Dentro de las próximas semanas se realizará la presentación y debate del libro «José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América», de Miguel
Mazzeo, publicado recientemente en una edición mancomunada por Quimantú y Tiempo Robado
Editoras, y que fue lanzado durante el Yo me libro cultivando resistencias, el pasado 20 de mayo en la comuna de Maipú.
De un modo similar a como ocurrió con Raúl Zibechi y el artículo «Citas
selectas de Cambiar el mundo desde arriba» (disponible aquí), en esta ocasión también hemos decidido seleccionar algunos
fragmentos del libro de Mazzeo en cuestión, a modo de entregar un insumo para
el debate. Es fundamental recodar el presente material nunca remplazará la lectura
propia que cada quien realice de dicha obra, y menos todavía, el diálogo
colectivo en torno a ella.
Cabe señalar además, que en este caso, puesto que las citas fueron
tomadas desde un borrador del libro, no cuentan con la señalación de la página específica.
Pero antes de comenzar, no está demás preguntarse ¿quién es Miguel Mazzeo?
Miguel Mazzeo (1966, Buenos Aires) es un profesor y Doctor en Ciencias
Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente e investigador en la
UBA y en la Universidad de Lanús (UNLa). Es también investigador del Instituto
de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de la UBA. Docente de la
Escuela Nacional Florestán Fernándes del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil,
en el Seminario de Teoría Política Latinoamericana “José Carlos Mariátegui” de
Venezuela, en la Escuela de Formación Política Mariátegui de Argentina y en la
Escuela Hugo Chávez organizada por el Capítulo Concepción (Chile) del ALBA.
Docente en espacios de formación de distintas organizaciones populares y
movimientos sociales de Argentina y Nuestra América. También ha participado, como
expositor y coordinador, en diversas Cátedras Libres en Buenos Aires y en el
interior del país.
Es también un escritor prolífico, autor de varios artículos y libros,
entre los que destacan: ¿Qué no hacer? Apuntes para una crítica de los regímenes emancipatorios, Poder Popular y nación. Notas sobre el Bicentenario
de la Revolución de Mayo; Conjurar a Babel. Notas para una caracterización de la
nueva generación intelectual argentina, Introducción al poder popular. “El
sueño de una cosa”, Piqueter@s. Breve historia de un movimiento popular
argentino, Entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder, El
socialismo enraizado. José Carlos Mariátegui: vigencia de “socialismo práctico”,
El hereje. Apuntes sobre John William Cooke.
Por último, cabe señalar que Mazzeo fue también uno de los fundadores de
la Agrupación Universitaria José Carlos Mariátegui y de la Corriente
Estudiantil de Unidad Popular (CEUP). Desde ese momento y hasta la fecha, se ha
dedicado a difundir la obra y el pensamiento de Mariátegui en medios
académicos, sociales y políticos. A fines de los 90’ se vinculó a los
Movimientos de Trabajadores Desocupados (Movimiento Piquetero) del sur del Gran
Buenos Aires donde desarrolló tareas de formación, entre otras. Fue militante
del Frente Popular Darío Santillán desde su fundación en 2004 hasta el año
2013.
Tomado de la presentación de José
Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América, Quimantú y Tiempo
robado editoras, 2017.
Portada del libro «José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América» de Quimantú y Tiempo robado editoras. Diseño de la portada a cargo de Ivana Gahona. |
Citas selectas de J. C. Mariátegui y el socialismo de Nuestra América
1
El socialismo de Mariátegui desplegó una inusual
capacidad para contener, articular y superar positivamente otras tradiciones
emancipatorias de Nuestra América, como el nacionalismo revolucionario, el
agrarismo y el indigenismo radical y para prefigurar otras, como el guevarismo
y la Teología de la Liberación.
Podemos sostener que Mariátegui convoca a buscar el
socialismo en la realidad de Nuestra América y de Perú, con el auxilio insustituible
de Marx y no en Marx [las énfasis son del autor].
2
Es tan absurdo
disputar la filiación de Mariátegui a identidades y tradiciones revolucionarias
malogradas o desfasadas, con sus cánones convertidos en superstición, como
sostener que Mariátegui ha sido "tergiversado" y que en algún lugar
subyace un Mariátegui puro. Nada más ajeno a la cultura política del propio
Mariátegui, fundada en una "filosofía de la praxis".
