31 mar 2017

Citas selectas de Cambiar el mundo desde arriba


Durante el 2016, a tan sólo algunos días de la nueva visita de Raúl Zibechi a nuestro país con motivo del lanzamiento de dos de sus libros, Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo y Latiendo Resistencia. Mundos nuevos y guerras de despojo, consideré oportuno ofrecer algunos elementos para la discusión con el autor en relación con el primer libro señalado, a sabiendas de que mi selección nunca remplazaría la lectura propia que cada quien pudiera realizar de dicha obra, y menos aún, el diálogo colectivo en torno a ella. Aún hoy sigo manteniendo esta idea.

Fue mediados de agosto el lapso en el que se enmarcaron las diversas actividades que terminarían denominándose "Latiendo Resistencia. Encuentros con Raúl Zibechi", donde entre diversas organizaciones se pudo levantar a pulso algunos conversatorios, talleres, comilonas y encuentros con el autor. 

Tal intervalo de tiempo determinaría en gran medida nuestros análisis en torno al proceso de gobierno progresista de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador y el particular de Venezuela, países a los cuales se hace referencia en Cambiar el mundo desde arriba. Es cuestión de plantear algunos ejemplos mínimos en relación con el cambio de coyuntura, como lo es que en aquellos días todavía persistía un dejo de confianza en el kirchnerismo, cuando meses más tarde sería elegido Mauricio Macri. Del mismo modo, Evo Morales aún no perdía el referéndum que le habría permitido alargar su mandato. Además, el proceso de destitución hacia Dilma Rousseff todavía esta en curso, el cual se materializaría a fines de agosto. Ésta sería relevada por Michel Temer, poniéndose así fin a 13 años de presidencia del Partido de los Trabajadores de Brasil. En esos momentos ya había incertidumbre en torno al curso del gobierno progresista ecuatoriano, la que de hecho todavía se mantiene al no haber logrado Lenín Moreno (de la Alianza PAÍS) ganar las elecciones en primera vuelta. Esto habría de resolverse en los días venideros. Por último, en Venezuela todavía no se habían desarrollado las elecciones parlamentarias que dejarían a la oposición de Maduro con mayoría en la Asamblea Nacional. En este caso quizás se haya generado el mayor contraste en cuanto al cambio de coyuntura, pues  hace tan sólo algunas horas el mismo órgano habría sido completamente inhabilitado.

En cuanto a Chile —que no sería tratado en Cambiar el mundo desde arriba al no haber tenido ningún gobierno progresista a la fecha—, en octubre del mismo año registraría la mayor abstención en su historia electoral durante las elecciones municipales, fenómeno estrechamente relacionado con la deslegitimación del modelo político en Chile, todavía en ascenso, al seguir sumando escándalo tras escándalo. No obstante, sería la irrupción del Frente Amplio lo que le daría un respiro a semejante descrédito. El lanzamiento oficial de la coalición sería realizado el 21 de enero de este año.

Tanto y así, quizás más de alguien todavía se pregunte quién es Raúl Zibechi.

Raúl Zibechi es un autor uruguayo quien desde mediados de la década de los 80' ha publicado diversos artículos en revistas y periódicos de izquierda y otros medios latinoamericanos. Ha recorrido gran parte de Latinoamérica, colaborando en la formación y socialización de los diversos movimientos políticos y sociales del continente. Actualmente colabora en La Jornada en México, la web Rebelión y otros medios de contrainformación, esperando también hacerlo en el América Leatina desde Abajo.

La Editorial Quimantú señala en la presentación del libro “Descolonizar el pensamiento crítico y las prácticas emancipatorias” que los trabajos de Zibechi nos han acostumbrado a mirar más allá de lo que la academia crítica ha asumido como sentido común, anquilosado en la comodidad del juicio fácil y los cuestionamientos que no afectan ni se atreven a interrogar por los fundamentos de una realidad injusta hasta el extremo sin otra brújula que la consistencia con esa otra forma de hacer las cosas que el zapatismo o Fanon nos legaran con sus acciones y palabras.

En vísperas de un nuevo diálogo con Hernán Ouviña, he vuelto a considerar las citas seleccionadas de Cambiar el mundo desde arriba como un aporte en nuestra discusión —al menos en términos generales— de la actual coyuntura latinoamericana.

