliberalismo”. Pero esta idea está lejos de ser cierta. Es cuestión de observar cómo el consumo y endeudamiento (dos de los pilares del neoliberalismo) se mantuvieron —o aumentaron significativamente en algunos casos— bajo la gestión de los gobiernos progresistas.

Del mismo modo, hay que diferenciar gobierno de Estado y a este último, de aparatos estatales. La experiencia de la Unidad popular lo demuestra trágicamente. El Estado no es un aparato neutral, está constituido históricamente con una lógica expansionista y colonial sobre los pueblos indígenas que lo anteceden y es también un órgano de dominación de clase, moldeado a su necesidad por la oligarquía, la burguesía y los terratenientes. Del mismo modo posee un sesgo de raza y género en su funcionamiento, ya que su materialidad está conformada por mecanismos de selectividad que encauzan y aseguran la dominación de una minoría específica, independientemente del gobierno de turno.

Para Hernán la revuelta que comenzó en 2019 en Chile no es algo del todo impredecible —sí en cuanto a radicalidad, de eso no hay duda— si observamos los ciclos y relevos generacionales y sectoriales de lucha en el país. Lo que antes era un techo infranqueable (como la exigencia de una nueva constitución) es hoy un piso movedizo.

Del mismo modo, Chile es solo un campo de luchas en un sistema de dominación múltiple que se conforma por el capitalismo, la colonialidad y el heteropatriarcado, no solo como nación, sino que a escala global. Por lo que la revuelta es parte del reanudamiento de lo que Hernán y Mabel Thwaites denominan Ciclo de impugnación al neoliberalismo o CINAL. Un proceso de movilización que arranca con movilizaciones de alta envergadura como el Caracazo en Venezuela (1989), Inty Raymi en Ecuador (1990), el Levantamiento Zapatista en México (1994), la Crisis del 19 y 20 de diciembre en Argentina (2001) y la Guerra del agua y del gas en Bolivia (2000-2003) que conforman la fase societal de dicho ciclo, la que precede y facilita la fase gubernamental, reconocida comúnmente como “ciclo progresista”.

Los autores prefirieron caracterizar dicha etapa como CINAL, para expresar su naturaleza fluida y en disputa, e incluir no solo los rasgos comunes y más prototípicos de los distintos procesos —más allá de sus especifidades nacionales— sino su impacto sobre el conjunto de la región, contemplando los Estados más anclados en el neoliberalismo. Y para incorporar también las luchas antineoliberales que conforman la fase socio-política del ciclo, diferenciada de la gubernamental[4].

El auge del CINAL, en su fase gubernamental, comienza con la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999 y culmina con su muerte, en 2013. Mientras la crisis se agudizaba, como resultado de los cambios drásticos en el escenario económico mundial, las correlaciones de fuerzas variaron a favor de gobiernos y fuerzas de derecha. Sin embargo, la disputa social y política de los sectores populares no permitió la consolidación de la ofensiva derechista y ya desde 2019 se advierte una nueva ola de protestas y levantamientos populares, que muestran que la fase societal del ciclo no concluyó.

Nos encontramos en un momento constitutivo a escala continental que a los sectores movilizados nos cuesta distinguir y analizar. Aunque nos pese, debemos asumir que poseemos una cierta indeterminación estratégica ante la inestabilidad hegemónica en la región. Sabemos lo que no queremos, reconocemos las estrategias caducas, pero no tenemos certeza de qué estrategia desplegar. Con todo, nos encontramos frente a tres escenarios: neofascismo societal, estatismo autoritarismo —los que revisamos anteriormente— o una alternativa civilizatoria, emancipatoria e integral.

Si optamos por la última es menester romper con ciertos síndromes. Primero, con el del “bicho-bolita”, esto es el ensimismamiento y autocomplacencia ante la incertidumbre y riesgos que supone la organización política por fuera de nuestros círculos orgánicos, sectoriales, etarios o, en definitiva, de afinidad. Luego, con el del martillo, aquella herramienta que parece imprescindible para todo (y en función de la cual todos los problemas se parecen a un clavo), cuando la historia nos demuestra que las más de las veces precisamos de una caja de herramientas para construir y reparar. Y, por último, con el del conductor, aquél que exige que se respete la norma de “no molestar” mientras maneja, lo que como sabemos, le ha salido más que caro a las coaliciones y partidos que han asumido gobiernos en la última época.

Puede que, en un tiempo no muy lejano, la gira zapatista, que se propone recorrer los cinco continentes, arribe a nuestras tierras. De ahí que, desde los espacios locales, se convoque y llame a todas las organizaciones e individualidades de abajo y a la izquierda, para que comiencen a preparar su recibimiento. Desde ya, seguiremos aprendiendo a remar e inflar las velas y a no solo mirar los horizontes que podemos alcanzar aquí cerquita de todas.

