15 ago 2017

Lo heroico de un patriarca cósmico, provinciano de América

El viernes 11 de agosto tuvo lugar la segunda sesión del Ciclo de conversatorios rokhianos, donde nos acompañó el Dr. Nain Nómez1, destacado escritor e investigador en literatura, actualmente profesor titular de la Universidad de Santiago de Chile.

El Premio Nacional de Literatura de 1965, lo recibió ya viejo y agotado
de una larga lucha contra los infortunios, así como la crítica adversa y el 
aislamiento de un universo cultural que no entendió nada de su obra, ni de 
su utopía. En imagen: Pablo de Rokha. Fuente: Memoria Chilena.

Durante la jornada, titulada “La influencia de Pablo de Rokha en las letras nacionales”, más que referirse en detalle a las generaciones de poetas bajo la influencia rokhiana, Nómez prefirió abocarse brevemente a los aportes de ésta en tanto tal. Tanto y así, habló también de quienes de una u otra forma se han visto relacionados con Pablo de Rokha, como es su propio caso. Es así como Naín señaló dos hechos que lo vinculan íntimamente al Amigo Piedra.

Por una parte, relató cómo durante 1968 —el año de la muerte de Pablo de Rokha—, mientras se encontraba terminando sus estudios en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, publicó junto al grupo poético La Escuela de Santiago a través de la revista Orfeo, la antología “33 Nombres claves de la poesía chilena”2. Esta contuvo un homenaje a Vicente Huidobro, como también a Pablo de Rokha.

Por otra parte, también mencionó cómo durante la mañana del 11 de septiembre de 1973, a pocas horas del Golpe de Estado, fue llamado por Hans Ehrmann, director del consejo editorial de la revista La Quinta Rueda, quien le avisó que en el próximo número de la revista aparecería su primer artículo sobre Pablo de Rokha, titulado “Pablo de Rokha, el tigre que no era de papel”3. Como es de suponer, aquel ejemplar jamás saldría a la luz. 

Posteriormente Nómez leyó un paper que, preparado para la instancia, reproduzco a continuación sin mayor edición:

Verdadero innovador de la vanguardia, Pablo de Rokha escribió una obra que no por menos olvidada, deja de ser importante. Su obra Suramérica (1927), es junto a Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922) y Tentativa del hombre infinito (1926) —el primero de Pablo Neruda, el segundo de Oliverio Girondo— uno de los primeros textos surrealistas del continente. En Los Gemidos (1922) ya está presente el estilo fragmentario, pero también totalizador, que caracterizará la escritura de las vanguardias, así como la antipoesía. 

Escritura de Raimundo Contreras (1929), articula una visión metafísica con la figura heroica de un personaje que trae por primera vez a este lado del continente, la idea de lo nacional-popular. Jesucristo (1930-1933) y Moisés (1937) son la expresión de una nueva épica heroica, que incorpora los valores cristianos a una visión dialéctica de la historia. 

Carta magna del continente (1949), Idioma del mundo (1958), Genio del pueblo (1960) y Estilo de masas (1965) son cantos en los que el ideal latinoamericanista se expresa con toda la impureza y fragmentación barroca que forma parte de la historia de América. A través de un lenguaje que se quiere popular, masivo y aglutinador de culturas diversas. 

Las tres vertientes de la escritura rokhiana, la del Superhombre nietzscheano al servicio del pueblo, la de la dialéctica marxista y la de un inconsciente que produce lenguajes surreales, metafóricos y llenos de simbolismos, se integran en su obra desigual y contradictoria, buscando una amalgama que parece apuntar siempre a la separación. Pero de estas dificultades y contradicciones estéticas, habla también la tragedia de su vida. A pesar de todo ello, el poeta logra expresar con su obra ese destino trágico, materializado en las múltiples contradicciones de un mundo caótico que busca realizarse en lo que es, y en lo que quiere ser. 