3
Si
bien la nueva izquierda rompió con el reformismo de la izquierda tradicional, y
al asumir el guevarismo planteó la “actualidad de la revolución” y su carácter
socialista y antiimperialista (retomando una de las principales tesis políticas
mariateguianas), en muchos otros aspectos reprodujo motivos nodales de la vieja
izquierda y algunas de las taras del nacionalismo populista.
4
Como
ha sucedido en otras circunstancias durante el siglo XX, después del olvido y
el silencio en torno a su figura, Mariátegui es reintroducido en el debate
teórico y político por obra y gracia de las luchas populares, en razón de un
resurgir de los pueblos. Ocurre que, en Nuestra América, toda experiencia,
movimiento u organización que asuma horizontes de emancipación debe recalar
ineludiblemente en la estación mariateguiana.
5
Tal
vez, todo Mariátegui se pueda resumir en la noción de elementos de socialismo
práctico. Laten en ella el socialismo como camino, razón y fe, un camino
dinámico, intelectual, sentimental, místico y práctico; el optimismo de la
acción, la fuerza creadora, en fin, el trabajo preparatorio de la herejía. Lo
más importante es que esa noción está hoy más viva que nunca.
El
concepto de elementos de socialismo práctico aparece en la obra más emblemática
de Mariategui, los Siete ensayos. Se presenta en el marco de las críticas que
éste realiza a la reforma agraria burguesa, basada en la expropiación y
fraccionamiento de los latifundios y la consiguiente creación de una capa de
medianos y pequeños propietarios.
La
noción de elementos de socialismo práctico se centra en lo relacional,
anticipatorio, tendencial y prefigurativo, por lo tanto se relaciona con
la construcción popular contrahegemónica (autoorganización que se erige
en poder alternativo y desestructurador del poder dominante), se relaciona con
el poder popular.
Los
elementos de socialismo práctico nos hablan de un pueblo explotado, humillado,
dominado, pero nunca vencido totalmente. Un pueblo que resiste y sueña..., un
pueblo invisibilizado, clandestino, pero que es y está, aunque a veces nos
parezca que el mundo está repleto de su silencio. Un pueblo cuyas posibilidades
no se agotan en la fuerza del rechazo, en el acto descolonizador, sino que
además proporciona fundamentos económicos, sociales, políticos y axiológicos
para un mundo nuevo, una sociedad democrática, en fin, un pueblo que ofrece,
generoso, un proyecto civilizatorio.
6
[A
Mariatégui] lo seducen las máquinas, la jactancia operativa y la eficacia,
igual que a los bolcheviques. Pero ocurre que Mariátegui, a diferencia de otros
modernos, no se siente desligado del pasado. Vive la modernidad sin el lastre
de la discontinuidad. Lo que no soporta de la modernidad es la hipertrofia de
la apetencia de lucro, la fuerza centrífuga y disociadora de la sociedad
capitalista que produce formas atomizadas de sociabilidad y la consiguiente
falta de solidaridad; sobre todo no tolera su “irreligiosidad”.
7
Los
pueblos originarios de Perú, en el marco de procesos milenarios, aprendieron a
conocer y a domesticar (y no a dominar) la geografía andina, encontraron las
respuestas (incluyendo las tecnologías) adecuadas a los desafíos que ésta les
imponía con su territorialidad discontinua, sus pisos ecológicos verticales, su
diversidad productiva. Las relaciones sociales se fueron adaptando a los retos
y necesidades.
Cabe
el contraste con el denominado “socialismo real” que no llegó a construir un
sistema tecnológico cualitativamente distinto al del capitalismo y que aceptó,
por ejemplo, los postulados de la “gestión científica” que venía en el paquete
de la “neutralidad tecnológica”.
8
El
ideal comunitario presenta afinidades con la libertad concebida como relación,
no como objeto. El contexto comunitario nos impulsa a ser libres para otras y
otros. Las otras y los otros no son un límite para mi libertad (tal como lo
plantea el liberalismo clásico cuando establece que "mi libertad empieza
donde termina la de los demás"), sino que la potencia. Sólo en la relación
con los demás, en el mutuo reconocimiento, soy libre. Así la libertad es salida
de uno mismo, apertura a las otras y los otros y radical ruptura con las
estructuras del egoísmo.