Por Ignacio Andrés
América Leatina desde Abajo
San Bernardo, Santiago de Chile, 3 de octubre de 2021

Notas

[1] Politólogo, doctor en ciencias sociales y educador popular. Profesor de la Carrera de Ciencia Política e Investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe de la Universidad de Buenos Aires. Ha participado de diversas iniciativas de educación popular y coordinado talleres de formación junto a movimientos sociales y sindicatos de base de Argentina y América Latina. Es autor y compilador de libros y materiales centrados en el pensamiento crítico y la realidad latinoamericana, entre ellos Zapatismo para principiantes, que en su edición de Era Naciente (2007) puede descargarse aquí: https://cosal.es/wordpress/wp-content/uploads/2016/12/zapatismo-para-principiantes.pdf

[2] Lo cierto es que al momento de redactar esas líneas Gramsci se refería más al giro ultraizquierda del partido comunista italiano, que vaticinaba una revolución en la región y descartaba así la lucha institucional en contra del régimen de Mussolini, que al ascenso del fascismo propiamente tal. Para revisar más al respecto: https://vientosur.info/wp-content/uploads/spip/pdf/13-_fenmenos_morbosos-_gramsci_se_aplica_en_la_actualidad.pdf

[3] Sousa Santos, Boaventura de, Reinventar la democracia. Reinventar el Estado, Ecuador, Ediciones Abya-Yala, 2004. Digitalizado en https://biblio.flacsoandes.edu.ec/catalog/resGet.php?resId=48027

[4] Ouviña, Hernán y Thwaites Rey, Mabel (edit.) Estados en disputa. Auge y fractura del ciclo de impugnación al neoliberalismo en América Latina, El Colectivo-CLACSO, Buenos Aires, 2018. Digitalizado en http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20190207045344/Estados_en_Disputa.pdf. Bautista, Carolina; Durand, Anahí y Ouviña, Hernán (edit.) Estados alterados. Reconfiguraciones estatales, luchas políticas y crisis orgánica en América Latina, Muchos Mundos Ediciones-CLACSO, Buenos Aires, 2020. Digitalizado en https://muchosmundosediciones.wordpress.com/2021/01/06/estados-alterados/

3 nov 2021

El tren de cuerda: del convencionalismo a la autenticidad

Cuando en 1976 aparecieron publicados por primera vez los dos relatos breves El tren de cuerda y El parque, los críticos confirmaron el juicio de que Adolfo Couve, sin duda, era un buen escritor y su nombre había que tenerlo en cuenta dentro del panorama de la narrativa chilena más actual.

Alone lo calificó como alguien simplemente “fuera de línea” e Ignacio Valente dijo de él que:

Ningún escritor, en nuestra literatura, es más ajeno a modas, corrientes, tendencias, que Adolfo Couve. Dentro del panorama nacional se yergue solo, solitario, sin influencias visibles, sin dejos de lectura […]. No se parece a nadie. Tampoco es que practique un culto consciente por la originalidad. Simplemente escribe de otra manera, se diría que intemporal, utópica y acrónica.[1]

Nacido en Valparaíso en 1940, se declara “ex-pintor”, pues habiendo incursionado en la plástica en sus primeros tiempos de artista, y siendo actualmente profesor de Estética e Historia del Arte, se ha decidido definitiva y conscientemente por la literatura.

Sus inicios en la narrativa se remontan al año 68 (su primera publicación fue un libro de poemas, Alamiro, Editorial Universitaria, 1965), cuando afectado por los cambios universitarios de la época, escribió su primera “nouvelle” o relato corto, En los desórdenes de junio (Editorial Zig Zag, 1969). Le siguió luego El picadero (Editorial Universitaria, 1970) y, en una época de crisi con respecto a la edición de autores chilenos, la Galería Epoca publicó El tren de cuerda y El parque, en una sobria pero digna edición.

Más tarde apareció otra “nouvelle” de este díscolo escritor que seguía sorprendiendo: La lección de pintura, gracias al esfuerzo —dicho sea de paso— de la empresa privada por cooperar con la publicación de autores nacionales. Su ´última novela editada es El pasaje y La copia de yeso (Planeta, 1969).

Ciertamente, Couve es un autor que se encuentra hoy en plena vigencia creativa y su figura, extraña y displicente, señala, en las postrimerías del siglo, una vuelta a la narrativa clásica, si es que podemos decirlo así. Se acabaron los retruécanos del narrador, los monólogos interiores, la bien llamada “corriente de la conciencia”; aparece una prosa pura, un lenguaje preciso y elocuente —admirable— y un argumento claro. Interesante resulta este fenómeno si pensamos que el autor se inscribe en la más nueva generación de escritores, la del 70, aquella supuestamente hija de tanto vanguardismo del “boom”.

Couve, en contraposición a estas tendencias, ha manifestado insistentemente la objetividad que pretende alcanzar con el arte, porque para él, como para muchos, el arte es una realidad que debe estar fuera del tiempo. Asegura asimismo que no cree en los estilos y que “quizás volver al pasado en lo temático y en el lenguaje sea realmente lo vanguardista”. De qué manera Couve logra plasmar en su escritura esta objetividad es lo realmente genial de sus novelas. No se trata del antiguo Realismo, que más bien tiene que ver con lo temático, sino en la manera de narrar, en la especial disposición del narrador que no toma partido por nada, que no asume ningún punto de vista, solo insinúa y pasa. El mismo ha explicado esto diciendo que: “Busco describir lo que veo. No entrego juicios ni doy consejos. Empleo la descripción lineal de lo presenciado. Nunca doy lecciones. Soy testigo de la realidad, a la cual transformo en obra de arte”.

Estas declaraciones, que en sí mismas valen solo como introspecciones intelectuales del autor, se ven plenamente realizadas en su escritura, la que se caracteriza, en primer lugar, por la brevedad de los relatos (ninguno alcanza más de 150 páginas) y por la efectiva impersonalidad del narrador, el que junto al magistral uso del lenguaje, son los protagonistas en la trayectoria novelesca de Couve.

