10 ago 2017

Citas selectas de J. C. Mariátegui y el socialismo de Nuestra América

Dentro de las próximas semanas se realizará la presentación y debate del libro «José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América», de Miguel Mazzeo, publicado recientemente en una edición mancomunada por Quimantú y Tiempo Robado Editoras, y que fue lanzado durante el Yo me libro cultivando resistencias, el pasado 20 de mayo en la comuna de Maipú.

De un modo similar a como ocurrió con Raúl Zibechi y el artículo «Citas selectas de Cambiar el mundo desde arriba» (disponible aquí), en esta ocasión también hemos decidido seleccionar algunos fragmentos del libro de Mazzeo en cuestión, a modo de entregar un insumo para el debate. Es fundamental recodar el presente material nunca remplazará la lectura propia que cada quien realice de dicha obra, y menos todavía, el diálogo colectivo en torno a ella.

Cabe señalar además, que en este caso, puesto que las citas fueron tomadas desde un borrador del libro, no cuentan con la señalación de la página específica.

Pero antes de comenzar, no está demás preguntarse ¿quién es Miguel Mazzeo?

Miguel Mazzeo (1966, Buenos Aires) es un profesor y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente e investigador en la UBA y en la Universidad de Lanús (UNLa). Es también investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de la UBA. Docente de la Escuela Nacional Florestán Fernándes del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, en el Seminario de Teoría Política Latinoamericana “José Carlos Mariátegui” de Venezuela, en la Escuela de Formación Política Mariátegui de Argentina y en la Escuela Hugo Chávez organizada por el Capítulo Concepción (Chile) del ALBA. Docente en espacios de formación de distintas organizaciones populares y movimientos sociales de Argentina y Nuestra América. También ha participado, como expositor y coordinador, en diversas Cátedras Libres en Buenos Aires y en el interior del país.

Es también un escritor prolífico, autor de varios artículos y libros, entre los que destacan: ¿Qué no hacer? Apuntes para una crítica de los regímenes emancipatorios, Poder Popular y nación. Notas sobre el Bicentenario de la Revolución de Mayo; Conjurar a Babel. Notas para una caracterización de la nueva generación intelectual argentina, Introducción al poder popular. “El sueño de una cosa”, Piqueter@s. Breve historia de un movimiento popular argentino, Entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder, El socialismo enraizado. José Carlos Mariátegui: vigencia de “socialismo práctico”, El hereje. Apuntes sobre John William Cooke.

Por último, cabe señalar que Mazzeo fue también uno de los fundadores de la Agrupación Universitaria José Carlos Mariátegui y de la Corriente Estudiantil de Unidad Popular (CEUP). Desde ese momento y hasta la fecha, se ha dedicado a difundir la obra y el pensamiento de Mariátegui en medios académicos, sociales y políticos. A fines de los 90’ se vinculó a los Movimientos de Trabajadores Desocupados (Movimiento Piquetero) del sur del Gran Buenos Aires donde desarrolló tareas de formación, entre otras. Fue militante del Frente Popular Darío Santillán desde su fundación en 2004 hasta el año 2013.

Tomado de la presentación de José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América, Quimantú y Tiempo robado editoras, 2017.

Portada del libro «José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América»
de Quimantú y Tiempo robado editoras. Diseño de la portada a cargo de Ivana Gahona.

Citas selectas de J. C. Mariátegui y el socialismo de Nuestra América


1

El socialismo de Mariátegui desplegó una inusual capacidad para contener, articular y superar positivamente otras tradiciones emancipatorias de Nuestra América, como el nacionalismo revolucionario, el agrarismo y el indigenismo radical y para prefigurar otras, como el guevarismo y la Teología de la Liberación.

Podemos sostener que Mariátegui convoca a buscar el socialismo en la realidad de Nuestra América y de Perú, con el auxilio insustituible de Marx y no en Marx [las énfasis son del autor]. 


2

Es tan absurdo disputar la filiación de Mariátegui a identidades y tradiciones revolucionarias malogradas o desfasadas, con sus cánones convertidos en superstición, como sostener que Mariátegui ha sido "tergiversado" y que en algún lugar subyace un Mariátegui puro. Nada más ajeno a la cultura política del propio Mariátegui, fundada en una "filosofía de la praxis".