Hay dos rasgos que hacen su obra única. Una es su sentido latinoamericanista, que más allá de la temática de los libros, de su filiación política internacionalista y el espacio continental de la revista “Multitud”, señala una integración concreta en su viaje por diecinueve países de América Latina como embajador cultural del presidente Juan Antonio Ríos. La otra, es su visión estética sobre lo popular y lo autóctono, sintetizado en poemas como “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile”, “Campeonato de rayuela”, “Rotología del poroto” y la “Tonada a la posada de Lucho Contardo”, en donde espacios, acontecimientos y personajes se exaltan míticamente para mostrar los orígenes y la esencia arquetípica de un mundo oculto bajo el patriotelismo hueco y la banalidad de los símbolos chauvinistas. 

De Rokha busca en estos textos, alimentar el carácter sagrado de una liturgia más antigua que todo el oropel de las consignas de una nacionalidad de tarjetas postales. Aquí, lo nacional es el movimiento humano que pasa por entre los objetos que le dan propiedad al escenario y al instante, aquello que lo hace único e irrepetible. Esta especie de armonía arquetípica, fija lo regional y lo popular en un símbolo movible, y se pone en la escritura, haciéndose esencia de lo autóctono. 

Su vida como su obra estuvo llena de relámpagos y soledades. Escribió en los periódicos “La Mañana”, “La Razón”, “La Opinión” y “Democracia”, en Santiago. Y en la revistas “Juventud” y “Claridad”, verdadero baluarte de la cultura estudiantil de la época. Creo la revista “Numen”, “Dínamo”, “Agonal” y su ya simbólica “Multitud”, que mantuvo por 24 años. 

Candidato a decano de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, candidato a diputado, presidente del Sindicato de Escritores y de la Casa América, representante de la cultura chilena en Latinoamérica, el poeta no dejó nunca de poner su energía al servicio de sus ideales políticos y estéticos.

El Premio Nacional de Literatura de 1965, lo recibió ya viejo y agotado de una larga lucha contra los infortunios, así como la crítica adversa y el aislamiento de un universo cultural que no entendió nada de su obra, ni de su utopía. Los críticos no supieron ver que la tentativa rokhiana por escribir un discurso poético, equiparable a la complejidad de lo real en todas sus dimensiones: políticas, estéticas, psicológicas, naturales, sociales, económicas, religiosas, filosóficas, afectivas, permanece como una búsqueda no lograda en otros escritores latinoamericanos.

Tampoco vieron que la obra del poeta se presentaba con una estructura antinómica, de seres y objetos en estado de conformación, que no se decanta en una solución estética tradicional. Sus textos buscan establecer un puente con el mundo, expandiéndose hasta la frontera de lo que se pueda decir y conocer, libros que repiten interminablemente, desde el primero hasta el último poema, esa tensión dialéctica entre un yo desmesurado, que busca un destino fáustico, y un mundo caótico que quiere ordenar y convertir en paraíso, por medio de una escritura que es aspiración, utopía, movimiento hacia lo inalcanzable. 

Por todo lo anterior, es que más allá de sus batallas con Neruda, con Huidobro, con Joaquín Edwards Bello, con Alone, con Tomás Lago, presidentes, ministros, políticos, generales, diplomáticos y figuras nacionales e internacionales; más allá de sus desbordes verbales y ademanes violentos, de la leyenda y la historia de pasillos, persiste la imagen de este patriarca cósmico, que defendió sus ideales políticos hasta las últimas consecuencias, que fue un pionero de la vanguardia chilena e hispanoamericana, que amó a sus seres queridos con un ardor en el que se le iba la vida, poeta que lo hizo todo, nacional, continental, mundial y también, provinciano y agrario. 

Podría decirse en síntesis, que obra, utopía y vida social en Pablo de Rokha, están resumidas en sus propias palabras: la batalla de la vida está perdida de antemano, pero lo heroico es ganarla. O parafraseando a Martí: el tigre murió, con las zarpas al aire y echando llamas por los ojos.

Cabe señalar por último, que Nómez leyó el “También soy poeta: me llamo Pablo De Rokha y cumplo 110 años” (disponible aquí), tomado de fragmentos de diversos poemas de Pablo de Rokha, a modo de homenaje y cierre.