Citas selectas de Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo

1

«Desde la revolución rusa de 1917, contamos con un siglo de experiencias revolucionarias triunfantes. Un tiempo suficiente como para sacar algunas conclusiones o para adelantar reflexiones acerca de los límites y problemas que han enfrentado estas experiencias que, en su conjunto, involucran una parte importante de la humanidad […]». Pág. 73.

«La primera es que las fuerzas organizadas capaces de derribar el antiguo régimen son poco apropiadas para construir la nueva sociedad. Las fuerzas revolucionarias triunfantes son organizaciones jerárquicas cuya cúspide está mayoritariamente integrada por varones, blancos, educados. Estas fuerzas son adecuadas para enfrentar y derrotar militarmente a las fuerzas de la reacción, pero no son en absoluto adecuadas para construir relaciones sociales de nuevo tipo  ya que las dos lógicas son contrapuestas». Pág. 73.

La segunda se relaciona con la inconveniencia de fusionar partido y Estado, ya que se conforma un “sistema oligárquico revolucionario” que es muy difícil desmontar. Este suele ser el primer paso para la cristalización de una nueva clase en el poder, una clase que nace del control del poder estatal y que se impone sobre la sociedad». Pág. 74.

«La tercera consiste en la dificultad para desarrollar poderes de los productores, de los trabajadores y trabajadoras, poderes no estatales. Las revoluciones suelen contar en sus primeras etapas con organizaciones de masas nacidas en la base de la sociedad (soviets, comunas, comités de defensa de la revolución), que gozan de gran legitimidad y en las que participa una parte de la población”. De esta forma “existen muy pocas experiencias de autogobierno que hayan pasado el umbral del reflujo y superado la cooptación estatal. Las juntas de buen gobierno impulsadas por el zapatismo merecen un lugar destacado en la historia del autogobierno desde abajo. Hasta ahora no se han burocratizado, ni sucumbieron al Estado, ni al poder revolucionario. El hecho de que estén inspiradas en una práctica que no pretende hacerse con el aparato estatal sino que impulsa el autogobierno de los pueblos, recuperando las tradiciones indígenas, puede ser uno de los hechos que expliquen esta “anomalía”. No se ha gestado un grupo autónomo, separado de las comunidades, ya que la rotación y el deseo de que todos participen en las tareas de gobierno, se mantiene intacto. En las juntas de buen gobierno son los pueblos los que están organizados como poder». Págs. 74 y 75.

«La cuarta tiene relación con las imágenes o metáforas que manejamos sobre el fin del capitalismo y la transición a un mundo nuevo […] La idea de colapso tiene una larga tradición en el movimiento socialista”. Pero el colapso por sí solo no garantiza que la sociedad que surja de sus cenizas sea mejor que la actual». Págs. 75 y76.

«La quinta, finalmente, representa un desafío de enorme magnitud: la idea de gobernar y dirigir a toda una sociedad, de hacer un cambio que incluya a todos los habitantes, supone una actitud totalitaria que implica gobernar a millones de personas y, guste o no, oprimirlas, algo que va en contra del espíritu emancipatorio”. Pues, “Si el capitalismo puede ser entendido como el despliegue ilimitado de las potencialidades humanas sin medir consecuencias, el ser capaces de limitarnos a nosotros mismos —básicamente por razones éticas— puede ser entendido como un modo de sofrenar impulsos irracionales que, en última instancia, nos conducen a la autodestrucción y la barbarie». Págs. 76 y 77.

2

«En los países llamados socialistas, la propiedad de los medios de producción es de todo el pueblo, porque es propiedad del Estado. Pero éste es controlado por un pequeño grupo que con el tiempo se convierte en una elite o una nueva burguesía». Pág. 39.

3

«Por el contrario, un Estado como la Comuna de París, los soviets o los comités revolucionarios, que es un instrumento de los trabajadores, ya no es un Estado propiamente porque está sujeto y por debajo de la población. Este “mandar obedeciendo” es, según Marx, un Estado en extinción. Pero si se mantiene aquel aparato estatal “por encima” de la gente común, que la domina y controla, entonces quien está al frente de ese Estado es una nueva burguesía». Pág. 60.

