15 ago 2017

Lo heroico de un patriarca cósmico, provinciano de América

El viernes 11 de agosto tuvo lugar la segunda sesión del Ciclo de conversatorios rokhianos, donde nos acompañó el Dr. Nain Nómez1, destacado escritor e investigador en literatura, actualmente profesor titular de la Universidad de Santiago de Chile.

El Premio Nacional de Literatura de 1965, lo recibió ya viejo y agotado
de una larga lucha contra los infortunios, así como la crítica adversa y el 
aislamiento de un universo cultural que no entendió nada de su obra, ni de 
su utopía. En imagen: Pablo de Rokha. Fuente: Memoria Chilena.

Durante la jornada, titulada “La influencia de Pablo de Rokha en las letras nacionales”, más que referirse en detalle a las generaciones de poetas bajo la influencia rokhiana, Nómez prefirió abocarse brevemente a los aportes de ésta en tanto tal. Tanto y así, habló también de quienes de una u otra forma se han visto relacionados con Pablo de Rokha, como es su propio caso. Es así como Naín señaló dos hechos que lo vinculan íntimamente al Amigo Piedra.

Por una parte, relató cómo durante 1968 —el año de la muerte de Pablo de Rokha—, mientras se encontraba terminando sus estudios en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, publicó junto al grupo poético La Escuela de Santiago a través de la revista Orfeo, la antología “33 Nombres claves de la poesía chilena”2. Esta contuvo un homenaje a Vicente Huidobro, como también a Pablo de Rokha.

Por otra parte, también mencionó cómo durante la mañana del 11 de septiembre de 1973, a pocas horas del Golpe de Estado, fue llamado por Hans Ehrmann, director del consejo editorial de la revista La Quinta Rueda, quien le avisó que en el próximo número de la revista aparecería su primer artículo sobre Pablo de Rokha, titulado “Pablo de Rokha, el tigre que no era de papel”3. Como es de suponer, aquel ejemplar jamás saldría a la luz. 

Posteriormente Nómez leyó un paper que, preparado para la instancia, reproduzco a continuación sin mayor edición:

Verdadero innovador de la vanguardia, Pablo de Rokha escribió una obra que no por menos olvidada, deja de ser importante. Su obra Suramérica (1927), es junto a Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922) y Tentativa del hombre infinito (1926) —el primero de Pablo Neruda, el segundo de Oliverio Girondo— uno de los primeros textos surrealistas del continente. En Los Gemidos (1922) ya está presente el estilo fragmentario, pero también totalizador, que caracterizará la escritura de las vanguardias, así como la antipoesía. 

Escritura de Raimundo Contreras (1929), articula una visión metafísica con la figura heroica de un personaje que trae por primera vez a este lado del continente, la idea de lo nacional-popular. Jesucristo (1930-1933) y Moisés (1937) son la expresión de una nueva épica heroica, que incorpora los valores cristianos a una visión dialéctica de la historia. 

Carta magna del continente (1949), Idioma del mundo (1958), Genio del pueblo (1960) y Estilo de masas (1965) son cantos en los que el ideal latinoamericanista se expresa con toda la impureza y fragmentación barroca que forma parte de la historia de América. A través de un lenguaje que se quiere popular, masivo y aglutinador de culturas diversas. 

Las tres vertientes de la escritura rokhiana, la del Superhombre nietzscheano al servicio del pueblo, la de la dialéctica marxista y la de un inconsciente que produce lenguajes surreales, metafóricos y llenos de simbolismos, se integran en su obra desigual y contradictoria, buscando una amalgama que parece apuntar siempre a la separación. Pero de estas dificultades y contradicciones estéticas, habla también la tragedia de su vida. A pesar de todo ello, el poeta logra expresar con su obra ese destino trágico, materializado en las múltiples contradicciones de un mundo caótico que busca realizarse en lo que es, y en lo que quiere ser. 

Hay dos rasgos que hacen su obra única. Una es su sentido latinoamericanista, que más allá de la temática de los libros, de su filiación política internacionalista y el espacio continental de la revista “Multitud”, señala una integración concreta en su viaje por diecinueve países de América Latina como embajador cultural del presidente Juan Antonio Ríos. La otra, es su visión estética sobre lo popular y lo autóctono, sintetizado en poemas como “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile”, “Campeonato de rayuela”, “Rotología del poroto” y la “Tonada a la posada de Lucho Contardo”, en donde espacios, acontecimientos y personajes se exaltan míticamente para mostrar los orígenes y la esencia arquetípica de un mundo oculto bajo el patriotelismo hueco y la banalidad de los símbolos chauvinistas. 