3

Si bien la nueva izquierda rompió con el reformismo de la izquierda tradicional, y al asumir el guevarismo planteó la “actualidad de la revolución” y su carácter socialista y antiimperialista (retomando una de las principales tesis políticas mariateguianas), en muchos otros aspectos reprodujo motivos nodales de la vieja izquierda y algunas de las taras del nacionalismo populista.


4

Como ha sucedido en otras circunstancias durante el siglo XX, después del olvido y el silencio en torno a su figura, Mariátegui es reintroducido en el debate teórico y político por obra y gracia de las luchas populares, en razón de un resurgir de los pueblos. Ocurre que, en Nuestra América, toda experiencia, movimiento u organización que asuma horizontes de emancipación debe recalar ineludiblemente en la estación mariateguiana.


5

Tal vez, todo Mariátegui se pueda resumir en la noción de elementos de socialismo práctico. Laten en ella el socialismo como camino, razón y fe, un camino dinámico, intelectual, sentimental, místico y práctico; el optimismo de la acción, la fuerza creadora, en fin, el trabajo preparatorio de la herejía. Lo más importante es que esa noción está hoy más viva que nunca.

El concepto de elementos de socialismo práctico aparece en la obra más emblemática de Mariategui, los Siete ensayos. Se presenta en el marco de las críticas que éste realiza a la reforma agraria burguesa, basada en la expropiación y fraccionamiento de los latifundios y la consiguiente creación de una capa de medianos y pequeños propietarios.

La noción de elementos de socialismo práctico se centra en lo relacional, anticipatorio, tendencial y prefigurativo, por lo tanto se relaciona con la  construcción popular contrahegemónica (autoorganización que se erige en poder alternativo y desestructurador del poder dominante), se relaciona con el poder popular. 

Los elementos de socialismo práctico nos hablan de un pueblo explotado, humillado, dominado, pero nunca vencido totalmente. Un pueblo que resiste y sueña..., un pueblo invisibilizado, clandestino, pero que es y está, aunque a veces nos parezca que el mundo está repleto de su silencio. Un pueblo cuyas posibilidades no se agotan en la fuerza del rechazo, en el acto descolonizador, sino que además proporciona fundamentos económicos, sociales, políticos y axiológicos para un mundo nuevo, una sociedad democrática, en fin, un pueblo que ofrece, generoso, un proyecto civilizatorio.


6

[A Mariatégui] lo seducen las máquinas, la jactancia operativa y la eficacia, igual que a los bolcheviques. Pero ocurre que Mariátegui, a diferencia de otros modernos, no se siente desligado del pasado. Vive la modernidad sin el lastre de la discontinuidad. Lo que no soporta de la modernidad es la hipertrofia de la apetencia de lucro, la fuerza centrífuga y disociadora de la sociedad capitalista que produce formas atomizadas de sociabilidad y la consiguiente falta de solidaridad; sobre todo no tolera su “irreligiosidad”.


7

Los pueblos originarios de Perú, en el marco de procesos milenarios, aprendieron a conocer y a domesticar (y no a dominar) la geografía andina, encontraron las respuestas (incluyendo las tecnologías) adecuadas a los desafíos que ésta les imponía con su territorialidad discontinua, sus pisos ecológicos verticales, su diversidad productiva. Las relaciones sociales se fueron adaptando a los retos y necesidades.

Cabe el contraste con el denominado “socialismo real” que no llegó a construir un sistema tecnológico cualitativamente distinto al del capitalismo y que aceptó, por ejemplo, los postulados de la “gestión científica” que venía en el paquete de la “neutralidad tecnológica”.


8

El ideal comunitario presenta afinidades con la libertad concebida como relación, no como objeto. El contexto comunitario nos impulsa a ser libres para otras y otros. Las otras y los otros no son un límite para mi libertad (tal como lo plantea el liberalismo clásico cuando establece que "mi libertad empieza donde termina la de los demás"), sino que la potencia. Sólo en la relación con los demás, en el mutuo reconocimiento, soy libre. Así la libertad es salida de uno mismo, apertura a las otras y los otros y radical ruptura con las estructuras del egoísmo.   