Notas

1. Naín Nómez nació en Talca en 1944. Es profesor de Filosofía de la Universidad de Chile, Master of Arts de Carleton University y Ph. D. en la Universidad de Toronto, Canadá. Ha publicado más de una docena de libros, entre obras poéticas, antologías y estudios críticos sobre poetas chilenos y latinoamericanos. Entre sus obras destacan Pablo de Rokha. Epopeya del Fuego (1995); Antología crítica de la poesía chilena, en cuatro tomos (LOM ediciones, 1996, 2000, 2002, 2007); Movimiento de las salamandras (LOM ediciones, 1999); Ejercicios poéticos para (desde, alrededor de) la cocina (LOM ediciones, 1999) ambos editados por LOM. En 1985 obtuvo el Premio de Poesía Universidad de Alberta, Canadá, y en 2000 su obra fue reconocida por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura. El Consejo también apoyó la escritura de Exilios de medusa, su más reciente libro editado por LOM, con la beca de Creación Literaria (2012-2013).

Como académico ha desarrollado una larga carrera tanto en universidades chilenas (Universidad Técnica del estado, U. de Chile y Usach) y extranjeras (en Canadá, Queen's University; Estados, Unidos, Universidad del Estado de California y en la Universidad de California en Irvine; y en Francia, en la Universidad de Poitiers. Fuente: LOM.

2. El libro “33 Nombres claves de la poesía chilena” puede descargarse aquí.

3. El artículo “El tigre que no era de papel” puede encontrarse aquí


Por Ignacio Andrés
América Leatina desde Abajo

10 ago 2017

Citas selectas de J. C. Mariátegui y el socialismo de Nuestra América

Dentro de las próximas semanas se realizará la presentación y debate del libro «José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América», de Miguel Mazzeo, publicado recientemente en una edición mancomunada por Quimantú y Tiempo Robado Editoras, y que fue lanzado durante el Yo me libro cultivando resistencias, el pasado 20 de mayo en la comuna de Maipú.

De un modo similar a como ocurrió con Raúl Zibechi y el artículo «Citas selectas de Cambiar el mundo desde arriba» (disponible aquí), en esta ocasión también hemos decidido seleccionar algunos fragmentos del libro de Mazzeo en cuestión, a modo de entregar un insumo para el debate. Es fundamental recodar el presente material nunca remplazará la lectura propia que cada quien realice de dicha obra, y menos todavía, el diálogo colectivo en torno a ella.

Cabe señalar además, que en este caso, puesto que las citas fueron tomadas desde un borrador del libro, no cuentan con la señalación de la página específica.

Pero antes de comenzar, no está demás preguntarse ¿quién es Miguel Mazzeo?

Miguel Mazzeo (1966, Buenos Aires) es un profesor y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente e investigador en la UBA y en la Universidad de Lanús (UNLa). Es también investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de la UBA. Docente de la Escuela Nacional Florestán Fernándes del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, en el Seminario de Teoría Política Latinoamericana “José Carlos Mariátegui” de Venezuela, en la Escuela de Formación Política Mariátegui de Argentina y en la Escuela Hugo Chávez organizada por el Capítulo Concepción (Chile) del ALBA. Docente en espacios de formación de distintas organizaciones populares y movimientos sociales de Argentina y Nuestra América. También ha participado, como expositor y coordinador, en diversas Cátedras Libres en Buenos Aires y en el interior del país.

Es también un escritor prolífico, autor de varios artículos y libros, entre los que destacan: ¿Qué no hacer? Apuntes para una crítica de los regímenes emancipatorios, Poder Popular y nación. Notas sobre el Bicentenario de la Revolución de Mayo; Conjurar a Babel. Notas para una caracterización de la nueva generación intelectual argentina, Introducción al poder popular. “El sueño de una cosa”, Piqueter@s. Breve historia de un movimiento popular argentino, Entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder, El socialismo enraizado. José Carlos Mariátegui: vigencia de “socialismo práctico”, El hereje. Apuntes sobre John William Cooke.

