En septiembre de
2017 Miguel Mazzeo presentó su libro José
Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América en la Universidad de
Valparaíso, refiriéndose a la compleja recepción de Mariátegui en América
Latina y la vigencia que tiene actualmente la obra del autor de 7 ensayos de interpretación de la realidad
peruana.
De izquierda a derecha: Salvador Bello, Pierina Ferretti, Miguel Mazzeo y Gonzalo Jara. Foto: Quimantú. |
Durante la actividad se contó además con la presencia de
las prologadoras del libro, María J. Yaksic y Pierina Ferretti, así como con
los presentadores Salvador Bello, integrante de la Coordinadora No+AFP y
Convergencia 2 de Abril, y Gonzalo Jara, del Centro de Estudios del Pensamiento
Iberoamericano-UV. También estuvieron presentes las dos editoriales a cargo de
esta publicación mancomunada, Quimantú y Tiempo Robado Editoras.
A través de una exposición clara y un enérgico diálogo,
la actualidad del pensamiento de Mariátegui se planteó desde diversas
perspectivas, las que a pesar de sus diferencias —generacionales, de
apreciación coyuntural o de proyecto político— coincidieron en que el peruano
forjó una concepción integral de la práctica política, que en sus distintas
claves rebosa de originalidad, una característica vital para todo proyecto
revolucionario. Podríamos decir de este modo, como expresó Mazzeo, que la obra
de Mariátegui es una primera estación en la ruta emancipatorio de América
Latina.
A pesar de ello, durante la jornada también se concordó
en la escasa (y muchas veces conflictiva) recepción de Mariátegui en el
continente, como ocurrió en Argentina, en donde los primeros en introducir su
obra fueron Leopoldo Lugos y Victoria Ocampo. El primero, un poeta modernista
que acabó profesando el fascismo, la segunda, una célebre representante de la cultura
oligárquica trasandina.
Por otra parte se hizo referencia la polémica acontecida
en 1929, durante la Conferencia Comunista Latinoamericana desarrollada en
Montevideo. En ésta, destacó la firme oposición de Victorio Codovilla —ya en
aquel entonces un renombrado miembro del Comité Central del Partido Comunista
Argentino— frente a los planteamientos del ejemplar de los 7 ensayos de Mariátegui que llegó a sus manos. Para alguien como
Codovilla, encandilado por las directrices de una estalinizada Komintern, era
insoportable un libro en cuyo título se juntaran las palabras “ensayo” e
“interpretación”. A su vez, tampoco podía tolerar la mención de una
"realidad peruana", pues en ese entonces para la Komintern sólo
existían los países "semicoloniales", entre los cuales no podían
existir características que los distinguiesen mayormente entre sí.
De esta forma, no es una casualidad que los 7 ensayos —considerada la obra cumbre de
Mariátegui— a los que Mazzeo tuvo acceso en su juventud, pertenecieran a una
edición mexicana. Pues habiendo sido publicado prácticamente en toda América
Latina y en buena parte del mundo, dicho libro no fue editado en Argentina sino
hasta el 2005. Para Miguel este fenómeno se debe a que Mariátegui tematizó dos
aspectos especialmente problemáticos para la izquierda trasandina: lo nacional
y la cuestión indígena.
Es importante precisar que Mariátegui no concibió la
cuestión indígena como una característica menor o un elemento del ‘atraso
civilizatorio’ presente en el campesinado local, una lectura reduccionista que
fue hegemónica durante largo tiempo en la izquierda latinoamericana, y que
mantuvo al menos hasta que la articulación entre clase e identidad comenzó a
suponerle un problema. Es de destacar entonces, el que en su época Mariátegui
hiciera un esfuerzo poco común por articular dos razones que comúnmente se han
confrontado: marxismo e indigenismo.
En cuanto a su relación con Marx, para Miguel la mejor
figura que le cabe a Mariátegui es la de traductor. Esto considerando que la
traducción consta de al menos tres formas de realizarse: como una traducción
literal del original, como una expresión de la esencia del original y por
último, como una recreación del original. Para Mazzeo, Mariátegui se sitúa en
esta última posición, más todavía tomando en cuenta que la auténtica recreación
es creación igualmente. Según Alberto Flores Galindo, en su obra La agonía de Mariátegui, éste último
utilizó a Marx en el sentido más egoísta de la palabra, lo empleó como un
instrumento, sin temer nunca derivar en la herejía o infringir alguna regla, y
como por otro lado su socialismo se alimentó de otras fuentes, no se sintió
nunca sujeto a una escuela determinada y no perdió la libertad crítica.
En estricto rigor, su lectura de Marx fue incompleta,
pues le faltaron obras tales como La
ideología alemana y los Manuscritos
económicos y Filosóficos de 1844, entre otras. Ahora bien, su marxismo es
parte de un proceso teórico dinámico, en desarrollo, no una ‘desviación’ como
muchos aseguran. Pero el que haya consumado una lectura de Marx apropiada o no
es una cuestión secundario, si tomamos en cuenta que nadie como Mariátegui hizo
tanto con tan poco, como enfatizó Mazzeo.
A modo de cierre, cabe mencionar que Miguel se acercó a
la obra de Mariátegui al no encontrarse éste presente en su programa de
estudios —razón suficiente para que llamase su atención según aseguró—, pero
que su lectura fue más la de un militante de organizaciones populares que la de
un estudiante. Para él, revisar un autor buscando elementos en su obra que
permitan comprender el presente y transformarlo, plantea más desafíos de los
que una percepción académica puede poseer. Entonces, en conformidad con el
autor, sólo nos queda considerar hasta qué punto José Carlos Mariátegui y el
socialismo de Nuestra América entrega insumos a la militancia popular, y del
mismo modo, cuánto podemos contribuir luego de su lectura, a la comprensión y
transformación del presente de Nuestra América.
Por Ignacio Andrés
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Miguel Mazzeo durante la presentación de su libro. Foto:Quimantú.
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