9

La concepción mariateguiana puede armonizarse con la de muchos movimientos sociales de Nuestra América. Por ejemplo, el Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST) que concibe a la conciencia social no como la compilación de ideas "avanzadas" o "progresistas" sino como el fruto de la convivencia social (en determinadas condiciones) y como la asunción colectiva de un conjunto de valores. Mariátegui insiste en la potencialidad de la combinación entre las formas económicas y sociales comunitarias (ancestrales), con sus capacidades democráticas y anticapitalistas, y las tendencias mundiales y los programas socializantes. 


10

Cabe destacar que Mariátegui era perfectamente consciente de que los instrumentos de dominación del Estado burgués no podían transformarse en órganos de emancipación de las clases subalternas. Por eso consideraba que debían oponérsele nuevos órganos propios de las clases subalternas, como los consejos de obreros y campesinos. En este sentido es oportuno tener presente su experiencia europea, particularmente italiana, que lo puso en contacto directo con este tipo de órganos y con un "socialismo de base", que en algunos aspectos esenciales pueden parangonarse a las comunidades campesinas indígenas del Perú. 


11

Para Mariátegui, al igual que para el intelectual boliviano René Zavaleta Mercado, el socialismo en Nuestra América más que una elección es un destino obligado si se pretende construir una nación popular y democrática. Al decir del boliviano, el socialismo “no es un ideal de iniciados y ni siquiera una postulación, sino un requisito existencial”.


12

La modernidad blanca y occidental consideraba que la realidad peruana y de Nuestra América era exótica. Mariátegui se propuso demostrar que no lo era. Y  el socialismo tampoco. Un razonamiento similar aplicará a la cuestión del feminismo. En el artículo "Las  reivindicaciones feministas", publicado en Mundial, en diciembre de 1924, sostendrá:

No hay que ver en el feminismo una idea exótica, una idea extranjera. Hay que ver simplemente una idea humana [...] El feminismo no ha aparecido en el Perú artificial ni arbitrariamente [...] Más si la democracia burguesa no ha realizado el feminismo, ha creado involuntariamente las condiciones y las premisas morales de su realización.


13

Esa conciencia espontánea es más "condición objetiva" que subjetiva (o un ejercicio de subjetividad afín a la autoactividad). Mariátegui percibe que en las comunidades anida un poder de rechazo y predisposiciones refractarias a la reproducción del orden dominante. La conciencia espontánea puede ser el punto de partida para la gestación de agentes experimentados en el cambio social. El déficit de esa conciencia pasa por su orfandad en materia de perspectivas más amplias, por no desarrollar anhelos de extensión y deseos de exceder el ámbito que la generó, es decir, por no asumir la conciencia de su propia potencialidad transformadora del conjunto social, esto es: la conciencia de la potencialidad (que incluye la proyección) de los elementos de socialismo práctico y de las posibilidades de la comunidad como soporte de otra sociedad.

[La noción de elementos de socialismo práctico] nos propone enfrentarnos al poder dominante no a través de fracciones políticas que aspiran a sustituir y representar, sino construyendo, articulando y extendiendo espacios de integración social basados en modalidades de trabajo y en valores no capitalistas, para comenzar a concretar el socialismo en el presente. Nos presenta al eje comunitario o societal (de base territorial) como soporte para reactualizar nuestra concepción de la soberanía.


14

El punto de vista de Mariátegui impugna la atroz mecánica que determina a los sujetos (específicamente las clases sociales). También en este aspecto, Mariátegui precede al Che, quien consideraba el peso de los "hechos de conciencia" en los procesos de transformación social y los peligros del comunismo concebido más como un método de reparto que como moral revolucionaria. Como hemos visto, para Mariátegui la sociedad autoemancipada, la sociedad socialista, exigía el desarrollo de una "moral de productores", el socialismo poseía una dimensión ética y suscitaba un asunto de conciencia que hacía imposible eludir la responsabilidad moral. Tanto para Mariátegui como para el Che, la sociedad autoemancipada nunca podía ser el resultado de la catástrofe del capital.