Por último, cabe señalar que Mazzeo fue también uno de los fundadores de la Agrupación Universitaria José Carlos Mariátegui y de la Corriente Estudiantil de Unidad Popular (CEUP). Desde ese momento y hasta la fecha, se ha dedicado a difundir la obra y el pensamiento de Mariátegui en medios académicos, sociales y políticos. A fines de los 90’ se vinculó a los Movimientos de Trabajadores Desocupados (Movimiento Piquetero) del sur del Gran Buenos Aires donde desarrolló tareas de formación, entre otras. Fue militante del Frente Popular Darío Santillán desde su fundación en 2004 hasta el año 2013.

Tomado de la presentación de José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América, Quimantú y Tiempo robado editoras, 2017.

Portada del libro «José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América»
de Quimantú y Tiempo robado editoras. Diseño de la portada a cargo de Ivana Gahona.

Citas selectas de J. C. Mariátegui y el socialismo de Nuestra América


1

El socialismo de Mariátegui desplegó una inusual capacidad para contener, articular y superar positivamente otras tradiciones emancipatorias de Nuestra América, como el nacionalismo revolucionario, el agrarismo y el indigenismo radical y para prefigurar otras, como el guevarismo y la Teología de la Liberación.

Podemos sostener que Mariátegui convoca a buscar el socialismo en la realidad de Nuestra América y de Perú, con el auxilio insustituible de Marx y no en Marx [las énfasis son del autor]. 


2

Es tan absurdo disputar la filiación de Mariátegui a identidades y tradiciones revolucionarias malogradas o desfasadas, con sus cánones convertidos en superstición, como sostener que Mariátegui ha sido "tergiversado" y que en algún lugar subyace un Mariátegui puro. Nada más ajeno a la cultura política del propio Mariátegui, fundada en una "filosofía de la praxis".


3

Si bien la nueva izquierda rompió con el reformismo de la izquierda tradicional, y al asumir el guevarismo planteó la “actualidad de la revolución” y su carácter socialista y antiimperialista (retomando una de las principales tesis políticas mariateguianas), en muchos otros aspectos reprodujo motivos nodales de la vieja izquierda y algunas de las taras del nacionalismo populista.


4

Como ha sucedido en otras circunstancias durante el siglo XX, después del olvido y el silencio en torno a su figura, Mariátegui es reintroducido en el debate teórico y político por obra y gracia de las luchas populares, en razón de un resurgir de los pueblos. Ocurre que, en Nuestra América, toda experiencia, movimiento u organización que asuma horizontes de emancipación debe recalar ineludiblemente en la estación mariateguiana.


5

Tal vez, todo Mariátegui se pueda resumir en la noción de elementos de socialismo práctico. Laten en ella el socialismo como camino, razón y fe, un camino dinámico, intelectual, sentimental, místico y práctico; el optimismo de la acción, la fuerza creadora, en fin, el trabajo preparatorio de la herejía. Lo más importante es que esa noción está hoy más viva que nunca.

El concepto de elementos de socialismo práctico aparece en la obra más emblemática de Mariategui, los Siete ensayos. Se presenta en el marco de las críticas que éste realiza a la reforma agraria burguesa, basada en la expropiación y fraccionamiento de los latifundios y la consiguiente creación de una capa de medianos y pequeños propietarios.

La noción de elementos de socialismo práctico se centra en lo relacional, anticipatorio, tendencial y prefigurativo, por lo tanto se relaciona con la  construcción popular contrahegemónica (autoorganización que se erige en poder alternativo y desestructurador del poder dominante), se relaciona con el poder popular. 

Los elementos de socialismo práctico nos hablan de un pueblo explotado, humillado, dominado, pero nunca vencido totalmente. Un pueblo que resiste y sueña..., un pueblo invisibilizado, clandestino, pero que es y está, aunque a veces nos parezca que el mundo está repleto de su silencio. Un pueblo cuyas posibilidades no se agotan en la fuerza del rechazo, en el acto descolonizador, sino que además proporciona fundamentos económicos, sociales, políticos y axiológicos para un mundo nuevo, una sociedad democrática, en fin, un pueblo que ofrece, generoso, un proyecto civilizatorio.