En el caso de El tren de cuerda nos encontramos con una historia aparentemente sencilla: la infancia y desventuras de un niño de provincia, que primero vive con unos parientes lejanos en Valparaíso —donde no lo pasa muy bien— y luego con su madre y padrastro en una Quinta de Llay-Llay —donde lo pasa un poco mejor. El narrador nos cuenta todo esto sin ningún tipo de sentimentalismo, sin emitir juicios morales, sin actitudes intimistas. Solo describe. El retrato interior de los personajes, a veces, más parece un diagnóstico sicológico que los pasajes de una novela.

Sin embargo, el autor se traiciona. Su mano de artista y pintor se deja sentir invariablemente en sus escritos, su sensibilidad extraña nos cautiva y nos hace recorrer las páginas sin zozobra, arrojándonos un resultado global que supera con creces el argumento mismo y que no nos deja indiferentes. Veamos qué hay allí.

La infancia de Anselmo transcurre en dos ambientes: “La casa de Azuelos” y “La quinta de Madrazo” que son, asimismo, las dos partes constitutivas en que se divide la novela. El primero es una casa en los cerros de Valparaíso, donde vive el Almirante Federico Azuelos y su esposa Rosarito. El segundo es una quinta en Llay-Llay que perteneces al agricultor Julián Madrazo.

Ya en esta estructuración básica intuimos la dicotomía que se establecerá entre dos mundos diferentes, y que viene siendo el trasfondo esencial del relato.

Los personajes, supuestamente, nada tienen de grandiosos y más bien llevan vidas pequeñas; la acción transcurre limpia y ordenada. El elemento que une y resume novelescamente estos dos mundos es la infancia de Anselmo, representada en el tren de cuerda.

La diferencia más ostensible que se da en la novela es respecto a la apariencia física de los lugares. Aquí Couve hace gala de su mano de pintor al describirnos las cosas y la naturaleza, aspecto en el que ya había reparado Ignacio Valente al señalar que:

La intimidad que el autor niega a sus personajes la compensa con esa intensa carga subjetiva que impregna a las cosas, los objetos y, sobre todo, a la naturaleza.[2]

“La casa de Azuelos” es una casa pulcra y ordenada donde todas las cosas están en su lugar. Los muebles son antiguos y parecieran no estar hechos a la medida de seres humanos. Todo en ella destila un aire frío y ausente. El jardín, de artificioso cuidado, se nos describe con “senderos de ripio amarillento, cuyos trazados caprichosos iban enmarcando los espacios decorados con flores y pasto…”, en tanto “… al fondo del sitio […] existía un trecho de tierra que la señora Rosarito destinaba al cultivo de amapolas […], que transparentaban su color y su veneno al sol durante el día. Se ingresaba a través de una verja endeble y había que circular con dificultad entre las hileras de flores que se afirmaban en diminutas empalizadas de madera”.

En oposición a esta naturaleza cautiva y venenosa, que produce más agobio que placer, la quinta de Madrazo la percibimos de manera radicalmente distinta: “El parque que rodeaba la casa de puntiagudos techos era aparentemente una ruina. Las palmeras, antes podadas y en sucesión casi simétrica, hermoseando la avenida que conducía a los escalones de la terraza, ahora servían de sostén a las enredaderas que habían trepado hasta sus cimas, desvirtuando sus formas, uniendo unas palmeras con otras, formando masas de una flora híbrida”.

En definitiva, se trata de la oposición entre lo interior o cultural y lo exterior, léase lo natural. Ambas descripciones adquieres en la progresión del relato la forma de una sutil paradoja, pues yendo al interior de los personajes que habitan cada mundo, hay un cruce evidente de apariencias.

El Almirante Federico Azuelos y su esposa Rosarito son seres patéticos en su convencionalismo y grotescos en su actuar. Ambos viven un matrimonio sin amor y sin hijos, sellado por la monotonía y la incomunicación. Todo intento amoroso en este mundo adquiere la trágica mueca de la hipocresía, tanto en la relación entre ellos como en el resto de los personajes —la tía Fidela, los sobrinos, la empleada de correos y hasta el mismo Anselmo— no hay más que un intento frustrado de afectividad y aventura. En este mundo, Anselmo vive víctima del desamparo y desamor.

En la quinta del agricultor Julián Madrazo, el ambiente sicológico que envuelve a los personajes se opone totalmente al aire de abandono que rodea a la propiedad, partiendo por la figura de su dueño, conocido por sus historias de amor y su risa explosiva y contagiosa. En su espíritu ramplón, forjado a fuerza de lugares comunes, hay cabida para la ternura e ingenuidad. Desde la entrada novelesca a este mundo advertimos un espacio de mayor autenticidad y comunicación e intuimos una existencia más feliz para Anselmo.

Toda la segunda parte de la novela será un juego de contrastes entre un mundo y el otro, los que se revelan a través de una serie de detalles argumentales y descriptivos.

Observemos, por ejemplo, a Matilde, la madre de Anselmo, quien al ir a buscarlo donde Azuelos para llevárselo a vivir con su futuro marido, ya no viste el llamativo traje de seda amarillo, para “disimular la pena”, sino que uno mucho más sobrio de dos piezas. Más adelante, y ahora explícitamente, cuando Anselmo y Matilde van llegando a la quinta, se señala que ésta “…sonrió al observar el contraste entre ese chofer impecable y el mundo que guardaba esa verja”.