15

La revolución no es hija del conocimiento científico y especializado de las leyes históricas (lo que no significa que no cuenten a la hora del diagnóstico), es fruto de la "vida" y no de la “razón pura”. La revolución se contrapone al "momento", a la exactitud, rechaza las destrezas adivinatorias, los cronómetros burgueses, impone su temporalidad. Por eso, la Revolución rusa de 1917 –Gramsci dixit– fue una revolución contra el capital y contra El capital, es decir, una revolución en sentido antisistémico pero también contra la teoría, específicamente contra las versiones dogmáticas y mecanicistas del marxismo.


16

Mariátegui toma distancia de la visión partidocéntrica tradicional, porque en sus principales planteos no se niega a la elaboración conjunta de la ideología (o mejor, la conciencia) y porque en relación al poder no propone su "toma" sino su construcción en el marco de un proceso de autoemancipación que es básicamente movimiento de autotransformación.


17

Una enseñanza significativa en estos tiempos en que los partidos de izquierda (a pesar de tanto, a pesar de todo) cultivan impúdicamente el fetichismo del aparato y hasta celebran el tiempo de su ineficacia, de su postración, de su falta de arraigo y de imaginación y de su idealización de divergencias interiores. De este modo, conmemoran sus 90, o sus 40 años de existencia, como si eso fuera un logro. Consideramos que la duración no es un mérito para un partido que se asume como revolucionario.


18

Con Mariátegui comenzó a delinearse el paradigma socialista más genuino en Nuestra América, entre otras cosas porque su concepción no partía de mezquinas consideraciones geopolíticas o económicas que, sin dudas, merecen ser siempre atendidas pero que son insuficientes como fundamento de un orden social nuevo. Asumiendo la necesidad de actualizarlo y adaptarlo en forma ininterrumpida, creemos que vale la pena tener presente algunos de sus puntos de partida: el antiimperialismo, la dimensión ética y romántica, la refutación de las construcciones cerradamente racionalistas, el reconocimiento de los contenidos disruptivos y las direcciones contrahegemónicas de los mitos populares y de algunas configuraciones de lo nacional, la confianza en la capacidad de los pueblos de Nuestra América de producir relatos, reflexiones y sobre todo experiencias emancipatorias concretas, la reivindicación de los saberes populares autóctonos, etc.


19

Mariátegui puede verse como un traductor en el sentido gramsciano. Su traducción tiene como meta la identificación entre los intelectuales y el pueblo, entre la razón y la emoción, entre la idea abstracta y las formas concretas, y busca romper con la escisión entre los iniciados y los simples. Su traducción, por lo tanto, resulta una condición para la configuración de un bloque histórico de las clases subalternas.   


20

El socialismo del siglo XX puso el énfasis en el poder más que en lo popular. En la actualidad, en Nuestra América, existe un conjunto de evidencias que nos plantean que el socialismo del siglo XXI pondrá el acento en lo popular más que en el poder. Consideramos que este énfasis flamante, permitirá potenciar los elementos de las tradiciones emancipatorias que en el siglo anterior fueron opacados por requerimientos considerados como “más urgentes” y que terminaron subordinados a otros objetivos concebidos como estratégicos (cuando, en realidad, eran “tácticos” o “coyunturales”). Ahora, recién ahora, cabe esperar el desenvolvimiento de la índole más recóndita y extraordinaria del indigenismo que en los últimos años se viene configurando también como componente de una cultura popular urbana, de un nuevo nacionalismo antiimperialista radical y de todas las tradiciones autogestivas de las clases subalternas. Lentamente, a medida que vemos actores históricos donde antes veíamos víctimas pasivas, vamos reconociendo que debemos aprender de aquellos de los que se pensaba que nada se podía aprender.


Esta foto, que data de 1928, fue elegida Mariátegui para la impresión de una postal de propaganda
a sus 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, publicado en Lima durante el mismo año.

Por Ignacio Andrés
América Leatina desde Abajo

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