6

[A Mariatégui] lo seducen las máquinas, la jactancia operativa y la eficacia, igual que a los bolcheviques. Pero ocurre que Mariátegui, a diferencia de otros modernos, no se siente desligado del pasado. Vive la modernidad sin el lastre de la discontinuidad. Lo que no soporta de la modernidad es la hipertrofia de la apetencia de lucro, la fuerza centrífuga y disociadora de la sociedad capitalista que produce formas atomizadas de sociabilidad y la consiguiente falta de solidaridad; sobre todo no tolera su “irreligiosidad”.


7

Los pueblos originarios de Perú, en el marco de procesos milenarios, aprendieron a conocer y a domesticar (y no a dominar) la geografía andina, encontraron las respuestas (incluyendo las tecnologías) adecuadas a los desafíos que ésta les imponía con su territorialidad discontinua, sus pisos ecológicos verticales, su diversidad productiva. Las relaciones sociales se fueron adaptando a los retos y necesidades.

Cabe el contraste con el denominado “socialismo real” que no llegó a construir un sistema tecnológico cualitativamente distinto al del capitalismo y que aceptó, por ejemplo, los postulados de la “gestión científica” que venía en el paquete de la “neutralidad tecnológica”.


8

El ideal comunitario presenta afinidades con la libertad concebida como relación, no como objeto. El contexto comunitario nos impulsa a ser libres para otras y otros. Las otras y los otros no son un límite para mi libertad (tal como lo plantea el liberalismo clásico cuando establece que "mi libertad empieza donde termina la de los demás"), sino que la potencia. Sólo en la relación con los demás, en el mutuo reconocimiento, soy libre. Así la libertad es salida de uno mismo, apertura a las otras y los otros y radical ruptura con las estructuras del egoísmo.   


9

La concepción mariateguiana puede armonizarse con la de muchos movimientos sociales de Nuestra América. Por ejemplo, el Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST) que concibe a la conciencia social no como la compilación de ideas "avanzadas" o "progresistas" sino como el fruto de la convivencia social (en determinadas condiciones) y como la asunción colectiva de un conjunto de valores. Mariátegui insiste en la potencialidad de la combinación entre las formas económicas y sociales comunitarias (ancestrales), con sus capacidades democráticas y anticapitalistas, y las tendencias mundiales y los programas socializantes. 


10

Cabe destacar que Mariátegui era perfectamente consciente de que los instrumentos de dominación del Estado burgués no podían transformarse en órganos de emancipación de las clases subalternas. Por eso consideraba que debían oponérsele nuevos órganos propios de las clases subalternas, como los consejos de obreros y campesinos. En este sentido es oportuno tener presente su experiencia europea, particularmente italiana, que lo puso en contacto directo con este tipo de órganos y con un "socialismo de base", que en algunos aspectos esenciales pueden parangonarse a las comunidades campesinas indígenas del Perú. 


11

Para Mariátegui, al igual que para el intelectual boliviano René Zavaleta Mercado, el socialismo en Nuestra América más que una elección es un destino obligado si se pretende construir una nación popular y democrática. Al decir del boliviano, el socialismo “no es un ideal de iniciados y ni siquiera una postulación, sino un requisito existencial”.


12

La modernidad blanca y occidental consideraba que la realidad peruana y de Nuestra América era exótica. Mariátegui se propuso demostrar que no lo era. Y  el socialismo tampoco. Un razonamiento similar aplicará a la cuestión del feminismo. En el artículo "Las  reivindicaciones feministas", publicado en Mundial, en diciembre de 1924, sostendrá:

No hay que ver en el feminismo una idea exótica, una idea extranjera. Hay que ver simplemente una idea humana [...] El feminismo no ha aparecido en el Perú artificial ni arbitrariamente [...] Más si la democracia burguesa no ha realizado el feminismo, ha creado involuntariamente las condiciones y las premisas morales de su realización.