De Rokha busca en estos textos, alimentar el carácter sagrado de una liturgia más antigua que todo el oropel de las consignas de una nacionalidad de tarjetas postales. Aquí, lo nacional es el movimiento humano que pasa por entre los objetos que le dan propiedad al escenario y al instante, aquello que lo hace único e irrepetible. Esta especie de armonía arquetípica, fija lo regional y lo popular en un símbolo movible, y se pone en la escritura, haciéndose esencia de lo autóctono. 

Su vida como su obra estuvo llena de relámpagos y soledades. Escribió en los periódicos “La Mañana”, “La Razón”, “La Opinión” y “Democracia”, en Santiago. Y en la revistas “Juventud” y “Claridad”, verdadero baluarte de la cultura estudiantil de la época. Creo la revista “Numen”, “Dínamo”, “Agonal” y su ya simbólica “Multitud”, que mantuvo por 24 años. 

Candidato a decano de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, candidato a diputado, presidente del Sindicato de Escritores y de la Casa América, representante de la cultura chilena en Latinoamérica, el poeta no dejó nunca de poner su energía al servicio de sus ideales políticos y estéticos.

El Premio Nacional de Literatura de 1965, lo recibió ya viejo y agotado de una larga lucha contra los infortunios, así como la crítica adversa y el aislamiento de un universo cultural que no entendió nada de su obra, ni de su utopía. Los críticos no supieron ver que la tentativa rokhiana por escribir un discurso poético, equiparable a la complejidad de lo real en todas sus dimensiones: políticas, estéticas, psicológicas, naturales, sociales, económicas, religiosas, filosóficas, afectivas, permanece como una búsqueda no lograda en otros escritores latinoamericanos.

Tampoco vieron que la obra del poeta se presentaba con una estructura antinómica, de seres y objetos en estado de conformación, que no se decanta en una solución estética tradicional. Sus textos buscan establecer un puente con el mundo, expandiéndose hasta la frontera de lo que se pueda decir y conocer, libros que repiten interminablemente, desde el primero hasta el último poema, esa tensión dialéctica entre un yo desmesurado, que busca un destino fáustico, y un mundo caótico que quiere ordenar y convertir en paraíso, por medio de una escritura que es aspiración, utopía, movimiento hacia lo inalcanzable. 

Por todo lo anterior, es que más allá de sus batallas con Neruda, con Huidobro, con Joaquín Edwards Bello, con Alone, con Tomás Lago, presidentes, ministros, políticos, generales, diplomáticos y figuras nacionales e internacionales; más allá de sus desbordes verbales y ademanes violentos, de la leyenda y la historia de pasillos, persiste la imagen de este patriarca cósmico, que defendió sus ideales políticos hasta las últimas consecuencias, que fue un pionero de la vanguardia chilena e hispanoamericana, que amó a sus seres queridos con un ardor en el que se le iba la vida, poeta que lo hizo todo, nacional, continental, mundial y también, provinciano y agrario. 

Podría decirse en síntesis, que obra, utopía y vida social en Pablo de Rokha, están resumidas en sus propias palabras: la batalla de la vida está perdida de antemano, pero lo heroico es ganarla. O parafraseando a Martí: el tigre murió, con las zarpas al aire y echando llamas por los ojos.

Cabe señalar por último, que Nómez leyó el “También soy poeta: me llamo Pablo De Rokha y cumplo 110 años” (disponible aquí), tomado de fragmentos de diversos poemas de Pablo de Rokha, a modo de homenaje y cierre.

Notas

1. Naín Nómez nació en Talca en 1944. Es profesor de Filosofía de la Universidad de Chile, Master of Arts de Carleton University y Ph. D. en la Universidad de Toronto, Canadá. Ha publicado más de una docena de libros, entre obras poéticas, antologías y estudios críticos sobre poetas chilenos y latinoamericanos. Entre sus obras destacan Pablo de Rokha. Epopeya del Fuego (1995); Antología crítica de la poesía chilena, en cuatro tomos (LOM ediciones, 1996, 2000, 2002, 2007); Movimiento de las salamandras (LOM ediciones, 1999); Ejercicios poéticos para (desde, alrededor de) la cocina (LOM ediciones, 1999) ambos editados por LOM. En 1985 obtuvo el Premio de Poesía Universidad de Alberta, Canadá, y en 2000 su obra fue reconocida por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura. El Consejo también apoyó la escritura de Exilios de medusa, su más reciente libro editado por LOM, con la beca de Creación Literaria (2012-2013).

Como académico ha desarrollado una larga carrera tanto en universidades chilenas (Universidad Técnica del estado, U. de Chile y Usach) y extranjeras (en Canadá, Queen's University; Estados, Unidos, Universidad del Estado de California y en la Universidad de California en Irvine; y en Francia, en la Universidad de Poitiers. Fuente: LOM.

2. El libro “33 Nombres claves de la poesía chilena” puede descargarse aquí.

3. El artículo “El tigre que no era de papel” puede encontrarse aquí


Por Ignacio Andrés
América Leatina desde Abajo

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