Si anteriormente veíamos a la mujer de Azuelos como un ser ávido de maternidad malsana, Matilde es una mujer dulce y querida por todos los niños del lugar, quien ha sabido dar la calidez que faltaba a la casa al tiempo que rescatar la felicidad para Julián y Anselmo, “los dos hombres a quien tanto amaba”.

En definitiva, este cruce de apariencias, esta paradoja entre lo ordenando y convencional que redunda en amargura e incomunicación, y lo libre y espontáneo, que implica autenticidad y felicidad, podría ser el trasfondo valórico propuesto por Couve, el que se reafirma en la lectura de sus otras novelas. ¿Puede haber objetividad entonces al sugerir algo así? El lector juzgará por sí mismo tras leer la novela, ésa es la gracia de la literatura.

M. M. B.

Imagen recuperada de https://www.goodreads.com/book/show/34728707-el-tren-de-cuerda

[1] El Mercurio, Santiago de Chile, 2 de febrero 1977.
[2] Id.

Extraído de El tren de cuerda, Adolfo Couve. Pehuén Editores, 1991.
Transcrito por Ignacio Pardo, 3 de noviembre de 2021.

1 nov 2021

Y el zapatismo se hizo a la mar n°1; Encuentro con Carlos Aguirre Rojas

Hace algunas semanas nos reunimos con el destacado y comprometido pensador Carlos Aguirre Rojas[1], quien interpretó la naturaleza del zapatismo, su contingencia y relevancia local y global, aprovechando además de referirse a la actual gira europea.

Imagen recuperada de https://radioalmaina.org/2021/07/07/gira-del-ezln-por-europa/

¿Qué es el zapatismo? Para Carlos es el primer movimiento a nivel mundial que además de anticapitalista, se declaró oficialmente antisistémico. Todo esto enmarcado esto en la crisis terminal del capitalismo y la caída del muro de Berlín que rompió con la ilusión de los socialismos nacionales.

¿Cuál es la diferencia entre capitalista y antisistémico? Desde el siglo XIX que los movimientos sociales y nacionales luchan contra la burguesía y el Estado capitalista con la denominada “estrategia en dos pasos”, que Immanuel Wallerstein define como aquella que busca “primero, ganar el poder dentro de la estructura estatal; y segundo y solo después, transformar el mundo”[2]. La concepción y ejercicio de poder zapatista rompe con dicha estrategia y hunde sus raíces con la idea de autogobierno popular de la Comuna de París.

Desde su aparición pública el movimiento zapatista plantea una lucha de carácter universal e innovador reúnen en trece demandas: tierra, trabajo, alimentación, vivienda, salud, educación, independencia, democracia, libertad, información, cultura, justicia y paz.

Posteriormente se refirió brevemente a la historia zapatista, en donde encontramos una primera fase clandestina (1983-1993) en donde una izquierda surgida al alero del 68 se funde con la cosmovisión maya en clave rebelde.

La aparición pública tiene lugar con el levantamiento de 1994 en donde se le impone un diálogo al gobierno mexicano, y comienza el vínculo con la sociedad civil. Desde aquel entonces se han emitido seis declaraciones que condensan los programas zapatistas de cada período, con sus respectivas contingencias. Escuetamente podemos definir la primera (1994) como una declaración de guerra al Estado Mexicano. La segunda (1994) como una convocación a la sociedad civil. La tercera (1995) como un llamado a crear un Movimiento de Liberación Nacional. La cuarta (1996) como la formalización del Frente Zapatista de Liberación Nacional. La quinta (1998) como la Consulta Nacional, un diálogo con todos los sectores rebeldes de la sociedad. Por último, encontramos la sexta (2005), que por entre otros aspectos marca el comienzo de “La Otra Campaña” que emplazó a las organizaciones de abajo y a la izquierda[3] a vincularse. Lo resultante fue “La sexta”, una red de redes en donde el movimiento y las organizaciones adherentes de México y el mundo se organizan hasta el presente.

La actual gira zapatista[4] deja las comunidades en plena pandemia —en la que los Estados compiten para ver cuál es más incompetente— para enfrentar la modernidad capitalista y sus problemas globales, en aras de conformar una nueva red de redes mundial que desplace a plataformas caducas o tibias, como lo es el foro social mundial, hoy por un hoy un coro acrítico de gobiernos progresistas.

Entre las múltiples actividades que suponen la gira zapatista en Europa, Carlos destacó la que tendrá el 13 de agosto, a propósito de los 500 años de la supuesta conquista de lo que hoy es México. Día en donde la delegación zapatista estará en Madrid “no para amenazar, reprochar, insultar o exigir. No para demandarle que les pidan perdón. No para servirles ni para servirnos. Vendrán a decirle al pueblo español dos cosas sencillas: Uno: Que no las conquistaron. Que siguen en resistencia y rebeldía. Dos: Que no tienen por qué pedir que les perdonen nada.”[5] Esto a propósito de la petición de perdón de AMLO al rey de España y el Papa[6] que tuvo lugar hace algún tiempo pero que, de modo perspicaz, busca vincular los pueblos rebeldes de ambos continentes.

Con el afán de mantener la autoformación en torno al movimiento zapatista, dejamos dos textos que consideramos claves en la introducción a su historia y contingencia. Por un lado “EZLN: 20 y 10, el fuego y la palabra” de la compañera Gloria Muñoz Ramírez[7], y por otro, “Zapatismo para principiantes”[8], con textos del compañero Hernán Ouviña e ilustraciones de Héctor Sanguliano (Sanyú).