13

Esa conciencia espontánea es más "condición objetiva" que subjetiva (o un ejercicio de subjetividad afín a la autoactividad). Mariátegui percibe que en las comunidades anida un poder de rechazo y predisposiciones refractarias a la reproducción del orden dominante. La conciencia espontánea puede ser el punto de partida para la gestación de agentes experimentados en el cambio social. El déficit de esa conciencia pasa por su orfandad en materia de perspectivas más amplias, por no desarrollar anhelos de extensión y deseos de exceder el ámbito que la generó, es decir, por no asumir la conciencia de su propia potencialidad transformadora del conjunto social, esto es: la conciencia de la potencialidad (que incluye la proyección) de los elementos de socialismo práctico y de las posibilidades de la comunidad como soporte de otra sociedad.

[La noción de elementos de socialismo práctico] nos propone enfrentarnos al poder dominante no a través de fracciones políticas que aspiran a sustituir y representar, sino construyendo, articulando y extendiendo espacios de integración social basados en modalidades de trabajo y en valores no capitalistas, para comenzar a concretar el socialismo en el presente. Nos presenta al eje comunitario o societal (de base territorial) como soporte para reactualizar nuestra concepción de la soberanía.


14

El punto de vista de Mariátegui impugna la atroz mecánica que determina a los sujetos (específicamente las clases sociales). También en este aspecto, Mariátegui precede al Che, quien consideraba el peso de los "hechos de conciencia" en los procesos de transformación social y los peligros del comunismo concebido más como un método de reparto que como moral revolucionaria. Como hemos visto, para Mariátegui la sociedad autoemancipada, la sociedad socialista, exigía el desarrollo de una "moral de productores", el socialismo poseía una dimensión ética y suscitaba un asunto de conciencia que hacía imposible eludir la responsabilidad moral. Tanto para Mariátegui como para el Che, la sociedad autoemancipada nunca podía ser el resultado de la catástrofe del capital.


15

La revolución no es hija del conocimiento científico y especializado de las leyes históricas (lo que no significa que no cuenten a la hora del diagnóstico), es fruto de la "vida" y no de la “razón pura”. La revolución se contrapone al "momento", a la exactitud, rechaza las destrezas adivinatorias, los cronómetros burgueses, impone su temporalidad. Por eso, la Revolución rusa de 1917 –Gramsci dixit– fue una revolución contra el capital y contra El capital, es decir, una revolución en sentido antisistémico pero también contra la teoría, específicamente contra las versiones dogmáticas y mecanicistas del marxismo.


16

Mariátegui toma distancia de la visión partidocéntrica tradicional, porque en sus principales planteos no se niega a la elaboración conjunta de la ideología (o mejor, la conciencia) y porque en relación al poder no propone su "toma" sino su construcción en el marco de un proceso de autoemancipación que es básicamente movimiento de autotransformación.


17

Una enseñanza significativa en estos tiempos en que los partidos de izquierda (a pesar de tanto, a pesar de todo) cultivan impúdicamente el fetichismo del aparato y hasta celebran el tiempo de su ineficacia, de su postración, de su falta de arraigo y de imaginación y de su idealización de divergencias interiores. De este modo, conmemoran sus 90, o sus 40 años de existencia, como si eso fuera un logro. Consideramos que la duración no es un mérito para un partido que se asume como revolucionario.


18

Con Mariátegui comenzó a delinearse el paradigma socialista más genuino en Nuestra América, entre otras cosas porque su concepción no partía de mezquinas consideraciones geopolíticas o económicas que, sin dudas, merecen ser siempre atendidas pero que son insuficientes como fundamento de un orden social nuevo. Asumiendo la necesidad de actualizarlo y adaptarlo en forma ininterrumpida, creemos que vale la pena tener presente algunos de sus puntos de partida: el antiimperialismo, la dimensión ética y romántica, la refutación de las construcciones cerradamente racionalistas, el reconocimiento de los contenidos disruptivos y las direcciones contrahegemónicas de los mitos populares y de algunas configuraciones de lo nacional, la confianza en la capacidad de los pueblos de Nuestra América de producir relatos, reflexiones y sobre todo experiencias emancipatorias concretas, la reivindicación de los saberes populares autóctonos, etc.