4

«Con la excepción de la revuelta zapatista a partir de 1994, todas las grandes acciones populares desembocaron en procesos electorales que llevaron al poder a dirigentes que habían participado de forma algo lateral en las revueltas (caso de Evo Morales), o habían actuado incluso en el campo opuesto al de los alzados (caso de Néstor Kirchner), siendo la excepción en este sentido la del Ecuador, en gran medida por el fracaso o traición del líder designado para encarnar las aspiraciones de los rebeldes (caso de Lucio Gutiérrez)». Pág. 13.

5

«Lo que parece evidente es que la cultura política o, quizá mejor, el sentido común en las izquierdas y en los movimientos, no puede pensar en un nuevo mundo que no se referencie en el Estado, el gobierno y los partidos políticos. Esta cultura no parece haber sido erosionada por una década de levantamientos populares e indígenas, ni por el sonoro fracaso de otra década de gestiones estatales que poco han cambiado. Lo que pervive es una creencia que no puede mirar la historia de frente y sacar consecuencias». Pág. 32.

6

«Entre los diversos gobiernos progresistas hubo por lo menos cuatro cuestiones en común y algunas diferencias. Esas lógicas comunes son: el fortalecimiento/ reposicionamiento de los Estados, la aplicación de políticas sociales compensatorias como eje de las nuevas gobernabilidades, el modelo extractivo de producción y exportación de commodities como base de la economía y la realización de grandes obras de infraestructura. A nuestro modo de ver, el modelo extractivo anclado en los hidrocarburos, la minería a cielo abierto y los monocultivos como la soja, ha sido la clave del éxito económico y las políticas sociales ancladas en transferencias monetarias, así como el eje de la legitimidad de los progresismos». Pág. 17.

[Por commodities se entienden bienes con poca elaboración y que poseen poca diferenciación entre sí, y se maneja a un precio parejo, sin importar su procedencia, como el petróleo, soja, oro o plata. La nota es de la edición.]. Pág. 17.

7

«El economismo es una de las principales derivaciones de la centralidad atribuida a las fuerzas productivas, ya que hace aparecer la lucha de las clases sociales como producto de los vaivenes de la economía y, en segundo lugar, identifica las fuerzas productivas con los medios materiales de producción» de modo tal, que para los autores “la confianza en el crecimiento económico es en los hechos una apuesta a la hegemonía de los gestores”. Págs. 41 y 43.

8

«Hasta la década de 1970, había sido ampliamente aceptado el modelo de Estado de seguridad fordista caracterizado por su tendencia a la institucionalización de los conflictos de clase bajo el control estatal, insertando a la clase trabajadora como una fuerza de desarrollo capitalista mediante la estrategia de expansión de mercados. Sin embargo, será a partir de la crisis —cuando la desaceleración del crecimiento hace que las cargas sociales agraven los problemas financieros del Estado protector— que se implementen las teorías neoliberales de la Escuela de Chicago en la región, reduciéndose el gasto público y disminuyendo la intervención estatal sobre los mercados […] En el ámbito político, el neoliberalismo fue aplicado por la mayoría de las dictaduras militares en la región. De hecho el paradigma se había forjado anticipadamente en el Chile pinochetista bajo el asesoramiento de Friedrich Hayek (visitó Chile en noviembre de 1977 y abril de 1981) y especialmente de Milton Friedman, quien posicionaría el término “milagro de Chile” para referenciar la obra de sus discípulos en el Cono Sur. Con posterioridad, ese mismo modelo neoliberal sería institucionalizado por los gobiernos constitucionales que sucedieron a estas criminales dictaduras». Págs. 82 y 84.

9

«Los países del progresismo latinoamericano, en el marco de la emergencia de un nuevo orden mundial multipolar, han intentado definir un modelo propio de desarrollo basado en protagonismo estatal con la economía de mercado. Es decir, la agenda posneoliberal se intentó basar en la expansión de políticas sociales misturado con la articulación del mercado interno sin tocar la matriz de acumulación heredada del modelo neoliberal anteriormente vigente». Pág. 103.

10

«En el capitalismo la corrupción es parte intrínseca de la acumulación de capital. No existe capitalismo sin corrupción, pues en un sistema basado en la explotación de los trabajadores y, por lo tanto, no puede apelar a ninguna moral para justificarse». Pág. 115.