Para mantenerse al día de los comunicados e información del EZLN es fundamental seguir a Enlace Zapatista[9]y para estar al tanto de las noticias de este y las organizaciones adherentes a La Sexta, a la Radio Zapatista[10], colectivo de medios libres surgido en el 2006 al alero de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y la Otra Campaña.

Puede que, en un tiempo no muy lejano, la gira zapatista, que se propone recorrer los cinco continentes, arribe a nuestras tierras. De ahí que, desde los espacios locales se convoque y llame a todas las organizaciones e individualidades locales, de abajo y a la izquierda, para que comiencen a preparar su recibimiento. Desde ya, seguiremos aprendiendo a remar e inflar las velas y a no solo mirar los horizontes que podemos alcanzar aquí cerquita de todas.

Por Ignacio Andrés
América Leatina desde Abajo
San Bernardo, Santiago de Chile, 30 de julio de 2021

[1] Carlos Aguirre es investigador titular del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, con estudiaos en Economía e Historia. Es Director de la revista Contrahistorias. La otra mirada de Clío, desde el 2003 y miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México desde 1988. Recibió el Premio Universidad Nacional en el Área de Investigación en Ciencias Sociales en 2013. Con Editorial Quimantú publicó en el 2015 Antimanual del buen rebelde. Guía de la contrapolítica para subalternos anticapitalistas y antisistémicos y Mandar Obedeciendo. Las lecciones políticas del neozapatismo mexicano. En 2017 se publicó Antimanual del Mal Historiador o ¿cómo hacer hoy una buena historia crítica? y Movimientos antisistémicos y cuestión indígena en América Latina. Una visión desde la larga duración histórica en 2018, los que fueron lanzados el mismo año durante los “Semilleros de rebeldía” que tuvieron lugar entre Santiago y Valparaíso. Podemos hallar una reseña en https://www.quimantu.cl/noticia/la-historia-como-arma-cargada-de-futuro-2/. En 2019 durante el “América Leatina desde Abajo” fue lanzado La tierna furia. Nuevos ensayos sobre el neozapatismo mexicano.

[2] Historia y dilemas de los movimientos antisistémicos (en prensa). Immanuel Wallerstein.

[3] Las declaraciones se encuentran íntegras aquí: https://radiozapatista.org/?page_id=20278


[5] Extraído del Comunicado del comité clandestino revolucionario indígena-comandancia general del ejército zapatista de liberación nacional (5 de octubre del 2020): http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2020/10/05/sexta-parte-una-montana-en-alta-mar/

[6] Que España y la Iglesia se disculpen por agravios en la Conquista: AMLO: https://www.jornada.com.mx/2019/03/26/politica/003n1pol

[7]En su edición de La Jornada Ediciones (2003) puede descargarse aquí: https://tierrayterritoriomadrid.files.wordpress.com/2017/03/munoz-ezln-20-y-10-el-fuego-y-la-palabra.pdf.

[8] En su edición de Era Naciente (2007) puede descargarse aquí: https://cosal.es/wordpress/wp-content/uploads/2016/12/zapatismo-para-principiantes.pdf


18 may 2021

Apuntes de “Marxismos de Nuestra América”

El sábado 15 de mayo comenzó el seminario virtual “Marxismos de Nuestra América”, a cargo de Hernán Ouviña e impulsado por la plataforma educativa Milorillas[1]. La instancia fungió de introducción para un nuevo período de formación, entregando algunas experiencias, obras y autores fundamentales al momento de abordar a Marx desde nuestra región, que aprovecha la actual coyuntura de crisis como método de conocimiento, al decir de René Zavaleta. Hubo un énfasis particular en la Comuna de París y dentro de lo posible, nos referimos a la actual situación colombiana[2].

Sin duda uno de los textos señeros al momento de analizar la obra de Marx desde la región es “Nuestra América” (1891)[3] de José Martí, no tanto porque revise al pensador alemán —a quien no se referirá sino de manera póstuma—, sino porque desde ya supone un tratamiento a contrapelo desde nuestras fuentes, tradiciones, controversias e identidad latinoamericana, siendo Martí uno de los más célebres depositarios de esta. Es en este texto donde el apóstol cubano señala: “La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas de acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria”.

Lo anterior no es menor si consideramos que comúnmente situamos temporal y geográficamente el nacimiento de la democracia y el pensamiento filosófico en Grecia. La misma democracia de la que por cada ciudadano libre se contaban decenas de esclavos y en donde las mujeres y extranjeros carecían de cualquier derecho político o jurídico. Algo parecido ocurre con la Revolución Francesa, que suele figurar como la apertura de una nueva era de libertades para la humanidad, pero cuya falsa universalidad fue denunciada por la Revolución Haitiana que acabó con el brutal régimen colonial del que Francia no quería restarse.

Así y todo, ¿qué hay de vital e imperecedero en el marxismo? No puede desconocerse cierto daltonismo en Marx en ciertos análisis, ya sea por una cuestión de época o por antonomasia del genio militante de Tréveris. Con ello se hace referencia, por ejemplo, a la óptica eurocéntrica, la concepción histórica etapista unilineal o la consideración apologética del capitalismo que podemos hallar en sus primeros escritos u otras orientaciones que, sin examinarse como errores complementarios y partes de un todo de su voluminosa obra, implicaron en Latinoamérica (y siguen haciéndolo en algunos casos) la mitigación, en el mejor de los casos, de su potencial revolucionario.