19

Mariátegui puede verse como un traductor en el sentido gramsciano. Su traducción tiene como meta la identificación entre los intelectuales y el pueblo, entre la razón y la emoción, entre la idea abstracta y las formas concretas, y busca romper con la escisión entre los iniciados y los simples. Su traducción, por lo tanto, resulta una condición para la configuración de un bloque histórico de las clases subalternas.   


20

El socialismo del siglo XX puso el énfasis en el poder más que en lo popular. En la actualidad, en Nuestra América, existe un conjunto de evidencias que nos plantean que el socialismo del siglo XXI pondrá el acento en lo popular más que en el poder. Consideramos que este énfasis flamante, permitirá potenciar los elementos de las tradiciones emancipatorias que en el siglo anterior fueron opacados por requerimientos considerados como “más urgentes” y que terminaron subordinados a otros objetivos concebidos como estratégicos (cuando, en realidad, eran “tácticos” o “coyunturales”). Ahora, recién ahora, cabe esperar el desenvolvimiento de la índole más recóndita y extraordinaria del indigenismo que en los últimos años se viene configurando también como componente de una cultura popular urbana, de un nuevo nacionalismo antiimperialista radical y de todas las tradiciones autogestivas de las clases subalternas. Lentamente, a medida que vemos actores históricos donde antes veíamos víctimas pasivas, vamos reconociendo que debemos aprender de aquellos de los que se pensaba que nada se podía aprender.


Esta foto, que data de 1928, fue elegida Mariátegui para la impresión de una postal de propaganda
a sus 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, publicado en Lima durante el mismo año.

Por Ignacio Andrés
América Leatina desde Abajo

9 ago 2017

Entre la fauna modernóloga y las vanguardias

El viernes pasado, en la Universidad Alberto Hurtado, se realizó la primera jornada del Ciclo de conversatorios rokhianos, organizado por la Fundación de Rokha y auspiciado por el programa Arte y Cultura de la Universidad Alberto Hurtado y RHtaller1. La instancia, titulada “La vanguardia poética chilena de principios del siglo XX”2, estuvo a cargo del Doctor Hugo Bello, catedrático de la misma casa de estudios.

Retrato de Pablo de Rokha por José Romo Vargas, publicado en Multitud

En línea gruesa, Bello entregó algunos pasajes introductorios de la obra del Amigo Piedra3, estrechándola con la de otros autores contemporáneos de América y Europa, así como también situándola históricamente con la concepción de ciertas vanguardias del siglo XX, y señalando  algunos antecedentes históricos de éstas.

Cabe señalar que, para el catedrático, la génesis de la vanguardia del siglo XIX no puede comprenderse sin tomar en cuenta la titánica evolución material de la época, y del mismo modo, la análoga transformación en el mundo de las ideas que remeció tanto a las disciplinas científica, filosófica y estética.

Es así como a partir del siglo XX “la belleza será compulsiva o no será”, según la sentencia de André Bretón en una publicación de la revista francesa Minotaure —de inspiración surrealista—. En ese entonces, las revistas vanguardistas no sólo se sucedían una tras otra en Europa, sino que también lo hacían en América. Tal fue el caso de la revista Cervantes, revista española a la que tuvo un temprano acceso el célebre poeta peruano César Vallejo, quien en su obra Trilce (1922), ilustró la sacudida renovadora de la que la producción latinoamericana en aquel entonces ya era parte.

Trilce, desapercibida en su momento, es un experimento lingüístico de nuevo tipo a toda regla. Uno que supone Bello, ya habría sido sugerido en Los heraldos negros (1919), obra todavía modernista en la que que Vallejo se atrevió a innovar tímidamente.

En su momento Pablo De Rokha, también fue vilipendiado por la crítica literaria, siendo tachado como “criollista” o “naturalista”. Para críticos como Hernán Díaz Arrieta (más conocido por su seudónimo “Alone”), quien alguna vez señaló que siempre esperó un Proust, el Amigo Piedra no hizo sino romper sus esquemas. Y si bien éste último no tardó en crear un estilo particular, en su momento también fue parte de la fauna modernóloga de principios del siglo XX, para cuyo caso la publicación de “Selva lírica”4 es un referente insoslayable. 