11

«Parece evidente que existe una durísima disputa entre dos sectores de la burguesía […] En esa lucha cada sector de la burguesía se apoya en distintos poderes. La novedad que aportan los gobiernos progresistas es que se apoyan en las grandes empresas originarias de cada país, en los gestores de las empresas estatales, en los partidos progresistas y en los sindicatos y otros movimientos sociales, así como cuentan con el apoyo externo de los países emergentes que integran los BRICS [Asociación comercial entre las cinco economías nacionales emergentes más importantes a nivel mundial. Nota de la edición]. Necesitan apelar a la movilización popular para crear las condiciones que les permitan aislar y desplazar al sector más tradicional de la burguesía, en general vinculado a la banca, el agronegocio, la minería y la especulación inmobiliaria, dependiente de las grandes multinacionales del norte y aliado incondicional de los EE. UU.» Pág. 115.

12

«La incapacidad para reducir las desigualdades agudizadas durante la era neoliberal es uno de los grandes fracasos de los gobiernos progresistas” (pág. 125). Aunque, “la represión de la dictaduras jugó un papel importante en el aumento de la desigualdad” (pág. 131), es en los gobiernos progresistas en donde se ha ido materializando un modelo cada vez más represivo a la par de sutil […] que conlleva el control, cada vez más estricto, sobre las personas con base en un discurso científico (técnico-jurídico-legal) que lo legitima (pág. 146). La represión asume formas distintas en cada país, pero la regla es que se registra un recrudecimiento de la represión policial  de cuerpos especiales contra los movimientos sociales, la protesta colectiva y las expresiones de disidencia. Lo común en todos los países es el dominio del modelo extractivo, que genera exclusión, y la creciente reactivación de los movimientos. Lo que resulta llamativo es que bajo ciertos gobiernos progresistas, luego de algunos años en los que hubo un descenso de la represión, en cuanto la sociedad comienza a reactivarse y retorna la protesta callejera, la represión gana nuevos ribetes». Pág. 146.

13

«La política social sirve para consolidar el modelo de consumo del social desarrollismo, que consiste en promover la transición hacia una sociedad de consumo de masas, a través del acceso al sistema financiero. La novedad del modelo social desarrollista es la de haber instituido la lógica de la financierización en todo el sistema de protección social, ya sea mediante el acceso al mercado de crédito, ya sea vía la expansión de los planes de salud privada, crédito educativo, etcétera. Se asiste de este modo a un proceso de financierización acelerada, que se sirve del sistema de protección social para vencer la barrera de la “heterogeneidad estructural”, que frenaba en América Latina la expansión de la sociedad de mercado». Pág. 143.

A modo de cierre

El libro se consuma con un particular llamado de atención hacia los intelectuales. Se subraya que “el de intelectual no es un oficio o profesión sino tarea colectiva al servicio de sujetos colectivos en lucha. El pensamiento crítico no puede estar atado a los poderes existentes y debe desplegarse libremente, con especial vocación autocrítica, no por masoquismo sino por el interés que todo rebelde debe tener en hacer balance para ajustar sus prácticas” (pág. 164). 

A partir de un repaso por las posiciones de la intelectualidad a través de categorías tales como la intelligentzia o el intelectual órganico, y la consecuente denuncia de distorsión en relación a la producción crítica de esta en el último tiempo, en el libro se coincide con el autor Arturo Escobar en que “el pensamiento crítico latinoamericano es más vibrante que nunca”, pero a condición de situarlo en otros espacios y tiempos, de la mano de otros actores. Es un pensamiento colectivo que emerge en las mingas, en las fiestas comunitarias, en las cocinas comunes en los territorios de las periferias urbanas, en los mercados populares y durante los levantamientos indígenas, campesinos y negros que salpican el continente. O sea, en todo aquel espacio-territorio donde los de abajo reproducen la vida y resisten la muerte” (pág. 169).

Afiche de “Latiendo Resistencia. Encuentros con Raúl Zibechi”. Realizado por Marco Lagos.

Por Ignacio Andrés
América Leatina desde Abajo

No hay comentarios.:

Publicar un comentario