9
La concepción mariateguiana puede
armonizarse con la de muchos movimientos sociales de Nuestra América. Por ejemplo, el Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST)
que concibe a la conciencia social no como la compilación de ideas
"avanzadas" o "progresistas" sino como el fruto de la
convivencia social (en determinadas condiciones) y como la asunción colectiva
de un conjunto de valores. Mariátegui insiste en la potencialidad de la
combinación entre las formas económicas y sociales comunitarias (ancestrales),
con sus capacidades democráticas y anticapitalistas, y las tendencias mundiales
y los programas socializantes.
10
Cabe
destacar que Mariátegui era perfectamente consciente de que los instrumentos de
dominación del Estado burgués no podían transformarse en órganos de
emancipación de las clases subalternas. Por eso consideraba que debían
oponérsele nuevos órganos propios de las clases subalternas, como los consejos
de obreros y campesinos. En este sentido es oportuno tener presente su
experiencia europea, particularmente italiana, que lo puso en contacto directo
con este tipo de órganos y con un "socialismo de base", que en
algunos aspectos esenciales pueden parangonarse a las comunidades campesinas
indígenas del Perú.
11
Para
Mariátegui, al igual que para el intelectual boliviano René Zavaleta Mercado,
el socialismo en Nuestra América más que una elección es un destino obligado si
se pretende construir una nación popular y democrática. Al decir del boliviano,
el socialismo “no es un ideal de iniciados y ni siquiera una postulación, sino
un requisito existencial”.
12
La
modernidad blanca y occidental consideraba que la realidad peruana y de Nuestra
América era exótica. Mariátegui se propuso demostrar que no lo era. Y el
socialismo tampoco. Un razonamiento similar aplicará a la cuestión del
feminismo. En el artículo "Las reivindicaciones feministas",
publicado en Mundial, en diciembre de 1924, sostendrá:
No
hay que ver en el feminismo una idea exótica, una idea extranjera. Hay que ver
simplemente una idea humana [...] El feminismo no ha aparecido en el Perú
artificial ni arbitrariamente [...] Más si la democracia burguesa no ha
realizado el feminismo, ha creado involuntariamente las condiciones y las
premisas morales de su realización.
13
Esa
conciencia espontánea es más "condición objetiva" que subjetiva (o un
ejercicio de subjetividad afín a la autoactividad). Mariátegui percibe que en
las comunidades anida un poder de rechazo y predisposiciones refractarias a la
reproducción del orden dominante. La conciencia espontánea puede ser el punto
de partida para la gestación de agentes experimentados en el cambio social. El
déficit de esa conciencia pasa por su orfandad en materia de perspectivas más
amplias, por no desarrollar anhelos de extensión y deseos de exceder el ámbito
que la generó, es decir, por no asumir la conciencia de su propia potencialidad
transformadora del conjunto social, esto es: la conciencia de la potencialidad
(que incluye la proyección) de los elementos de socialismo práctico y de las
posibilidades de la comunidad como soporte de otra sociedad.
[La
noción de elementos de socialismo práctico] nos propone enfrentarnos al poder
dominante no a través de fracciones políticas que aspiran a sustituir y representar,
sino construyendo, articulando y extendiendo espacios de integración social
basados en modalidades de trabajo y en valores no capitalistas, para comenzar a
concretar el socialismo en el presente. Nos presenta al eje comunitario o
societal (de base territorial) como soporte para reactualizar nuestra
concepción de la soberanía.
14
El
punto de vista de Mariátegui impugna la atroz mecánica que determina a los
sujetos (específicamente las clases sociales). También en este aspecto,
Mariátegui precede al Che, quien consideraba el peso de los "hechos de
conciencia" en los procesos de transformación social y los peligros del
comunismo concebido más como un método de reparto que como moral
revolucionaria. Como hemos visto, para Mariátegui la sociedad autoemancipada,
la sociedad socialista, exigía el desarrollo de una "moral de
productores", el socialismo poseía una dimensión ética y suscitaba un
asunto de conciencia que hacía imposible eludir la responsabilidad moral. Tanto
para Mariátegui como para el Che, la sociedad autoemancipada nunca podía ser el
resultado de la catástrofe del capital.