Habrá ciertamente autores que, a pesar de ubicarse en el Norte Global, elaborarán su obra y accionar desde la periferia. Nos referimos a Rosa Luxemburgo o Antonio Gramsci, cuyas vidas —principalmente en el caso de Rosa— encarnaron opresiones de diversa índole.

Junto a lo anterior encontramos en Marx la apreciación, primero de la burguesía y más tarde del proletariado, como clases revolucionarias predilectas al momento de transformar la sociedad, relegando de este papel a otros sectores sociales existentes en los países más económicamente avanzados de Europa occidental y por sobretodo, fuera de esta.

Pero serán precisamente las experiencias revolucionarias cercanas al pensador las que harán que la rueda del pensamiento de Marx se abolle, y comience a rodar enérgicamente, hasta nuestros días. Nos referimos e las revoluciones de 1848 y principalmente a la Comuna de París, considerada como parteaguas de su pensamiento.

Los meses tras la derrota de la experiencia comunera envolvieron a Marx en un intenso trabajo que le supuso la redacción de miles de páginas y en donde no publicó bajo su firma nada. A partir de esta, por entre otros aspectos, dejará de exponer al proletariado urbano como único sujeto revolucionario.

De esta experiencia se destacó varias mujeres. Por un lado, Elizabeth Dmitriev (1851-1910)[4], delegada de la AIT en la sección rusa, que conectará a Marx con las comunas rusas. Por el otro, Vera Zasúlich (1851-1919)[5], revolucionaria clandestina que a partir de la vitalidad de estas formas comunales en territorios rurales, le consultará a Marx si las penurias de la revolución industrial descritas en El capital son parte de un derrotero inevitable para el desarrollo de una nueva sociedad.

Asimismo, se mencionó la participación de Louise Michael (1830-1905), dinamizadora del proceso comunal en París como mujer, pedagoga y miliciana, quien desde el anarquismo aportará una de las experiencias más novedosas del pensamiento crítico decimonónico[6].

En la actualidad ya no podemos disociar ni jerarquizar las luchas contra con el capitalismo, el heteropatriarcado y la colonialidad. Toda relectura de la obra de Marx y otras obras, implica por ello, encargarse de estos aspectos. De ahí que el aporte de Marx no esté acabado. Asimismo, está lejos de ser el único. Esto es parte de la tensión entre brújula e itinerario que señalará Mariátegui y que revisaremos más adelante.

Imagen 1. Manifestantes durante los últimos días de la Comuna de París de 1871. Recuperado de https://jacobinlat.com/2021/03/18/la-comuna-de-paris-les-enseno-a-los-bolcheviques-a-triunfar/

Por Ignacio Andrés 

América Leatina desde Abajo 

San Bernardo, Santiago de Chile, 17 de mayo de 2021



[1] Milorillas es una iniciativa que surge en 2020 de la mano de las cooperativas Factorial (Argentina) y CIC (Uruguay), las que, de forma multidisciplinaria y a través de la asistencia técnica, la educación y la investigación, aportan a la gestión y contribuyen a la mejora de cooperativas, pymes y organizaciones de la Economía Social, Solidaria y Popular. Fuente: https://milorillas.coop/mod/page/view.php?id=10

[2] Recomendamos “Colombia en Paro Nacional, ¿qué y quién negociará?” de : https://revolucionesdotnet.wordpress.com/2021/05/11/colombia-en-paro-nacional-que-y-quien-negociara/

[4] Militante de la Internacional Socialista se asienta en París desde donde le envía descripciones detalladas de los eventos de 1870 a Marx, de quien es cercana. Durante la Comuna de 1871 organizará la Unión de Mujeres para la Defensa de París y el Cuidado de los Heridos, como rama de la Internacional Socialista. Fuente: https://www.encyclopedia.com/women/encyclopedias-almanacs-transcripts-and-maps/dmitrieff-elizabeth-1851-1910

[5]  De origen modesto, durante su juventud se involucra con diversos grupos revolucionarios rusos. Fue cofundadora del Grupo para la Emancipación del Trabajo que introduce la obra de Marx, Engels y otros socialistas en Rusia, sentando las bases del movimiento socialdemócrata del que formará parte Lenin y otros. Algunas de sus obras pueden hallarse en https://www.marxists.org/espanol/zasulich/index.htm

[6] Tras la derrota de la Comuna es deportada a la isla de Nueva Caledonia, colonia francesa oceánica en donde colabora con su lucha independentista, estudia la fauna y la flora de la isla y tras acercarse al pueblo autóctono canaco, aprende su lengua y desarrolla una labor educativa, además de tomar partido en su revuelta de 1878, a diferencia de muchos otros deportados comuneros allí residentes. Adjuntamos una versión digitalizada de “La Comuna de París. Historia y recuerdos” (1898): https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Louise%20Michell%20-%20La%20comuna%20de%20Par%C3%ADs.pdf

14 may 2021

Apuntes de “Articulando formaciones”, primera jornada

Este sábado 8 de mayo tuvo lugar la primera jornada de una nueva versión de  Escuela Nuestramericana “Articulando Formaciones”, iniciativa gestada por diversas organizaciones latinoamericanas[1] que comparten la necesidad de un espacio de formación y diálogo en la región. En esta ocasión hubo dos presentaciones, una sobre la Revolución Rusa a cargo de Aldo Casas de la Revista Herramienta[2] y otra sobre la Revolución Mexicana, a cargo de Jóvenes ante la Emergencia Nacional[3]. El presente texto apunta a resumir las principales ideas vertidas en el encuentro.