Para ilustrar la influencia modernista presente en la primera fase de producción poética rokhiana, fue leído el siguiente fragmento del poema “Soy un hombre casado”:

Mis dolores cuarteladas
tienen un ardor tropical de orangutanes; poeta del Occidente,
tengo los nervios mugrientos de fábricas y de máquinas,
las dactilógrafas de la actividad me desparraman la cara trizada de abatimiento,
y las ciudades enloquecieron mi tristeza
con la figura trepidante y estridente del automóvil:
civiles y municipales,
mis pantalones continúan la raya quebrada del siglo;
semejante a una inmensa oficina de notario,
poblada de aburrimiento,
la tinaja ciega de la voluntad llena de moscas.

Para el catedrático no fue sino años después que, obras como Altazor (1931) de Vicente Huidobro, demostraron la cepa vanguardista que brotaba madura en Chile. Para aquel entonces, Pablo de Rokha ya contaba con la publicación de Satanás (1927), dando inicio su segunda fase de producción rokhiana, de carácter más militante, lo que coincidió con su ingreso al Partido Comunista chileno.

Este último hecho parece haber sido un común denominador para la poesía vanguardista de la época, de modo que diversos autores militaron en algún momento en el Partido Comunista, tal como el anteriormente citado Huidobro o el propio Pablo Neruda, que para 1969 fue designado precandidato para la presidencia de la República por el Partido Comunista5. En su momento  hasta J. L. Borges le dedicaría alguna vez un poema a la Rusia revolucionaria. No obstante, los poetas militantes, como es el caso del cubano Nicolás Guillén, no tardaron en ajustar su lenguaje a lo llano, buscando realizar en su producción el equilibro entre una obra tan accesible al pueblo como mordaz contra sus enemigos.

Ya con la publicación de Fuego negro (1953), De Rokha entró en lo que Bello consideró su tercera y última fase de producción, en donde presentó una pluma más reflexiva y menos musical, esto es, enfocándose más en lo visual que en lo auditivo de la poesía, concibiendo así al poema como una auténtica composición de página.

Como era de esperar, la jornada estuvo lejos de agotar las múltiples lecturas que merece la obra de Pablo de Rokha. Se ajustó más bien, a ser como señala su título, una introducción. Pero el Ciclo de conversatorios rokhianos recién comienza, y el próximo viernes tendrá lugar la ponencia titulada “La influencia de Pablo de Rokha en las letras nacionales”, a cargo del Dr. Naín Nómez Díaz, autor de Pablo de Rokha. Epopeya del Fuego (1995), en el mismo horario y lugar.

Los conversatorios se realizaran todos los dias viernes del mes de Agosto desde las 19:30 
hrs. en la Universidad Alberto Hurtado, sala A - 11.

Notas.

1. 1er Ciclo de Conversatorios Rokhianos en Universidad Alberto Hurtado. Disponible en http://www.elmostrador.cl/cultura/2017/08/04/1er-ciclo-de-conversatorios-rokhianos-en-universidad-alberto-hurtado/

2. Previo a la presentación de Bello, la Fundación Pablo de Rokha presentó un diaporama, de título “El clan de Rokha”. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=iGtC1RU_7BI

3. Cuando Pablo de Rokha, en esa época Carlos Díaz Loyola, estudiaba en el Seminario Conciliar de San Pelayo, sus compañeros lo apodaban el "Amigo Piedra". De este apodo proviene el nombre literario posterior: Pablo de Rokha, el que también estaría apelando al origen del lugar de nacimiento del poeta, ya que Licantén significa en lengua indígena "tierra de hombres de piedra". Fuente: Memoria Chilena

4. Selva lírica, descargable de forma gratuita en  http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-7859.html


5. En el mes de enero del año siguiente se logra la designación de un candidato único de los partidos que integraban la Unidad Popular, siendo éste Salvador Allende.


Por Ignacio Andrés
América Leatina