15
La
revolución no es hija del conocimiento científico y especializado de las leyes
históricas (lo que no significa que no cuenten a la hora del diagnóstico), es
fruto de la "vida" y no de la “razón pura”. La revolución se
contrapone al "momento", a la exactitud, rechaza las destrezas
adivinatorias, los cronómetros burgueses, impone su temporalidad. Por eso, la
Revolución rusa de 1917 –Gramsci dixit– fue una revolución contra el capital y
contra El capital, es decir, una revolución en sentido antisistémico pero
también contra la teoría, específicamente contra las versiones dogmáticas y
mecanicistas del marxismo.
16
Mariátegui
toma distancia de la visión partidocéntrica tradicional, porque en sus
principales planteos no se niega a la elaboración conjunta de la ideología (o
mejor, la conciencia) y porque en relación al poder no propone su
"toma" sino su construcción en el marco de un proceso de autoemancipación
que es básicamente movimiento de autotransformación.
17
Una enseñanza
significativa en estos tiempos en que los partidos de izquierda (a pesar de
tanto, a pesar de todo) cultivan impúdicamente el fetichismo del aparato y
hasta celebran el tiempo de su ineficacia, de su postración, de su falta de
arraigo y de imaginación y de su idealización de divergencias interiores. De
este modo, conmemoran sus 90, o sus 40 años de existencia, como si eso fuera un
logro. Consideramos que la duración no es un mérito para un partido que se
asume como revolucionario.
18
Con
Mariátegui comenzó a delinearse el paradigma socialista más genuino en Nuestra
América, entre otras cosas porque su concepción no partía de mezquinas
consideraciones geopolíticas o económicas que, sin dudas, merecen ser siempre
atendidas pero que son insuficientes como fundamento de un orden social nuevo.
Asumiendo la necesidad de actualizarlo y adaptarlo en forma ininterrumpida,
creemos que vale la pena tener presente algunos de sus puntos de partida: el
antiimperialismo, la dimensión ética y romántica, la refutación de las
construcciones cerradamente racionalistas, el reconocimiento de los contenidos
disruptivos y las direcciones contrahegemónicas de los mitos populares y de
algunas configuraciones de lo nacional, la confianza en la capacidad de los
pueblos de Nuestra América de producir relatos, reflexiones y sobre todo
experiencias emancipatorias concretas, la reivindicación de los saberes
populares autóctonos, etc.
19
Mariátegui
puede verse como un traductor en el sentido gramsciano. Su traducción tiene
como meta la identificación entre los intelectuales y el pueblo, entre la razón
y la emoción, entre la idea abstracta y las formas concretas, y busca romper
con la escisión entre los iniciados y los simples. Su traducción, por lo tanto,
resulta una condición para la configuración de un bloque histórico de las
clases subalternas.
20
El
socialismo del siglo XX puso el énfasis en el poder más que en lo popular. En
la actualidad, en Nuestra América, existe un conjunto de evidencias que nos
plantean que el socialismo del siglo XXI pondrá el acento en lo popular más que
en el poder. Consideramos que este énfasis flamante, permitirá potenciar los
elementos de las tradiciones emancipatorias que en el siglo anterior fueron
opacados por requerimientos considerados como “más urgentes” y que terminaron
subordinados a otros objetivos concebidos como estratégicos (cuando, en
realidad, eran “tácticos” o “coyunturales”). Ahora, recién ahora, cabe esperar
el desenvolvimiento de la índole más recóndita y extraordinaria del indigenismo
que en los últimos años se viene configurando también como componente de una
cultura popular urbana, de un nuevo nacionalismo antiimperialista radical y de
todas las tradiciones autogestivas de las clases subalternas. Lentamente, a
medida que vemos actores históricos donde antes veíamos víctimas pasivas, vamos
reconociendo que debemos aprender de aquellos de los que se pensaba que nada se
podía aprender.
Esta foto, que data de 1928, fue elegida Mariátegui para la impresión de una postal de propaganda a sus 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, publicado en Lima durante el mismo año. |
Por Ignacio Andrés
América Leatina desde Abajo
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