Imagen 1. En el arsenal (1928). Diego Rivera. Recuperado de https://es.artsdot.com/@@/8BWNXQ-Diego-Rivera-Arsenal-La-distribuci%C3%B3n-de-armas

Existe cierta similitud entre nuestra época y los comienzos del siglo XX, en donde se fraguan las dos revoluciones que veremos a continuación. Por un lado, tenemos una crisis capitalista mundial, y por otro, de manera fácil de asimilar, la presunta imposibilidad de la revolución, sostenida constantemente por diversos medios de comunicación y punto de coincidencia en las discusiones que tienen lugar en los espacios de vínculo social. Cuestión presente no solo para las derechas, sino que también para las izquierdas que siguen buscando a ciegas un cambio gradual, encuadrado en la institucionalidad y reticente de la iniciativa popular. Pero se trate de ayer o de hoy, las revoluciones parecerán siempre imposibles hasta que se revelen inevitables.

Lo anterior estuvo presente a su manera en diversos procesos tales como la revolución mexicana, iniciada en 1910, la china de 1911 y en Rusia, tanto en la experiencia malograda de 1905 como en 1917, cuya abnegada consecución conmocionará al mundo.

Sobre esta última Aldo planteó algunas ideas que resumiremos a continuación.

Para 1917 el imperio ruso era una auténtica cárcel de pueblos, una potencia militar de envergadura, aunque tecnológicamente atrasada, con un proceso industrial reciente y dependiente. Mantenía un gobierno presidido por un zarismo anacrónico y en descomposición, pero de una represión tal que obligaba a las diversas organizaciones de izquierda a desarrollarse en clandestinidad.

Con todo, el movimiento obrero no perdía su combatividad. Asimismo, un abundante campesinado cuya honda tradición comunitaria buscaba resistir al capitalismo en sus aldeas centenarias. Para Aldo la incomprensión de esto supondrá importantes errores al poder soviético posterior.

Es en febrero en donde la revolución adquiere sus rasgos definitorios, no en octubre como suele plantearse. El detonante, un llamado a huelga de las obreras textiles de Petrogrado, que aprovecharon la conmemoración del día internacional de la mujer para exigir paz y pan, lo que pronto arrastra al sector metalúrgico —donde se concentraba el trabajo político de los partidos, no así en el textil— y otros. La huelga pronto deviene en revuelta, la que, en alrededor de una semana, supone la abdicación del zar.

Por otro lado los soviets son retomados, mostrándose como un hervidero de ideas, resolución y gestión. Cuentan ahora con autoconfianza, legitimidad política y autoridad real. Son los que proveen y racionan los recursos para la población. También cuentan con poder militar: hay soldados y suboficiales presentes.

La situación supone un novedoso ejercicio de poder dual para la sociedad rusa: soviets y diputados burgueses se reúnen periódicamente en la Duma —una especie de cámara baja del parlamente en donde la cámara alta es conformada por ministros zaristas—, en donde buscan resolver la grave situación del país, aunque como sabemos, de manera opuesta. Estos últimos plantearon dos decisiones. Un apoyo crítico al gobierno y la desobediencia del ejército a oficiales no elegidos. Esto cambió en la práctica a la sociedad rusa. Por primera vez el pueblo siente y observa que es dueño de su futuro.

Comúnmente se da a entender que la revolución se realiza en octubre, conducida por el partido bolchevique, pero esto es una verdad parcial. A propósito de esto, Aldo,  en uno de sus documentos cedidos a la Escuela Nuestramericana, cita a Rabinowitch, quien por entre otros aspectos, la retrata como “un proceso paulatino desarrollado sobre el terreno de una cultura política profundamente arraigada en la población, así como de una amplia insatisfacción con los resultados de la revolución de febrero combinada con la fuerza del irresistible atractivo de las promesas de los bolcheviques: paz pan y tierra inmediatamente para los campesinos y una democracia de base a través de los soviet multipartidistas”.

Poco habría logrado el partido bolchevique sin revolucionarse a sí mismo, que firme en sus principios y flexible en la gestión política fue capaz de analizar de manera excepcional su coyuntura.

Sobre la Revolución Mexicana

Para Jóvenes ante la Emergencia Nacional hay más acuerdo sobre cuando comienza la Revolución Mexicana que cuándo termina. La línea cronológica expuesta abarca desde el levantamiento de Morelos hasta el periodo cardenista.

La revolución supone el término de la dictadura del general Porfirio Díaz (denominada también porfiriato) entre 1876 y 1911, que a través de la represión dota de la estabilidad suficiente al país —tras años de intervenciones extranjeras— para permitir el desarrollo de un capitalismo dependiente en México.

De los diversos llamados a levantamiento que se suceden en México en este período, destaca el de Francisco Madero en 1910, al que acudirá entre otros, Emiliano Zapata desde el Estado sureño de Morelos y quien pronto nota que las moderadas reformas de Madero no permitirían consumar la reforma agraria y alcanzar la justicia social.

En 1911 redacta junto a Otilio Montaño “El plan de Ayala”[4], que además de fungir como programa de acción para los alzados funda la identidad zapatista, cuya lucha por la tierra trasciende por entre los diversos movimientos en pugna durante la revolución, por fuera de las fronteras mexicanas inclusive y hasta el presente.

Durante la revolución se sucederán una serie de gobiernos esporádicos, elegidos mediante elecciones o a través de golpes de Estado. En 1917 se establecerá una nueva constitución, considerada como una de las más progresistas de su época. No será sino hasta el período de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) en donde se alcanza cierta estabilidad política en el país, realizándose los mayores esfuerzos estatales por consumar la reforma agraria zapatista.

La tentativa cardenista será moderada, obteniendo más éxito en cooptar al aguerrido movimiento campesino que en lograr las metas de la reforma, cuyo avance de hecho, será frenado en el gobierno posterior.

Al alero de la reciente revolución rusa tiene lugar la fundación del Partido Comunista de México. No obstante, la cúpula del mismo guardará poca relación con la revolución mexicana. Lo anterior es fundamental a la hora de entender la concepción sobre el proceso que prevaleció desde la propia izquierda, a lo que se suma el que, Diego Rivera, Siqueiros y otros muralistas de talla internacional, sobre todo a partir de su vínculo con la Secretaría de Educación Pública (en cuyo seno destaca la figura de Vasconcelos), promovieron una lectura racista que redujo la iniciativa indígena y popular en el proceso, así como su capacidad de ejercer el poder.

Del mismo modo se hizo hincapié en que Zapata poseía una concepción distinta del poder, siendo su negación al ejercicio del mismo una caricaturización de su enorme labor e influencia. En una carta[5] formulada en febrero de 1918 y dirigida al general Jenaro Amezcua, a quien le encomienda difundir los ideales del zapatismo por el mundo, Zapata señala: “Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humanidad y la justicia si todos los pueblos de América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa del México Revolucionario y la causa de Rusia son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos…”. La escribe un año después de promulgada la Constitución que buscaba dar por terminada la revolución y uno antes de que fuera asesinado a traición. En la misma hace énfasis en la necesidad en la alianza obrero-campesino, y da cuenta del carácter internacionalista de la revolución mexicana.


Por Ignacio Andrés 
América Leatina desde Abajo 
Primera edición 
San Bernardo, 13 de mayo de 2021

[1] Entre estas se encuentra la Escuela de formación política Hugo Chávez, la corriente Marabunta (https://www.corrientemarabunta.org/), el Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social (MULCS), el Frente Popular Darío Santillán (https://frentedariosantillan.org/) y el Frente Popular Darío Santillán Corriente Nacional. Una versión anterior y de carácter presencial tuvo lugar en febrero del año pasado en Argentina: https://www.lahaine.org/mm_ss_mundo.php/primera-escuela-nuestramericana-de-formacion

[4] Una versión íntegra y comentada del plan puede hallarse aquí: https://inehrm.gob.mx/work/recursos/zapata/libros/LE_Plan_de_ayala.pdf

13 may 2021

México insurgente

“México insurgente”, John Reed. Versión digitalizada en word. | Descárgalo aquí.

Portada de Ediciones de Cultura Popular, 1980. Recuperado de http://lectorincurable.com/wordpress/cronica/mexico-insurgente-1914/ 

México insurgente es una de las mejores crónicas escritas sobre la evolución mexicana y el libro con el que John Reed alcanzó la celebridad. Este periodista y corresponsal dejó un testimonio inolvidable sobre la primera gran revolución del siglo XX : la revolución terrible y generosa de los peones, de los campesinos de México, que teniendo al frente a hombres tan carismáticos como Pancho Villa y Emiliano Zapata, logró encender la esperanza de todo un continente. Su obra más famosa es: 'Diez días que conmovieron al mundo' en la que describiría la revolución rusa bolchevique. Ambas las pudo escribir porque su espíritu aventurero y sus inclinaciones políticas, que no escondió, le llevaron a involucrarse estando 'ahí'. En el momento justo y preciso. Más que literatura, se puede catalogar como crónica. Periodismo de guerra puro. Un ejemplo ahora que toda la prensa -la llamada gran prensa- nutre sus crónicas con noticias facilitadas por agencias de prensa, o en el peor de los casos, análisis dictados por los servicios de comunicación de los diversos ejércitos combatientes.

Sobre el autor:

JOHN REED nació en la ciudad de Portland, en el Estado norteamericano de Oregón —sobre el océano Pacífico—, en el año 1887. Inició sus estudios y experiencias periodísticas muy pronto, lo que le permitió alcanzar una rápida notoriedad dentro de un país que ya había consolidado a la profesión periodística como un verdadero cuarto poder de decisión en el interior de su sociedad. Cuando Reed tenía todavía once años de edad, la prensa había demostrado todas sus capacidades propagandísticas acerca de unos hechos concretos durante la guerra hispano norteamericana de Cuba, que terminaría con el desastre español en el año clave de 1898. En aquel conflicto, el joven Winston Churchill había participado como enviado especial de un rotativo británico, y había comenzado a dar muestras de la eficacia práctica de la labor periodística realizada en base a un estilo literario cuidado, mucho más elaborado que el utilizado hasta entonces por el periodismo coyuntural y rápido.

Cuando se produce la revolución en el vecino México, seguida por la intervención norteamericana en el territorio, John Reed visita la zona afectada por las operaciones militares y comienza a redactar sus crónicas de sus observaciones y consideraciones acerca de los hechos que está presenciando. Más tarde, lanzado ya de forma imparable por este tipo de literatura, habrá de alcanzar su realización más significativa, que le otorgaría de inmediato una justificada fama mundial. Conducido a Rusia en plena revolución por su profundo interés en observar aquella fundamental transformación social que se anunciaba, elaborará una serie de textos acerca de sus impresiones sobre la misma, de la que sería privilegiado, interesado y objetivo observador.

Extracto de la presente versión.